La entrada en vigor de la nueva norma de emisiones Euro 7 estaba prevista inicialmente para el 1 de julio de 2025. Sin embargo, la presión ejercida por hasta nueve estados miembros de la Unión Europea podría llevar a retrasar la normativa hasta 2027 en el caso de los turismos y hasta 2029 para los vehículos industriales.

Esta decisión, si finalmente se aprueba, ya que aún está previsto que el Parlamento Europeo se pronuncie al respecto, supondría también una relajación de los límites que en un principio iba a imponer la Euro 7, algo que sin duda tiene un efecto positivo en la industria del automóvil por tres razones principalmente.

¿Adiós al cambio de marchas manual? La Euro 7 podría ser su verdugo

Tres razones por las que el retraso de la Euro 7 es una buena noticia

Para empezar, Europa seguirá disfrutando de coches más baratos durante más tiempo. Por todos es sabido que, para cumplir con la nueva norma Euro 7, los fabricantes deberán hacer una gran inversión en ingeniería, investigación y desarrollo para lograr motores térmicos que sean más eficientes.

Esta inversión, que llega en un momento en el que la mayoría de la industria está apostando por el coche eléctrico, necesita ser amortizada en el tiempo, y la forma de hacerlo es aumentando el precio de los coches nuevos, lo que supondría un impacto realmente negativo para unos vehículos que ya son demasiado caros dada la inflación de los últimos meses.

Otra razón de peso por la que este retraso se acogería con los brazos abiertos es que muchas fábricas en Europa, y también en España, seguirían construyendo coches, lo que genera empleo y riqueza a nivel local.

El propio Luca de Meo, CEO de Renault y presidente de la Asociación de Fabricantes Automovilísticos Europeos (ACEA), ya avisó en enero de este año del posible cierre de plantas en Europa por el encarecimiento de los coches nuevos de entrar en vigor una norma de emisiones tan estricta como se prevé que será la Euro 7.

Por último, la tercera razón de peso que permitiría ganar sentido a este retraso es que aportaría tiempo adicional para generar estructura eléctrica, es decir, continuar desarrollando el automóvil eléctrico y una completa red de cargadores que hiciera viable a finales de esta década la transición a la movilidad eléctrica para la mayor parte de los conductores.

Esto serviría de aliento para los fabricantes, que tendrían más tiempo para continuar remando en la carrera del coche eléctrico, a la vez que pueden invertir mejor el dinero sin llegar a ahogar a la compañía.