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Lamborghini Terzo Millenio: tecnología del futuro

El prototipo de superdeportivo combina baterías ultrafinas con la carrocería de carbono para alimentar su sistema de propulsión eléctrico.

Lamborghini y es, casi con total seguridad, el fabricante deportivos que más arriesga en el diseño, creando modelos agresivos y radicales a más no poder, véase como muestra el Veneno o el Egoísta. Por eso, cada vez que la marca presenta un nuevo prototipo, sabemos que vamos a ver algo espectacular, y el Lamborghini Terzo Millenio lo confirma. Lo que no esperábamos es que, a pesar de ello, no iba a ser su imagen lo más llamativo, si no su tecnología.

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Pero empecemos por lo obvio: solo con el primer vistazo ya se ve que estamos ante un Lamborghini. Las afiladas aristas tan características de la casa están muy presentes, dando lugar a una carrocería angulosa, pero que también suaviza sus formas en la mitad superior, dando lugar a una silueta en la que la aerodinámica está realmente cuidada. El frontal está formado prácticamente por entradas de aire e integra directamente los pasos de rueda delanteros, en la vista lateral se aprecia cierto aire al Aventador, sobre todo en la zona trasera, y la zaga es igual de espectacular, destacando mucho los minimalistas grupos ópticos. No tiene puertas convencionales y por como se aprecia el corte lateral, parece que para acceder al interior (que es biplaza) se levantan dos trampillas a modo de ‘alas de gaviota’.

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Sin embargo, lo más importante de esa carrocería que es un imán de miradas es precisamente lo que no se ve. El prototipo lo ha desarrollado Lamborghini de manera conjunta con el Massachusetts Institute of Technology (MIT), y la aportación de este último en el plano tecnológico es clave.

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Con el objetivo básico en cualquier deportivo de reducir el peso lo máximo posible, la estructura del modelo es ultraligera, lo que en la carrocería se ha conseguido empleando fibra de carbono, pero no de la manera tradicional. Está formada por nanotubos, lo que aumenta su ligereza y su rigidez, pero además deja hueco. ¿Para qué? Para insertar entre ellos un nuevo tipo de baterías ultrafinas que se pueden moldear para adaptarse a la forma de los distintos paneles.

Esto hace que la propia carrocería actúe como batería, pudiendo suprimir las habituales, que son muy pesadas y condicionan el reparto de pesos. Actúan a modo de supercondensadores, reduciendo considerablemente los tiempos de recarga y suministrando suficiente energía al sistema de propulsión, del que la marca no ha desvelado más que es 100% eléctrico y que está formado por cuatro motores, uno acoplado a cada rueda.

Pero eso no es todo: una carrocería de dicha características siempre aumenta el riesgo de rotura, motivo por el que el MIT está trabajando en un tipo de carbono que es capaz de repararse por sí mismo. Así, el coche monitoriza continuamente su estado, buscando posibles daños, y actuando para arreglarlos al detectarlos.

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