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La paradoja de Alemania, quiere coche eléctrico y anuncia más dependencia del carbón

La paradoja de Alemania, quiere coche eléctrico y anuncia más dependencia del carbón

La transición hacia el coche eléctrico está en marcha y con la maquinaria funcionando a pleno rendimiento. La mayoría de los fabricantes de automóviles están invirtiendo grandes cantidades de dinero para electrificar su gama de modelos en los próximos años y la tendencia es que vaya a más. En este sentido, Alemania está siendo, una vez más, la locomotora, pero con una gran paradoja

El aumento del interés por desarrollar el vehículo eléctrico se produce, en buena parte, por las políticas de las autoridades europeas. Sin ir más lejos, hace poco el Parlamento Europeo aprobó la prohibición de fabricar motores de combustión interna a partir de 2035.

Aunque, gracias a una enmienda presentada por un grupo de diputados italianos, habrá algunas excepciones para los fabricantes más exclusivos, cuya producción no exceda de las 10.000 unidades anuales, caso de marcas como Ferrari, Lamborghini o Bugatti. Una excepción que se ha conseguido gracias a la llamada ‘enmienda Ferrari’.

La decisión comunitaria de vetar los motores de combustión interna a partir de 2035, una propuesta lanzada por la Comisión de Medio Ambiente, se justifica en el objetivo de reducir las emisiones de CO2 en los próximos años: un 55% en 2030, en comparación con los valores de 1990, y alcanzar la neutralidad de carbono en 2050

Pero suele ocurrir que, cuando se toman decisiones muy a largo plazo, no se pueden tener en cuenta factores externos que pueden impedir la consecución de los objetivos fijados. Y es lo que está pasando con la guerra en Ucrania.

Desde hace meses, prácticamente un año, Europa asiste perturbada a una inflación tan aguda que habría que retroceder varias décadas en el almanaque para recordar un momento parecido. Una escalada en el coste de la vida motivada por el incremento del precio de la energía que, a su vez, se ha visto agravada por la guerra.

Y, aunque el objetivo de este artículo no es analizar las causas que han provocado la invasión de Ucrania por parte de Rusia y sus consecuencias geopolíticas y económicas, sí conviene subrayar que buena parte de Europa depende del gas y del petróleo rusos, concretamente, un país que, además, no es un país cualquiera: Alemania.

 

A través del gaseoducto Nord Stream 1, la compañía rusa Gazprom suministra gas a Alemania. Pero Gazprom anunció el pasado 15 de junio que había empezado a reducir ese suministro, tal y como cuenta el diario El País, alegando razones técnicas y logísticas. 

Pero Alemania está preocupada porque depende de ese gas para calentarse. No ahora, en verano, con las reservas de gas por encima del 57%, sino de cara al invierno, en una zona de Europa donde se registran temperaturas muy bajas y la calefacción es vital para sobrevivir. 

Así que, para evitar problemas relacionados con la falta de gas, ha tomado una solución completamente alejada de los postulados ecologistas que imperan en la actualidad, no solo en el país teutón, sino también en toda la Unión Europea: volver a quemar carbón.

Efectivamente, eso que suele conocerse como la realpolitik ha llevado al gobierno alemán, en cuya coalición está el partido ecologista de Los Verdes, a reactivar sus viejas plantas de carbón ante el riesgo de la falta de suministro energético desde Rusia. Alemania había prometido abandonar el carbón en 2030 y, sin embargo, ahora vuelve a recurrir a él

“Es una decisión amarga, pero necesaria”. Así lo ha dicho Robert Habeck, ministro de Economía y Clima del gobierno alemán, perteneciente, además, al partido ecologista. “Para reducir el consumo de gas, se debe usar menos gas para generar electricidad. En su lugar, se tendrán que utilizar más las centrales de carbón”, añade. 

Esta decisión también guarda sintonía con las sanciones que la UE está imponiendo a Rusia, como castigo por la invasión de Ucrania. La idea central es no depender tanto de la energía rusa para, así, no financiar “su” guerra. Aunque ello implique contaminar más… quemando carbón.

Hace unos meses, cuando la prohibición de los motores térmicos en 2035 era solo una propuesta, uno de los países que no estaban muy a favor era la propia Alemania, junto con Francia e Italia. 

Mientras Francia pedía retrasar la fecha a 2040, Alemania pedía que los motores de combustión convivieran con los eléctricos. Hay que tener en cuenta el peso significativo de la industria automotriz en el país, con muchos puestos de trabajo en juego.

Sin embargo, la guerra entre Rusia y Ucrania motivó un cambio de mentalidad: potenciar el coche eléctrico para, así, no depender del petróleo ruso. Ahora, Alemania sí está a favor de prohibir los motores de combustión en 2035 y acelerar la electrificación del parque móvil.

Si embargo, al mismo tiempo que incentiva el desarrollo y la compra de vehículos a baterías, Alemania toma la decisión de volver a quemar carbón para tener energía. 

En el total de las emisiones de CO2 que se expulsan a la atmósfera, los coches representan en torno a un 12%. Sin embargo, las autoridades ponen el foco en el coche eléctrico como medida necesaria para combatir el cambio climático, mientras se quema carbón y gas para obtener la electricidad que será necesaria para mover esos coches. 

Y mientras se vuelven a quemar ingentes cantidades de carbón para tener energía y afrontar el invierno cuando llegue. Es la gran paradoja de Alemania y de Europa.

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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