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Aceptamos nuestro castigo y vamos directos al Infierno... pero con varios BMW M

Fuera de serie: BMW M en Nurburgring
Si eres un verdadero apasionado del motor debes ir a ver alguna vez en tu vida las 24 Horas de Le Mans o el Festival de Goodwood. Yo te recomiendo otro hito más: Nürburgring. Rodar aquí es una locura que no olvidarás

No te exagero si te digo que estuve durante más de quince días pegado a la predicción del tiempo de mi teléfono móvil para saber exactamente qué me iba a encontrar en esa pequeña localidad de la Renania alemana llamada Nurburg, el epicentro del circuito más exigente, difícil y traicionero del mundo: Nürburgring Nordschleife.

Ya me enfrenté a él bajo un enorme aguacero hace dos años y la sensación no es precisamente agradable. Sobre todo si tienes que lidiar con los 370 CV y 465 Nm de par de todo un BMW M2. ¿Por qué lo digo? Porque el grip cambia radicalmente de una curva a otra, hay zonas con baches y desniveles increíbles y todo ello aderezado con unos guardarraíles que esperan un error de pilotaje a solo un par de metros de distancia. Así que está claro que no quería oír hablar de agua para el día de la prueba.

Cuando todo parecía ir de cara, Murphy se puso a currar de lo lindo y de la noche a la mañana tenía en la pequeña pantalla del móvil una probabilidad de lluvia de más del 50% que, finalmente, se cumplió. Resignación y al toro...

La idea era disfrutar de una jornada de puertas abiertas en los llamados Tourist Ride que son una auténtica fiesta del motor donde puedes ver un espectacular grupo de buenas máquinas compartiendo pista. Lo que más sorprende es ver la gran cantidad Porsche 911 GT3 que hay, al igual que BMW M3 de todas las generaciones, con barras de competición. ¿Acaso los regalan?

Para ir tomándole el pulso a la jornada, lo mejor es hacer una parada en el Devil´s Diner. Está justo en el centro del parking donde vas a poder ver llegar a un Lotus Exige Sport 350 delante de un McLaren MP4-12C y de un Lamborghini Huracán.

El nivel aquí supera a todo lo que se te pueda pasar por la cabeza. Después de estar babeando un buen raro, decido pasar a la acción. Mi primera toma de contacto va a ser con un BMW M135i xDrive con tracción a las cuatro ruedas, ideal para situaciones de baja adherencia. Salgo a la gran recta y piso a fondo. Nada de quitar los controles electrónicos. No llueve en este punto, pero el asfalto esta lo suficientemente empapado como para no desactivar a mi ángel de la guarda. Eso sí, conecto el modo Sport para tensar un poco más la respuesta de un coche que me regala un sonido muy estimulante.

Una pista de patinaje

En las curvas de Hatzenbach me doy cuenta de que aquello no está para muchas alegrías. Subviraje a la entrada, sobreviraje al poner gas...

Para la primera vuelta de las tres que tengo programadas no voy a crecerme, aunque viendo el ritmo que llevan los paisanos del lugar con coches inferiores es difícil no crecerse. Me pasa un BMW Serie 5 familiar y me da caza un Seat León Cupra que parecía que iba a perder el avión.

En los Tourist Ride de Nürburgring te puedes encontrar de todo: coches mucho más potentes que el tuyo al que pasas con suma facilidad o todo lo contrario. La norma está clara: solo se debe adelantar por la izquierda y siempre con margen de seguridad. Si no lo haces así, los comisarios te pueden negar la entrada en las siguientes vueltas. La mía termina con ganas de más: salto hacia el siguiente escalón: un BMW M235i. Sus 326 CV van directos al eje trasero y eso ya impone...

Nuevamente, la electrónica velará para que todo lo deje en el mismo sitio en el que me lo encontré. Salgo a pista y me siento más cómodo. Intento apurar más las frenadas y los pasos por curva los hago más rápidos. Termino mi vuelta y caigo en que no me ha pasado ningún coche. Yo he adelantado a dos: buena señal. ¡Y queda el plato fuerte! Todo un BMW M2. Para entonces, hace tiempo que ha dejado de llover. Sigue sin ser momento de exhibiciones… ¿o sí?

Con el modo Sport+ activado, acelero a fondo en la recta y el eje trasero se vuelve loco. Pero ya no hay vuelta atrás.

Es mi último giro y llevo un cochazo en mis manos. Noto la trasera más viva, pero una dirección que actúa a la velocidad del rayo me ofrece una seguridad tremenda. El sonido del seis cilindros me hace volverme loco en la zona alta del cuentavueltas: freno fuerte en la entrada de cada curva y dosifico el gas. La capacidad de tracción es muy alta y solo si buscas ir más allá de lo que la física impone tendrás trabajo en el volante. Pero en determinadas curvas lentas es algo sumamente divertido. Entro en el famoso carrusel: el traqueteo me pone los pelos de punta siempre que paso por aquí, con el coche totalmente vencido hacia la izquierda.

Subo a la parte más alta del circuito para afrontar una bajada que dibuja una sonrisa de oreja a oreja en mi cara. Viajo con una confianza tremenda. Con el segundo carrusel afronto lo últimos metros de mi vuelta al Ring. Refrigero en plena recta y me doy cuenta de que los casi 21 kilómetros de este mítico trazado se me han pasado volando. Vuelvo al parking para reposar lo que acabo de experimentar. ¡Qué grande! Si eres un verdadero apasionado de los coches, debes rodar aquí. Lo puedes hacer con tu coche o con uno de alquiler. La sensaciones no las vas a olvidar en toda tu vida. 

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