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Un desguace solo de coches de lujo: la hoguera de las vanidades

Desguace de coches de lujo
Está al norte de Inglaterra, y en él conviven Lotus y Ferrari, codo con codo.

¿Un desguace de coches de lujo? Sí, existe. Al norte de Inglaterra se encuentra el desguace de las vanidades: solo gestiona piezas de coches de lujo. Piensas que estás en el sitio equivocado. Solo, ante bloques grises de viviendas, bajo el cielo gris plomizo del norte de Inglaterra. Y entonces te desvías a la derecha, en Bradley Lane y te encuentras con un pequeño y deslucido polígono industrial.

Giras la cabeza hacia arriba y te llevas un sobresalto al atisbar un... ¿Cómo?¿En serio? Tras el verde de esas piezas de carrocería podría haber un Lamborghini. No puede ser. Pero sí. Puede. Es un Huracán. Douglas Valley Breaker, reza el cartel del portón de este desguace de lujo.

VÍDEO: Aprende a ahorrar en un desguace

¿Qué puedes aprovechar del desguace y qué no?

Un perro guardián bien aleccionado ladra desafiante y tira de la cadena como si quisiera arrancar al muro que lo sujeta. Se abre la puerta y detrás, en una extensión equivalente a un campo de fútbol, esperan cientos de coches de lujo: Lotus, Porsche, Aston Martin, Rolls-Royce...

Bajo la lluvia, este lugar brilla con una especie de desesperación fascinante. Porque todos estos coches, otrora de ensueño, son hoy meros recipientes de recambios de lujo. Todo el orgullo del que hacían antes gala con sus dueños al volante desapareció tras un accidente. Ahora son un puñado de recambios para Douglas Valley Breaker, que entra en directa comunicación con las aseguradoras o las casas de subastas.

En este desguace de coches de lujo, casi todo se vende por Internet

Este desguace de coches de lujo existe desde hace 25 años. El jefe de la firma, y único dueño, es Steve Strange. Recupera esta chatarra exclusiva en Gran Bretaña y la exporta como piezas únicas al resto del mundo. "Casi todo por Internet", nos cuenta el vendedor Graham Cook. Acaba de enviar la puerta de un Porsche a Israel, a un usuario de Nazaret. Graham me conduce por las cuatro avenidas repletas de coches de lujo siniestrados, a cada cual más exclusivo, y no me pongo de acuerdo conmigo mismo hacia dónde mirar. "Porsche Boxster", me dice con tono rutinario señalando a nuestra derecha, y veo una docena amontonados, de diferentes colores. "Es nuestro modelo más popular. Siempre tenemos una docena o más disponible".

Recorro junto a Cook una hilera de Aston Martin, hasta que llegamos a los 18 TVR apilados. "Tamora, Cerbera, Griffith, Tasmin", enumera sin despeinarse, con la normalidad de quien repasa la lista de la compra en un supermercado. "Y ahí detrás", señala estirando el brazo, "tenemos los restos de una auténtica rareza". Es un amasijo que, dice, podría ser un Lotus Elan M100. ¿Quién se atrevería a rebatírselo? Más aún cuando anuncia: "posiblemente seamos los mayores proveedores del mundo de recambios originales del M100. Los triángulos traseros de suspensión están muy solicitados".

Lo de "muy" también es, seguramente, bastante relativo... Hasta hace unos seis años aún venían clientes aquí en persona en busca de piezas raras y exclusivas, tal y como nos informa Graham Cook, pero en este tiempo ya han vendido más de 11.000 unidades por Ebay. Desde mecheros hasta motores de 12 cilindros enteros.

"Los motores los tenemos allí, en la nave", me informa Cook. Y yo no puede evitar preguntarme por qué no está todo el lugar cubierto por un techo, ya que algunas piezas se oxidan con mayor rapidez bajo la constante lluvia de esta parte de Inglaterra. "Sí, a mi jefe le gustaría hacerlo. Pero, por lo que sea, no está permitido". La respuesta de Cook suena un tanto difusa. Pero sea como sea, parece que Strange gana mucho dinero con esta chatarra de lujo oxidada.

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Y para darse cuenta basta con comprobar que sobre la nave ha instalado un helipuerto. No pueden faltar los Ferrari. Debajo de la nave hay dos elevadores y estanterías de 10 metros de alto repletas de motores, transmisiones, asientos y llantas. Tres de los 11 empleados están secando un Porsche, extrayendo sus piezas y fotografiándolas para subirlas a Internet. Sobre la mesa ya hay un par de paquetes con recambios de lujo que se enviarán a España.

Coches de lujo estrellados y con historia

Fuera, bajo la lluvia, ves cómo las gotas rebotan con una cadencia melancólica sobre la chapa de un Opel GT rojo en el que alguien escribió una vez un nombre: Christine. La estampa tiene un punto siniestro. "Seguro que te suena el nombre, de la novela de Stephen King", me dice Cook. Pienso en el mítico libro sobre el coche asesino poseído por el diablo, cuyo dueño se llamaba así. "¿Y por qué le han puesto ese nombre?", pregunto. "El tipo no sobrevivió al accidente", me responde. Trago saliva, sonoramente. "Pero ahora en serio", reacciona Cook, "aquí hemos tenido coches con historias mucho peores".

¿Y cuál es la preferencia de Cook en este lugar increíble? "Bueno, yo diría que el F40 que tuvimos una vez aquí". Y mientras me lo dice, llegamos a la zona donde están los Ferrari accidentados: "456, 360, 348..." Enumera los modelos como quien anuncia los números de la lotería. "Por ahí debajo hay un Testarossa", dice mientras nos vamos. El inglés se despide con flema británica. Le esperan unos cuantos Porsche descacharrados que revisar. El deber le llama.

Si por mí fuera, seguiría vagando por este desguace de lujo, un lugar mágico e irreal lleno de joyas pretéritas. ¡Pero está estrictamente prohibido! Y desde luego, no me las quiero ver con el perro guardián de la entrada. Me voy por donde he venido, como si volviera 60 de una epifanía.

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