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La curiosa historia del cristal laminado: un siglo de seguridad invisible

De cómo la casualidad dio lugar al parabrisas laminado, uno de los mejores inventos de los últimos 100 años

La luna frontal no se cae en mil pedazos y los demás cristales, sí. ¿Te has planteado alguna vez por qué sucede esto en un coche que sufra un impacto? Se debe a uno de los inventos más importantes -y desapercibidos- en la historia de la automoción... y al que ahora, prácticamente un siglo después, le queremos dar visibilidad: el parabrisas laminado

Según todos los documentos consultados, se le atribuye a Henry Ford -fundador de la marca que lleva su apellido y pionero en la fabricación de automóviles en serie- la idea de adoptar por primera vez esta solución en un coche, entre 1919 y 1920. Su objetivo era aunar las ventajas del parabrisas de cristal que había introducido en sus modelos Oldsmobile desde 1915 -contra el viento, la lluvia y la suciedad- y, a su vez, eliminar sus riesgos: que las vibraciones o cualquier golpe lo hicieran estallar y los fragmentos se abalanzaran inmediatamente contra los ojos y otras partes del cuerpo de los viajeros.

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La innovación, sin embargo, se había producido muchos años atrás,  en 1909, y, al parecer, fruto de la casualidad, cuando al francés Edouard Benedictus se le había caído un vaso al suelo y, al estar impregnado en una película de nitrato de celulosa, no se había desintegrado, sino que todo se había quedado fragmentado pero sin perder la forma original.

Aunque Benedictus patentó su cristal de dos capas de vidrio en 1909, hasta que Ford no lo adaptó para fabricarlo en masa no se abarató y popularizó en los coches. Y hubo que esperar hasta 1926 para que la marca Rickenbacker los ofreciera de serie por primera vez.

Sin embargo, no todo estaba hecho. Por una parte, seguía encareciendo el producto final; por otra, perdía transparencia con el tiempo; y en tercer lugar, muchos se cuestionaban si no era más peligroso en caso de alcance, vuelco, incendio o inundación, con unas puertas inutilizadas, quedarse atrapado también por unas ventanas especialmente difíciles de romper.

Debido a toda esta controversia, habrá que esperar hasta los años 60 para que -en Estados Unidos primero y en Europa, después- sean obligatorios por ley los parabrisas laminados. Y que para ser homologados demuestren en las pruebas unos mínimos de transparencia, resistencia y durabilidad, gracias a otras innovaciones que habían ido apareciendo a su vez, como la resina sintética transparente de Carleton Ellis, el bitural de polivinilo (PVB)... y, cómo no, el uso generalizado del cinturón de seguridad, que había sido inventado en los años 50. 

curiosa historia del cristal laminado

Hoy, los propios cinturones, los estudios ergonómicos del habitáculo, las áreas de deformación programada, los avances en resistencia y ligereza de los materiales y los airbags son los complementos perfectos para el parabrisas laminado, porque han minimizado, además, el riesgo de que la cabeza golpee contra él y han hecho que sus ventajas, un siglo después de su invención, sean a todas luces incuestionables. 

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