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Citroën y Lancia, las marcas que fueron víctimas de su propia ambición

Citroën y Lancia

Nadie consideraría hoy a Citroën y Lancia como marcas de lujo, pero lo cierto es que lo fueron. A veces, incluso, alcanzando estándares de calidad superiores a modelos muchos más caros.

Nadie pensaría que Citroën y Lancia tuvieron vidas paralelas, pero lo cierto es que existen muchas analogías entre el fabricante francés y el italiano. Ambas marcas fueron víctimas de su propia ambición

Cada una en su estilo, Citroën y Lancia han sido una de las marcas más importantes de la historia del automóvil. Pocos constructores pueden presumir de haber introducido tantas innovaciones en la industria de la automoción. 

Además, tanto la marca gala como la italiana pueden presumir de haber sido las responsables de algunos, muchos, de los coches más bonitos que se han fabricado jamás.

Ahí están los Lancia Aurelia, en sus versiones coupé y spider, Flaminia, Fulvia… sin olvidar a los espectaculares Stratos, 037 y Delta, que tanta gloria dieron a la firma en el Campeonato del Mundo de Rallys. 

Fulvia, Stratos, 037 y Delta: el póker de Ases de Lancia en Rallys

Por su parte, Citroën siempre se caracterizó por sus diseños alejados de lo convencional, siendo el máximo exponente de esa filosofía el maravilloso e inimitable Citroën DS, conocido en España como ‘Tiburón’

Sin embargo, ironías del destino, ese afán por ser los mejores, por hacer los mejores coches, los más avanzados a su tiempo y los más sofisticados, las llevó a la ruina y a verse obligadas a ser rescatadas por otros fabricantes

Lancia, a la vanguardia de la técnica

Fulvia, Stratos, 037 y Delta: el póker de Ases de Lancia en Rallys

La historia de Lancia empieza en Turín, en los albores del siglo XIX, de la mano de Vincenzo Lancia. En aquella época a caballo entre dos siglos, en medio del auge del cine y la aparición de los primeros automóviles, Vincenzo empezó a trabajar en la recién fundada Fiat de Giovanni Agnelli. 

Lancia siempre mostró un gran interés por la mecánica y le fascinaba todo lo relacionado con ese nuevo invento llamado automóvil. Pero, sobre todo, lo que más le gustaba eran las carreras de coches que empezaron a popularizarse en las primeras décadas del siglo XX, en las que Vincenzo destacó como piloto, consiguiendo numerosas victorias entre 1902 y 1907, como la Copa Florio o el Gran Premio de Francia. 

En 1906, decidió fundar su propia marca, la cual llamaría como su apellido: Lancia. Pronto, empezó a participar en los principales salones internacionales del automóvil que comenzaron a celebrarse en Europa. 

El primer modelo que creó fue el Tipo 51, un coche más rápido, ligero y ágil, que equipa un motor capaz de girar a quinientas vueltas más que sus competidores. Este fue el inicio de la filosofía Lancia, basada en la calidad y en la técnica vanguardista.

El estallido de la Primera Guerra Mundial supuso un freno para el desarrollo de la nueva compañía, como para el resto de marcas que empezaban a proliferar en estos años. Aun así, Lancia pudo crear un proyecto de motor con los cilindros dispuestos V en 1915. 

Motores en V y chasis autoportante

Con la firma del armisticio en 1918, Lancia inició el desarrollo de los primeros prototipos con esos nuevos motores en V que constituirán la base de la futura producción de la marca. 

Otra de las innovaciones que introdujo Lancia fue la creación de un esquema de suspensiones independientes en las cuatro ruedas y un chasis de tipo autoportante. Por tanto, tenemos que la primera marca en desarrollar un motor en V y en utilizar un chasis autoportante fue la italiana.

Todas estas novedades aparecieron en el Lancia Lambda, del cual se comercializaron unas 13.000 unidades, entre 1929 y 1931. Estamos en pleno periodo de entreguerras y Lancia ya hacía cosas como estas.

La vida de Vincenzo se apagó en 1937, de manera repentina, con 56 años. Hasta ese momento, la compañía había creado modelos como el mencionado Lambda, el Dilambda, el Artena, el Augusta, el Astura y el Aprilia, del que el mismo Vincenzo Lancia diría: "¡Qué maravilla de coche!”. Este fue, precisamente, el último coche que Lancia conoció en vida.

La Segunda Guerra Mundial supuso un nuevo parón en el avance de la compañía. Una vez sellada la paz de nuevo, retomó su actividad normal hasta que llegó 1951 y apareció uno de los coches más importantes, el Lancia Aurelia

El Primer V6 y el primer control de crucero

Citroën y Lancia-10

Se trataba de una elegante berlina de lujo y el primer automóvil del mundo en equipar un motor V6, dispuesto a 60 grados. Posteriormente, llegaron las variantes coupé y spider del Aurelia, pero el nuevo motor desarrollado por la marca fue todo un hito en la industria.

Como también lo fue la llegada, dos años más tarde, el Lancia Appia, el primer vehículo provisto de un sistema similar a lo que hoy denominamos control de crucero. Cuando se alcanzaba la velocidad deseada, pulsando una palanca al lado del volante, el coche se mantenía a esa velocidad. Todo un avance para la época. 

Fueron, sin duda, los mejores años de la marca italiana, pese a la ausencia de su fundador. Sin embargo, todos estos avances tecnológicos requerían de una importantísima inversión. Quizá hoy cuesta entenderlo por meros prejuicios, pero Lancia era una auténtica marca de lujo y producir sus coches costaba mucho dinero.

Con el tiempo, eso tuvo sus consecuencias y, en 1969, la compañía estaba al borde de la desaparición. Fue entonces cuando acudió Fiat para rescatarla. A partir de entonces, Lancia entró en una nueva era, ya no tenía la libertad de antes para desarrollar sus productos, sino que dependía de la autorización de Fiat.

Aun así, la marca italiana siguió produciendo vehículos extraordinarios, como el espectacular Stratos, el Beta y sus respectivas variantes, el Delta o el Thema, del cual, hubo una versión denominada 8.32, equipada con un motor Ferrari V8 de 32 válvulas, una locura impensable hoy día. 

Citroën y su savoir faire

Un camino similar al de Lancia fue el de Citroën. La compañía fue fundada más tarde, en 1919, por André Citroën, un auténtico visionario y un hombre que revolucionó, no sólo el automóvil, sino también otros sectores como la publicidad.

‘Si mañana hace buen tiempo, mira hacia el cielo’. Este fue el enigmático mensaje que muchos parisinos leyeron en los diarios locales el 3 de octubre de 1922, en la víspera de la apertura del XVII Salón del Automóvil de París. Nadie podía sospecharlo, pero se trató de una genialidad de André.

En aquella época, la aviación era una tecnología de vanguardia que ya había experimentado un notable avance durante la Primera Guerra Mundial, cuando se produjeron los primeros combates aéreos. 

Por otro lado, el desarrollo del automóvil iba en aumento. Así que Citroën decidió unir estos dos avances para conquistar un novedoso soporte publicitario: el cielo. Pero primero había que generar expectación en el público, por ello apareció ese mensaje en los dos principales periódicos de la capital gala.

Al día siguiente, 4 de octubre, el mismo día de la inauguración de la cita automovilística, empezó a escucharse el ruido de un avión que, de repente, empezó a soltar humo. Parecía que tenía algún problema mecánico, hasta que empezó a dibujar unas letras en el cielo: ‘Citroën’, podía leerse.

Este hecho explica muy bien el carácter de André Citroën. Esa misma filosofía, ese mismo afán por sorprender a los demás lo plasmó en sus coches. Así, en la década de los 30 llegó el Citroën Traction Avant, el primer coche europeo con tracción delantera.

Esto era todo un avance, ya que mejoraba notablemente la manejabilidad y la seguridad. En 1938, sólo cuatro años después del lanzamiento del Traction Avant, Citroën empezó a trabajar en su reemplazo. Sin embargo, el estallido de la Segunda Guerra Mundial lo impidió.

No obstante, en esta década también hay un importante lunar para Citroën: su primera bancarrota, lo cual hizo que Michelin, obligado por le estado francés, se hiciera cargo de la compañía. 

El Citroën DS y la Revolución francesa

Citroën y Lancia

Hubo que esperar hasta mediados de los 50, exactamente, a 1955, para ver una auténtica obra de arte, uno de los mejores automóviles de toda la historia y también uno de los más bonitos: el Citroën DS.

Todo en el DS era revolucionario, empezando por su diseño, pero, sobre todo, había un elemento único en aquel momento: la suspensión hidroneumática. Es sabido que a Citroën siempre le ha preocupado la suspensión y, tradicionalmente, se ha caracterizado por hacer coches muy confortables.

Esto ya se vio en el 2 CV y su suspensión “capaz de transportar una cesta de huevos sin romperse” en un entorno rural. Pero el DS iba más allá. No sólo eso: era un coche que aventajaba en diez o quince años a sus competidores.

El ‘Tiburón’ fue el primer coche en equipar una suspensión hidroneumática que mejoraba claramente el confort de marcha, pero también la seguridad, ya que absorbía mucho mejor los baches y permitía que el coche pudiera circular con tres ruedas. 

Pero no quedaba aquí la cosa: el DS fue el primer automóvil en montar unos discos de freno, ubicados en el tren delantero, los frenos hidráulicos y la dirección asistida, lo que facilitaba la maniobrabilidad. Ni los Rolls-Royce de la época ofrecían una experiencia de conducción como la berlina francesa.

Otros detalles innovadores del DS fueron su alargado y esculpido capó, construido en una sola pieza y en aluminio, o los faros direccionales a partir de la segunda serie. Uno de los dos faros de cada grupo óptico giraba en el mismo sentido que el volante.

Por todo esto, el Citroën DS se puede considerar uno de los mejores automóviles de toda la historia. Sin embargo, esto también tiene un coste. El desarrollo de la berlina requirió un desembolso muy potente que dejó a la compañía tiritando. 

Más tarde, Citroën compró Maserati y nació otro de los emblemas de la marca, el Citroën SM, un vehículo no menos espectacular que el DS, un auténtico GT para viajar con estilo y mucha distinción. 

Además de la suspensión hidroneumática, montaba un motor Maserati V6 a 90 grados que rendía 170 CV. El SM fue un coche muy caro, pero, a pesar de lo que se cree, no tuvo malas cifras de ventas, aproximadamente 13.000 unidades, entre finales de 1970 y principios de 1975, cuando cesó su producción.

El declive

Citroën y Lancia-10

Pero, al igual que pasó con Lancia, los años 70 marcaron la caída de Citroën, hasta la quiebra total. Hubo varios motivos que explican la bancarrota de la marca francesa, aunque eso da para otro capítulo.

Pero, básicamente, se pueden resumir en los altos costes de producción de los automóviles y la crisis del petróleo, que provocó el fracaso de una inversión multimillonaria para desarrollar un motor rotativo Wankel (el Citroën GS Birotor) y la construcción de una nueva planta para la producción del nuevo CX.

Esto produjo un agujero financiero enorme que hizo que, en 1975, Peugeot se hiciera cargo de Citroën. A partir de entonces, la vida de la marca gala ha estado siempre condicionada a lo que decía la dirección de Sochaux. 

Citroën y Lancia, las marcas que fueron víctimas de su propia ambición

Como vemos, Citroën y Lancia son dos marcas que fueron víctimas de su propia ambición, de ese afán de superación que las llevó a casi desaparecer. Dos fabricantes que hacían coches sin pensar en los márgenes de beneficios, sino en ofrecer el mejor producto posible. 

El desenlace de esta historia ya la conocemos todos. Lancia entró en una profunda decadencia a partir de los 90, hasta su desaparición definitiva en la década de 2010 (salvo en Italia). Ahora vuelve a resurgir, integrada en el conglomerado de Stellantis, aunque con una filosofía diferente. 

Por su parte, Citroën sigue viva y no ha parado de desarrollar nuevos modelos en todos estos años, algunos de notable éxito, como el BX, el Xantia, el Xsara… Hoy, puede decirse que goza de buena salud, aunque ha perdido buena parte de la esencia que tuvo. Incluso, renunció a sus famosas suspensiones hidroneumáticas. 

Nadie consideraría hoy a Citroën y Lancia como marcas de lujo, pero lo cierto es que lo fueron. A veces, incluso, alcanzando estándares de calidad superiores a modelos muchos más caros. Por ello, ambos fabricantes merecen un lugar destacado en la apasionante historia del automóvil

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