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COMPARATIVA: Porsche Speedster, juntamos las tres primeras generaciones

El Speedster es un modelo que siempre ha causado admiración. Juntamos la penúltima generación de este mítico deportivo con sus antepasados para disfrutar de un día de puras sensaciones.

El Porsche 356 era un modelo sencillo y está claro que nadie se molestó por eso. El primer Speedster vio la luz en 1954 y no lo hizo para que nadie fardara a su costa, sino para que aquellos que contaban con un presupuesto limitado pudieran correr a todo trapo. 

Ningún Porsche era entonces tan barato pero, eso sí, su coste estaba tan lejos del bolsillo del ciudadano corriente como la sede central de Porsche (en la ciudad alemana de Zuffenhausen) lo está de California, que es donde tuvo más éxito y donde se vendió mejor. 

Lo único en lo que se asemeja el penúltimo Speedster al 356 de aquellos tiempos es en los números, porque se trata de una edición limitada a 356 ejemplares. Por lo demás, el purista de antaño se ha convertido en un lujoso deportivo de más de 200.000 euros al que, quizás, lo único que le falta para ser lo más de lo más es una acompañante con glamour, un velocímetro adornado con cuero y colonia Porsche Design Essence en vez de agua para limpiar el parabrisas.

¿Por qué es divertido reducirlo todo al máximo? ¿Qué significa ponerse al volante de un Speedster? Sin dudarlo me he puesto mis guantes de cuero más elegantes y me he dirigido a orillas del Mediterráneo con tres de ellos para contarte la experiencia. En mis manos tengo, además, la versión ampliada del 911 Speedster, del que en 1989 se fabricaron 2.103 ejemplares con motor de 231 CV. Y, para terminar, el 997. Está disponible en color azul puro o en blanco tipo mármol de Carrara. Su propulsor entrega 408 CV de potencia.

El 356 enseguida deja claro que es un coche espartano y te obliga a renunciar a cualquier comodidad al volante. Es muy delgado y estrecho. El asiento del conductor va sobre una base de madera y parece más pensado para jockeys que para conductores. Además, para poder sentarme detrás de su volante XXL me veo obligado a hacer un ejercicio de contorsionismo digno de un espectáculo circense. 

 

Arranco y tras los 17 segundos que tardo en ponerme a 100 km/h, reduzco una marcha y cuento hasta cinco, me santiguo antes de frenar y agarro la palanca (que parece que mide un metro y medio) como si me fuera la vida en ello. Levanto el pie un poco del acelerador y caigo en una trampa mortal, ya que el primer Speedster lleva los genes del VW Escarabajo y los semiejes se ponen a bailar un tango cuando encaro el vértice de la primera curva.

Comparativa generaciones Porsche Speedster

El Speedster rojo de 1989 es harina de otro costal. Para este modelo ya había lujos como el climatizador o la radio Blaupunkt, pero la verdad es que sigue siendo un aparato de gimnasio que desconoce la expresión dirección asistida. Eso explica el hecho de que tenga agujetas en el antebrazo, que un pisotón al freno lo sienta hasta la nuez o que el embrague sea tan duro como una piedra.

El 997 Speedster toma las curvas sin problemas

El 911 Speedster de la generación 997, en cambio, incorpora todas las comodidades posibles. ¿Embragar? Lo hace él solo. ¿Cambiar de marcha? Su PDK lo hace mejor que el mismísimo Walter Röhrl. ¿Frenar? Acciona los frenos cerámicos y deja que el ABS se ocupe del resto. ¿Acelerar? A toda mecha, siempre y en cualquier sito. Los amplios neumáticos de medida 305 garantizan todo el agarre del mundo, el diferencial autoblocante reparte bien los 420 Nm de par máximo, el sistema PSM (Porsche Stability Management) es tu ángel de la guarda perpetuo y los amortiguadores regulables trazan siempre la curva perfecta. 

¡Hemos rescatado el Audi Quattro de Walter Röhrl!

¿Se trata entonces de un tipo hecho para abueletes ricos sin ambiciones deportivas? En absoluto.  El penúltimo Speedster es como dos coches en uno: un rodador ejemplar y un genio de las curvas. Como lo primero, se pone enseguida en la última marcha, se mueve pacíficamente entre las 2.000 y las 4.500 vueltas y rueda por las carreteras de montaña como Pedro por su casa. Como deportivo, se activa el cambio de marcha manual y la regulación de la dinámica de conducción en modo Sport o Sport Plus, se desconecta el control de estabilidad y pone todos los sentidos sobre el asfalto. 

Su motor entrega el par máximo a 4.200 rpm y los 23 CV extra entre 6.000 y 7.500 vueltas. Tarda medio segundo menos en pasar de 0 a 100 km/h (4,4 en vez de 4,9 segundos) y logra un velocísimo paso de primera a segunda y de segunda a tercera marcha al transitar entre curva y curva. El potente seis cilindros te peina el pelo en las rectas, te lo riza en las curvas y te hace un peinado a lo Marge Simpson cuando subes a la montaña.

Comparativa generaciones Porsche Speedster

Aunque la ágil dirección ata en corto al eje delantero, el Speedster ha dejado atrás algunas de las malas costumbres que daban miedo de la anterior generación: se acabaron la caprichosa inercia de la parte trasera, la sensación de flotabilidad y los exasperantes temblores. La extrema diferencia de medida de sus neumáticos, los de delante son unos estrechos 235 y los de detrás tienen una huella 34 mm mayor, produce un subviraje tardío y un sobreviraje aun más retardado.

El viejo Speedster obtiene de su cuatro cilindros de 1,5 litros un par motor de 106 Nm. Nada de fallos de encendido ni de sobrecalentamientos. Lo único que no está a la altura de los tiempos que vivió son sus faros de seis voltios. Las ventanillas laterales tiemblan como locas con el viento y con la capota cerrada tiene el mismo encanto de los cabrios más míticos.

La capota es ahora más sencilla de manejar

La del modelo del 89 no ganaría nunca un concurso de belleza, pero al menos no hacía falta ser ingeniero industrial para saber cerrarla. El Speedster más moderno de la comparativa no tiene problemas con eso, ya que el techo se abre y se cierra eléctricamente, pero eso sí, requiere de cierto proceso manual que te dificulta un poco las cosas.

El tema se complicaría algo más en caso de vuelco, porque los arcos de seguridad (que se despliegan automáticamente) destrozarían la luna trasera. Al fin y al cabo, la capota sólo está pensada para que no te cales si aparece la lluvia y para permitirle alcanzar los 305 km/h que este modelo declara como velocidad punta.

Comparativa generaciones Porsche Speedster

La división de lujo de Porsche ha inventado el 997, cuyo precio (226.169 euros) habla por sí solo. Para esta serie especial, el equipo dirigido por Wolfgang Schmierer tuvo que tirar de lo que tenía: el parabrisas procede del Boxster, la carrocería del Carrera 4S, las puertas y el techo de aluminio son del Turbo y las piezas adicionales corresponden al paquete Sport Design. Eso sí, la capota, el tarado del chasis con barras estabilizadoras traseras más gruesas y el lujoso interior son novedades absolutas.

Todos tienen su encanto, ¿con cuál te quedarías?

Esta mañana veía las cosas de un modo distinto antes de empezar esta jornada de ensueño. El viejo Speedster me parecía una copia aplastada del Volkswagen Escarabajo, el Speedster del 89 un modelo para abueletes ricachones con ganas de invertir y el 997, una alternativa pija y cara del futuro 911 Carrera GTS Cabrio. 

Comparativa generaciones Porsche Speedster

Pero, oye, ha sido esconderse el sol tras el horizonte y me he puesto sentimental. Será porque se ha terminado el día y va a ser muy difícil tener otra oportunidad como esta. Una jornada donde he podido volver a conducir este coche blanco, que ha pasado a la historia por ser el primer deportivo con un concepto rompedor. El automóvil rojo, por su parte, se ha convertido en un Porsche 911 de la vieja escuela: honesto pero agresivo, carismático pero menos sociable, atractivo, algo seco y pragmático. Y lo mejor queda para el final y será más fácil que lo vuelva a conducir, el novedoso modelo azul llamado 911 Speedster. Sólo 356 afortunados tienen en su garaje este coche que vale igual para que te miren como para salir pitando; para fanfarronear y para provocar; para invertir y para ahorrar. De sus genes puristas, de la esencia del 356... ya no queda apenas nada.

Conclusión

La sencillez es muy atractiva. Porsche domina a la perfección desde hace décadas el arte del minimalismo: difícil elegir entre el purista sobrio (356) o el coche perfecto de la gama más exclusiva (911), pasando por un aguerrido atleta de 1989. ¡Me quedo con los tres!

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