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Cuando BMW sacó un espectacular deportivo híbrido con motor de tres cilindros

BMW i8

Un adelantado a su tiempo.

Hay coches que, por un motivo u otro, son incomprendidos. En muchos casos de trata de vehículos adelantados a su tiempo, precursores a los que el paso de los años otorga el lugar que se merecen. BMW cuenta con algún que otro caso en su historia, siendo el más reciente el de deportivo híbrido con motor de tres cilindros.

Esta configuración, que ha día de hoy sigue siendo peculiar, no tanto por la hibridación si no por el hecho de tener un tricilíndrico como elemento central, es la que dio vida al ya extinto BMW i8, una propuesta peculiar y diferente a lo que ofrecían sus coetáneos.

El deportivo nació en 2014, un momento en el que la electrificación no es que se encontrara en sus albores, pero en el que desde luego no gozaba de la popularidad y omnipresencia actuales. Que viera la luz fue un proceso largo, puesto que su germen se encuentra cinco años todavía más atrás, con la presentación del prototipo BMW Vision EfficientDynamics

 

Este ya adelantaba el diseño del modelo, muy deportivo y de formas esculpidas, que otorgaba un enorme protagonismo a la aerodinámica (CX de 0,26) y llamaba la atención por detalles como, por ejemplo, el sistema de apertura de sus puertas.

También se puso especial atención a la ligereza, empleando materiales como el aluminio y el CRFP, que permitieron contener el peso a unos 1.500 kilos que, además, se repartían de manera perfecta entre ambos ejes (50:50).

Lo que, sin embargo, le hizo destacar en el mercado, fue el hecho de ser un coche híbrido enchufable, algo que por aquel entonces no se estilaba mucho en general y menos todavía entre los deportivos.

El elemento central era un motor 1.5 tricilíndrico turbo que desarrollaba una potencia de 231 CV. Actuaba sobre las ruedas traseras, mientras que sobre las delanteras hacia lo propio un bloque eléctrico de 131 CV. De esta manera, el conjunto entrega una potencia de 362 CV.

Su periplo tuvo otro punto destacado en 2017, puesto que aquel año se lanzó la esperada versión descapotable, que llegó acompañada de una actualización mecánica.

Manteniendo la misma base, pasó a montar una batería de mayor capacidad (11,6 kWh) y a mejorar el motor eléctrico, que ganó 12 CV para alcanzar los 143 CV y así elevar la potencia del conjunto hasta los 374 CV. Gracias a ello conseguía acelerar de 0 a 100 km/h en 4,4 segundos, mientras que su autonomía eléctrica, con 55 km, le daba la etiqueta CERO de la DGT.

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