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Uno de los coches más revolucionarios de Citroën cumple tres décadas

Citroën Xantia

La suspensión, marca de la casa.

Citroën es una marca con solera, con muchos años a sus espaldas en los que ha dado lugar a modelos míticos. Siempre suelen romantizarse los modelos de los inicios de las compañías, pero en ocasiones no hace falta irse muy atrás para encontrar coches que marcaron época. Para la firma francesa, 2023 supone el 30 aniversario de uno de sus automóviles más revolucionarios.

Se trata del Citroën Xantia, que comenzó su producción en marzo de 1993 y la cesó en el mismo mes de 2001, periodo en el que llegaron a fabricarse 1.326.259 unidades.

No tenía fácil hacerse un hueco en el imaginario colectivo, puesto que era el sucesor de un icono el BX que se comercializó durante los años 80, pero consiguió recoger el testigo gracias a una innovación técnica que marcó época.

 

Hablamos del Hydractive II, un paso más en la evolución de los siempre destacados sistemas de suspensión de la marca del doble chevrón.

Ésta “combina la potencia de la hidráulica y la rapidez de la electrónica”. Empleaba una suspensión hidroneumática convencional a la que se sumaba una esfera adicional por eje, que se podía activar mediante electroválvulas.

Esto hacía que fuera todavía más versátil, puesto que permitía dos estados de flexibilidad y amortiguación para la suspensión, uno flexible y otro deportivo, de manera que el ordenador, mediante unos sensores, podía elegir entre uno y otro en función de la situación de conducción para cambiar el comportamiento del coche.

Citroën Xantia

El sistema estaba complementado por la presencia de dos cilindros que impedían que el balanceo del vehículo superase los 0,5 grados, lo que a efectos prácticos hacía que el Xantia pudiera girar en plano. Además, la presencia de esta tecnología llevó incluso a desarrollar unos neumáticos específicos junto a Michelin.

Esta característica sería explotada por la marca en un anuncio en el que aparecía el atleta Carl Lewis, que apostaba a que era imposible que un coche girara en plano y, al perder, se veía obligado a convertirse en monje.

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