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Ford Focus, para nosotros, esta es la mejor generación

La mejor generación del Ford Focus
Mucho donde elegir.

Hace un año Ford presentó la cuarta generación del Ford Focus, un compacto superventas que cuenta con más de dos décadas de historia a sus espaldas. Se trata de un modelo con un largo recorrido, por lo que hay mucho entre lo que elegir. Aunque ha sido difícil, esta es para nosotros su mejor generación.

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Lo lógico sería apuntar a la recién llegada como la óptima, puesto que con el paso del tiempo todos (al menos la mayoría) los coches se vuelven mejores, están más cargados de tecnología, son más seguros y montan motores más eficientes y potentes. Pero eso sería lo fácil.

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Para nosotros la mejor generación del Ford Focus es la segunda. Al original hay que rendirle tributo por “abrir la lata” allá por 1998, pero su sucesor, que llegó en 2004, perfeccionó el concepto, lo llevó a otro nivel en sus versiones RS y, además, presentó una gama de variantes más amplia de las que nunca ha vuelto a tener el compacto.

La silueta del modelo, caracterizada por un fino frontal y una zaga algo más “culona”, cambio para aumentar su presencia delantera, creciendo tanto la parrilla como los faros. El conjunto daba la sensación de ser más voluminoso. En su lanzamiento su gama mecánica estuvo formada por motores gasolina y diésel, siendo la mayoría los primeros, que en términos generales fueron más potentes que la oferta inicial del primer Focus, oscilando entre los 80 y los 145 CV de potencia.

Repetían en la gama versiones ya vistas en su predecesor, como fue el caso del sedán, del versátil Sportbreak (que ha continuado hasta nuestros días) o del ST, que con 225 CV era más potente incluso que el RS de la generación previa. Pero también supuso el estreno de una versión descapotable con techo duro retráctil denominada Focus CC y que podríamos considerar flor de un día puesto que no tuvo reemplazo.

Mención aparte merece el Focus RS. En la primera generación se situó como la versión tope de gama, con 215 CV, pero en la segunda se radicalizó mucho más. Su motor 2.5 turbo gasolina llegó hasta los 305 CV de potencia y su imagen era mucho más agresiva, con una enorme entrada de aire en el paragolpes delantero, pasos de rueda realmente musculados y tres exclusivos colores de carrocería, dos de ellos bastante llamativos.

Si la trayectoria de la segunda generación fue buena, su adiós fue por todo lo alto: el RS500 fue un broche final en forma de edición limitada de 500 unidades, decorado en un espectacular negro mate y llevando el propulsor del RS “normal” hasta los 350 CV, todos ellos enviados a las ruedas delanteras.

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