BMW X5 M y X6 M: los SUV más potentes

Lanzar en estos momentos demostraciones de poderío como lo son el X5 M y el X6 M puede resultar para algunos un tanto altanero e irritable. Aunque para otros, como yo, estos superdotados representan fielmente el estratosférico nivel en el que se encuentra la industria del automóvil.

Después de haber probado semejantes aparatos, estoy convencido que la magia del departamento técnico de M-Thecnics es capaz de transformar cualquier cosa con ruedas en un exclusivo deportivo de prestaciones espectaculares. Los 2.380 kg que pesan estos mastodontes han debido ser un gran reto para los ingenieros de BMW, ya que conseguir dinamizarlos tal y como lo han hecho, es una tarea francamente complicada. Te doy un dato: para poder detener semejantes moles los cuatro discos de frenos que montan son de casi ¡400 mm de diámetro!

El motor que utilizan es el mismo que del 750i y el X6 xDrive50i (408 CV), aunque con turbos de entrada doble (con una presión de soplado de hasta 1,5 bares), diferentes pistones y árboles de levas y un sistema de refrigeración optimizado. ¿Resultado? Un corazón de 555 CV que late con la fuerza de un Panzer.

Pero antes de contarte de lo que son capaces estos grandullones, te diré que, para la gran mayoría, por fuera pasan bastante desapercibidos. Apenas unos cuantos detalles estéticos son los encargados de dilucidar que no estás ante un X5 y X6 normales y que sus precios duplican a los de sus hermanos turbodiésel de 235 CV: llantas de 20 pulgadas, cuatro salidas de escape, paragolpes específicos, aberturas en las aletas delanteras… Por dentro, delatan todavía menos lo que guardan en sus entrañas, tan sólo el volante de mayor grosor, los asientos deportivos y un cuadro de instrumentos que llega a ¡300 km/h!

Pulso el botón Start del salpicadero. El sonido es grave y metálico, tal vez demasiado –sobre todo en frío- porque en un garaje la gente reacciona dando un pequeño respingo pensando, ¿qué demonios es eso?

Los primeros compases me los tomo con cautela. El cambio M Sport realiza las transiciones de forma tan suave que no noto diferencias con el de otras versiones. Al poco rato, me dirijo a las afueras de la ciudad para ver de lo que son capaces. En una de las autopistas de salida, compruebo la impresionante facilidad que tienen para ganar velocidad. El carril izquierdo se queda despejado tras apartarse un coche, hundo el pie derecho y salgo disparado tan rápido que en pocos segundos voy a velocidad de perder el carné.

Visto lo visto, y como me gano la vida conduciendo, decido ir a un circuito. Pulso el botón M que activa el M Drive. Motor, cambio, suspensión y dirección se ponen en tensión para ofrecer el máximo. De repente, ambos se convierten en auténticos deportivos devoradores de rectas, curvas, chicanes y cambios de rasante. ¿Quieres más? Con el paquete Drive M, la velocidad máxima sube a 275 km/h e incluye un curso de conducción.