Land Rover Freelander, ventajas y desventajas de comprar uno de segunda mano
Un SUV barato, con buenas capacidades off-road
¿Estás buscando un vehículo funcional, amplio y cómodo para circular por carretera, pero también por el campo, y dispones de poco presupuesto? Un Land Rover Freelander podría ser una buena opción. Te ofrecemos las ventajas y desventajas de comprar uno de segunda mano.
Actualmente puedes encontrar en el mercado una amplia oferta de vehículos SUV, crossovers y todoterrenos, aunque la mayoría de ellos no están pensados para circular por superficies exigentes con relativa comodidad.
O, al menos, están concebidos, principalmente, para asfalto, con alguna pequeña incursión por el campo. Normalmente, los todoterrenos son más caros y los todocaminos no están preparados para una conducción off-road, por mucho que la estética nos lleve a pensar lo contrario.
El Freelander es una opción muy interesante para aquellos que habitualmente se mueven por el campo y necesiten un todoterreno económico y robusto. Veamos cuáles son sus ventajas y desventajas.
Ventajas de comprar un Land Rover Freelander de segunda mano: el precio
Sin duda, es el aspecto más atractivo. El todoterreno británico fue lanzado al mercado en 1996 y tubo dos generaciones, hasta que la marca dejó de fabricarlo en 2015.
El arco de precios es muy amplio, pero puedes encontrar los Freelander de primera generación a partir de unos 4.000 euros, dependiendo de su estado de conservación y kilometraje.
Por su parte, el modelo de segunda generación, a partir de 2005, se encuentran actualmente en una horquilla de precios entre 10.000 y 15.000 euros, aproximadamente. Es, por tanto, más barato que cualquier todoterreno actual, con características similares.
Cualidades todoterreno
Como buen Land Rover, el Freelander está muy bien dotado para circular por superficies rotas y superar obstáculos relativamente exigentes. No llega al nivel de un Land Rover Discovery ni de un Range Rover, pero es mejor que muchos SUV.
De las dos generaciones, el ‘más todoterreno’ era la primera, que incluye un diferencial central de acoplamiento viscoso y tenía tracción 4x4 permanente.
En cambio, la segunda generación ya monta un embrague multidisco Haldex que traslada parte de la potencia del motor al eje trasero cuando lo requería. Por tanto, no, en circunstancias normales, hablamos de un 4x2.
Sin embargo, el Freelander II cuenta con un equipamiento tecnológico superior y está equipado con el sistema ‘Terrain Response’, que modifica diversos parámetros, como la suspensión, la dirección, el control de tracción o el acelerador, entre otros, para adaptarlos al terreno.
El programa ‘Terrain Response’ incluye cinco modos de conducción: 'Normal', 'Barro y Roderas', 'Hierba, Gravilla y Nieve' y 'Dunas y Arena'. Además, se combina con un control de descensos.
Buenos acabados interiores
Land Rover es una marca premium, por tanto, el interior del Freelander está muy cuidado, utilizando materiales de muy buena calidad, así como un nivel de ajuste elevado.
Esto es así, especialmente, en la segunda generación, que es la más reciente. No obstante, la primera generación no desentona demasiado. Otro aspecto positivo es la presencia de numerosos botones físicos y la ausencia de tableros digitales.
Confort de marcha
Una de las principales cualidades del todoterreno británico es, además de sus capacidades off-road, el extraordinario confort de marcha. Es un vehículo muy cómodo, gracias al tarado blando de las suspensiones.
Ya en su época era un coche más confortable que muchos de sus rivales, pero es que sigue siéndolo todavía hoy, si lo comparamos con algunos de los SUV actuales, cuyo tacto de conducción es muy similar a un turismo.
Esto lo convierte en un todoterreno muy apto para realizar largos viajes con toda la familia.
Buen maletero
El Freelander de segunda generación destaca por tener un maletero amplio, con 405 litros de capacidad. Puede que no sea una cifra sobresaliente para los estándares actuales, pero no estaba nada mal para su época.
Además, el volumen es muy aprovechable, gracias a las formas cúbicas del maletero y al amplio portón. La capacidad se puede aumentar hasta los 755 litros si se carga hasta el techo, quitando la cortinilla. Por tanto, queda un espacio de carga muy grande.
Desventajas: pocas motorizaciones
El Freelander no destacaba por ofrecer una amplia oferta de motores. La segunda generación cuenta solo con dos turbodiésel, eD4 y SD4. En ambos casos, se trata de un bloque 2.2 de cuatro cilindros, con 150 y 190 CV, potencias más que suficientes.
En esencia, el motor es una evolución del que utilizaba el Freelander de 2006. Por su parte, la primera generación estrenó un motor diésel de 2.0 litros y 97 CV, que resultaba muy tosco, pero era muy fiable.
Este bloque fue sustituido luego por un turbodiésel de 112 CV que ofrecía un mejor rendimiento. Si quieres comprar un Freelander de primera generación, nuestra recomendación es que busques uno con el segundo motor.
También había dos versiones de gasolina, con 117 y 177 CV, aunque estas opciones son menos recomendables por su elevado consumo.
Ausencia de Reductora
Además de tracción total, un auténtico 4x4 debe contar con reductora. Como ya has visto, el Freelander II, que es el más reciente, no cuenta ni con la una ni con la otra (la tracción total no es permanente)
Es cierto que estas dos carencias quedan disimuladas gracias al ‘Terrain Response’ y al control de descensos. Y, seguramente, sea suficiente para afrontar la mayoría de situaciones en tu día a día. Pero no es lo mismo que un 4x4 con pedigrí.
Etiquetas: Todoterrenos
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