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Opinión: En defensa del ‘slow car’

Slow Car

Hay reivindicar la idea del ‘slow car’, no como un vehículo lento, con poca potencia, sino hacer coches más ligeros y con motores menos potentes que, además, se traduzcan en precios más económicos y en un menor coste de mantenimiento.

Hoy vengo a hablarte de algo diferente. Un concepto que no existe y que, quizá, a mi humilde entender convendría que empezáramos a asimilar. Se trata del ‘slow car’.

Desde hace unos años ha cobrado fuerza una corriente defensora del ‘slow food’, una idea que se opone al ‘fast food’ o comida rápida, que se relaciona con una comida de poca calidad y nada saludable. Frente a esta idea, el ‘slow food’ propone todo lo contrario: una comida casera, sana, con ingredientes de calidad y valorando la procedencia de la materia prima. 

El problema de este tipo de comida lenta es que no casa bien con el ritmo de vida que llevamos la mayoría de las personas. Vivimos en la ‘dictadura de la inmediatez’, en la que el sistema nos ‘educa’ para querer todo al instante, al segundo, sin esperar (y, sin embargo, ya sabemos que lo bueno se hace esperar).

Ocurre en muchos ámbitos de la vida, no sólo en la manera de alimentarnos. Se puede extrapolar a las relaciones personales, a la hora de buscar pareja (no hace falta hablar de las aplicaciones para ligar) o en la manera de informarnos.

¿Deben dejar de tener coches manuales las autoescuelas?

Ya no nos detenemos un momento para leer una buena crónica o un reportaje, porque creemos que con 140 caracteres mientras vamos en el metro al trabajo, ya estamos bien informados. No invertimos tiempo de nuestra vida en leer un libro durante varios días. Es mejor hacer un maratón de series en Netflix.

¿Y qué relación tiene todo esto con el automóvil? Pues de la misma manera que existe el concepto ‘slow food’, creo necesario reivindicar la idea de ‘slow car’. Muchas veces, el marketing nos hace creer que necesitamos coches muy potentes, cuando no es cierto. Con el auge del coche eléctrico estamos viendo cómo los modelos que van apareciendo son cada vez más potentes.

Por ejemplo, el coche eléctrico más pequeño que vende Volkswagen, el ID.3, que acaba de ser renovado, se vende con una mecánica de 204 CV. Es verdad que se esperan versiones menos potentes más adelante, pero el modelo precedente más asequible tenía 150 CV. 150 CV para un vehículo de 4,26 metros. 

Con los coches eléctricos están apareciendo modelos cada vez más potentes, ya que, por la naturaleza de un motor eléctrico, es fácil alcanzar potencias muy elevadas. Dentro de poco llegará el MG4 XPower, equipado con dos motores que produce una potencia total de 435 CV y costará menos de 40.000 euros. Una relación precio-potencia increíble. 

Pero, ¿realmente es necesario un compacto con 435 CV? Y no es que esté en contra de los coches deportivos y de que haya versiones más prestacionales de un modelo concreto. Eso ha existido toda la vida, pero no hasta los extremos actuales. 

Antes no necesitábamos tanta potencia para disfrutar de la conducción. Los famosos utilitarios deportivos de los 80 tenían potencias entre los 100 y 130 CV, aunque había algunas excepciones, como el Renault 5 Turbo, que llegaba a los 160 CV.

Reivindicar el concepto de 'slow car'

Slow Car

El problema es que los vehículos han ido engordando con el paso de los años, al incorporar más equipamiento, electrónica, dispositivos de ayudas a la conducción, tecnologías para reducir las emisiones, etc. Entonces, hay que aumentar también la potencia para conseguir un buen rendimiento.

Siempre es bueno contar con una dosis de potencia extra que te puede sacar de algún apuro, por ejemplo, para hacer adelantamientos con seguridad en una carretera convencional o para realizar una incorporación a una vía rápida desde un carril de aceleración. 

Pero no son necesarios 200 CV para eso. Mucho menos 400 o 500 CV. A menudo, somos presos de conceptos completamente innecesarios que el marketing hace que parezcan útiles, como que un coche haga el 0 a 100 km/h en 4 o 5 segundos. Y si tarda más, no es lo suficientemente rápido. 

Nosotros mismos, los periodistas especializados en motor, caemos a veces en ese error, al señalar cuánto tiempo tarda tal o cual modelo en alcanzar los 100 km/h desde parado, cuando es más interesante y necesario, por ejemplo, conocer cuánto tarda en hacer recuperaciones de 80 a 100 o 120 km/h. 

Por otra parte, está el capítulo referido a la seguridad y aquí se produce una terrible contradicción. Tenemos coches cada vez más potentes que pueden circular a velocidades más altas, al mismo tiempo que se mantienen los límites de velocidad de hace 30 o 40 años y aumentan el número de radares.

Slow Car

Como bien recuerda a menudo la DGT, el exceso de velocidad es una de las principales causas de accidente de tráfico, tras las distracciones y el alcohol. Pero es que cada vez hacen automóviles más potentes que corren más. Salvo en algunos tramos de las famosas Autobahn alemanas, donde no hay límites de velocidad, en el resto de países de Europa el límite oscila entre los 120 y 130 km/h.

Y, aunque no se trata aquí de hablar sobre si habría que subir o no los límites de velocidad (servidor es partidario, por ejemplo, a 130 km/h en autovía, como en Francia), lo cierto es que, actualmente, los límites son los que son, por lo que un coche convencional con una potencia desmedida es completamente innecesario.

Por todo lo dicho anteriormente, conviene reivindicar la idea del ‘slow car’, no en un sentido literal, de un vehículo lento, con poca potencia. No va por ahí la cosa. Sino coches más ligeros y con motores menos potentes que, además, se traduzcan en precios más económicos y en un menor coste de mantenimiento. 

A esto hay que añadir que, muchas veces no es tan importante el destino como el viaje. Ahí radica el placer de conducción, en disfrutar del viaje. Un coche es sinónimo de libertad. Así lo entendieron nuestros abuelos y padres. 

Y, aunque ahora quieren convertir los coches en objetos completamente prescindibles, creo que los que amamos este ‘objeto’ y disfrutamos cuando nos ponemos al volante, sabemos que un coche es manera de sentirte libre y disfrutar mientras recorrer largas carreteras rodeadas de espectaculares paisajes. 

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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