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Opel Corsa Sprint: pequeño cohete

Corsa Sprint

Redacción AUTO BILD

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El Opel Corsa del Grupo B pasó bastante desapercibido, pero hoy es cada vez más valorado: solo se fabricó uno. Lo hemos exprimido en los alrededores de la fábrica de Opel

Grupo B: con solo mencionar la categoría, el Audi Sport quattro, el Lancia 037 y el Peugeot 205 T16 turbo de competición te pasarán por la cabeza. ¿Pero un Opel Corsa? No.

Esto está cambiando ahora, porque aquella gente de Opel, ahora casi olvidada, hizo que un Corsa A de buen comportamiento se transformara en un furioso prototipo de competición en 1983. Estructurado según normativa del Grupo B, y por nombre, Opel Corsa Sprint. Y es precisamente esta pieza única la que hoy estoy a punto de volver a mover por primera vez en casi 40 años: por mí.

El lugar: las instalaciones de la fábrica de Opel. Antes de subirme, lo rodeo, asombrado. Se nota enseguida que es algo especial. En lugar de una parrilla del radiador, el morro del Sprint está completamente cubierto y tiene faros adicionales redondos y faros antiniebla.

Y los anchos pasos de rueda (más 50 mm) se superponen a llantas comparativamente grandes de 15 pulgadas. Si a estas alturas te preguntas a quién se le ocurre algo así, los creadores del programa deportivo se han inmortalizado con una pegatina. En las puertas pone amarillo sobre blanco: Opel Design.

 

Más de paddock que de aparcamiento de supermercado

Si sigues la línea decorativa gris hacia el eje trasero, inevitablemente te quedarás atascado en la parte trasera del Corsa Sprint. Las mandíbulas anchas y el faldón con canales de aire cuádruples recuerdan sólo remotamente a un Opel Corsa A. El alerón en el borde del techo, algo informal, enmarca la luneta trasera por tres lados.

Este conjunto claramente no pega en el parking de un supermercado, si bien habría mucho espacio para las compras semanales, porque aparte de la jaula antivuelco de aluminio de Matter, la rueda de repuesto, un extintor y dos huecos para cascos, la parte trasera del habitáculo está completamente vacía.

En el coxckpit, los diseñadores de Opel remacharon sobre la mencionada jaula una chapa de metal que, con un poco de imaginación, debería representar algo parecido a un salpicadero. En competición las cosas son rústicas. Además del volante Momo en forma de cuenco, lo más destacado del habitáculo son los asientos envolventes patinados. ¡No puede ser más 80s!

Opel Corsa Sprint baquets

¡En marcha!

Lo enciendo usando el interruptor de palanca, presiono el pequeño botón de inicio negro y ¡a disfrutar! El motor de arranque pone en marcha rápidamente el motor de cuatro cilindros y 1,3 litros. Del escape sale un sonido voluminoso. Chispeante, áspero, enfadado… resuena en los edificios circundantes. La primera marcha se mete en el callejón prácticamente sin esfuerzo y el Corsa se pone en marcha a regañadientes y tosiendo.

Opel Corsa Sprint curva

Al cuarteto de Irmscher no le gustan las bajas velocidades. ¡Este es un verdadero motor de carreras! Las marchas uno, dos y tres, en constante avance y retroceso, paso sobre baldosas de hormigón, que el chasis deportivo se encarga de trasladar a mi espalda si piedad. 

Los carburadores dobles suenan delante, el chasis martillea desde abajo y se oye un ruido detrás cuando levantas el acelerador: el Sprint estimula todos los sentidos a la vez mientras galopas, incluida una posición estrecha que apenas puedo asumir con mis 1,95 metros.

Opel Corsa Sprint motor

Pero, ¡qué sufrimiento más maravilloso! El Corsa se puede conducir con entusiasmo en las curvas, el motor tira que da gusto de este trozo de metal, y yo avanzo con decisión porque parece no conocer límites. Pocas veces 126 CV se han sentido tan potentes. Pocas veces la sensación de velocidad ha sido tan intensa como en el Corsa Sprint. 

Este Corsa del Grupo B maravillosamente loco se abrió camino hasta lo más profundo de mi cerebro, y ya no va a salir de ahí. Igual que yo no quería salir de él. 

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