Logo Autobild.es

Los motores de competición que pasaron a deportivos de calle

El caso del Mercedes-AMG Project One solo es el último de una lista de motores que saltaron de la pista a la carretera.

El departamento de marketing de Mercedes sabe bien lo que hace: tuvo a público y prensa a la espera, cada vez con más expectativas, de lo que se anunciaba como un Fórmula 1 de calle. Dicho título era más que suficiente para generar interés y el resultado final, el Mercedes-AMG Project One, cumplió con el hype generado. Puede que su estética recuerde más a modelos de Le Mans que a un monoplaza, pero la afirmación fue cierta puesto que el motor que emplea está derivado del que monta el F1 de Lewis Hamilton. Es solo el último ejemplo, pero ya ha habido casos anteriores (no muchos, todo sea dicho) de propulsores de competición que han dado el salto a las carreteras.

VÍDEO: De la F1 a la calle, Mercedes-AMG Project ONE

Centrémonos primero en la creación de la marca alemana, puesto que es la mayor demostración de tecnología puntera. El núcleo de su apartado mecánico lo forma el bloque gasolina 1.6 V6 turbo derivado de la F1, pero está asociado con otros cuatro motores eléctricos, uno montado sobre cada rueda, para crear un sistema híbrido con tracción integral y una potencia final de más de 1.000 CV. Por su naturaleza, y por ser capaz de subir hasta las 11.000 vueltas, el V6 tendrá que ser reconstruido aproximadamente cada 50.000 kilómetros.

Remontándonos a principios de la década, hay que fijar la mirada en una de las maravillas de Porsche: el Carrera GT. La bestia alemana estaba animada por un gutural motor V10 de 5,7 litros y 612 CV de potencia que, asociado a un sistema de propulsión trasera y a una caja de cambios manual de seis relaciones, lanzaba al deportivo de 0 a 100 km/h en 3,9 segundos. Lo que quizá no sea tanto de conocimiento general es que, en origen, el bloque estaba pensado para competición.

Porsche Carrera GT: al volante del mito

La génesis del propulsor se encuentra en uno que el fabricante alemán desarrolló a principios de los 90 para que lo utilizase la escudería Footwork Arrows en su Fórmula 1 en el año 1992. Sin embargo, el proyecto no llegó a buen puerto, por lo que se redirigió su uso para un prototipo que iba a competir en LeMans en el 99. De nuevo quedó en agua de borrajas, en parte por el cambio de reglamento que tuvo lugar y en parte por la decisión de Porsche de centrarse en el Cayenne (apuesta que ha dado réditos y de qué manera). Así, el V10 llegó todavía virgen al Porsche Carrera GT.

Aún así, no estamos ante el primer caso remarcable de este tipo. Ese honor le corresponde a un modelo icónico de la historia del motor, solo venido algo a menos por la alargada sombra de su predecesor: el Ferrari F50.

Desde Maranello vieron una posibilidad de sinergia con su escudería de Fórmula 1, así que decidieron utilizar como base el motor de su monoplaza, el 641, que en 1990 consiguió la victoria en seis grande premios. Se trataba de un bloque 3.5 V12 de 700 CV que, durante los cinco años que duró el proceso hasta que el F50 vio la luz en 1995, fue domado y relajado para un uso de calle. El resultado final fue un V12 de mayor cilindrada (subió hasta los 4,7 litros) pero menos potente, con ‘solo’ 520 CV.

Descubre más sobre , autor/a de este artículo.

Conoce cómo trabajamos en Autobild España.