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¿Te acuerdas cuando conducíamos coches? ¡Qué tiempos!

Investigan el sistema Autopilot de Tesla tras varios accidentes

De los que amamos conducir depende en gran medida que no se prohíba la conducción humana; los coches autónomos no beben, no se drogan, no se distraen...

Lo reconozco: me encantan las historias distópicas, las ucronías y todas aquellas que nos muestran cómo podría ser el futuro. Y esto me ocurre desde que vi por primera vez ‘Regreso al futuro

Me gustan sobre todo porque siempre he pensado que imaginarse cómo puede ser el futuro aporta las herramientas necesarias para poder cambiarlo… en el caso de que el porvenir no sea precisamente halagüeño.

Cartel 'Regreso al futuro'

Esta mención a la distopía viene motivada por el hecho de que echando la vista atrás, regresando al presente e intentando ver lo que se nos avecina automovilísticamente hablando, la cosa pinta así así.

Quizá alguno piense, y con razón, que hoy me he levantado catastrofista. Sin embargo, de un tiempo a esta parte llevo detectando señales que podrían sustentar mi teoría. 

Por una parte, veo las cifras de ventas de coches en España en el mes de abril, y aunque han crecido con respecto a 2022, lo cierto es que no alcanzamos ni por asomo los guarismos de antes de la pandemia.

De acuerdo, no se puede tomar una parte por el todo y España es como es: diferente. 

Sin embargo, si nos fijamos en los datos de producción de automóviles a nivel mundial en los últimos 10 años, quizá alguno me pueda dar la razón:

Gráfico Producción Mundial Automóviles

¿Y qué pasa con el año 2022? Buena pregunta, querido lector. Pues el año pasado se incrementó ligeramente la producción a nivel mundial hasta superar los 68 millones de automóviles fabricados. Vamos mejor, ¿no? Tengo mis dudas. Ya está el aguafiestas… Sí, lo reconozco. Pero si nos fijamos en el gráfico, ya antes de la pandemia se estaba detectando cierta ralentización.

¿Será que se ha alcanzado el denominado peak car (pico o punto de inflexión a partir del cual se entrará en una fase de declive de producción y ventas de coches nuevos)? No, pero nos estamos acercando.

¿Motivos? Cambios de hábitos de las nuevas generaciones, la imparable inflación que afecta a la financiación, los precios de la energía, la irrupción e imposición del coche eléctrico (mucho más caro que uno de combustión interna y que aleja, como sostiene Carlos Tavares, CEO de Stellantis, incluso a las clases medias de poder acceder a la movilidad personal).

 

Tampoco podemos olvidar los esfuerzos de muchos Gobiernos -entre ellos el español a través del Ministerio de Transición Ecológica- de que los coches vayan desapareciendo paulatinamente de las calles de las ciudades. 

Y si a lo anterior le sumamos una tecnología que sobrevuela desde hace años y a la que parece que nos habíamos acostumbrado a ignorar, la conducción autónoma, quizá no termine de andar yo tan desencaminado.

Para mayor escarnio, esta tecnología conlleva una derivada preocupante: en unos años, una vez se vaya desplegando la conducción autónoma, el coche se terminará convirtiendo en una commodity, es decir, un bien fungible destinado a un uso comercial, independientemente de quién lo haya fabricado (¡adiós a las marcas!). Lo único que importará es que para ir de A a B lo haremos en un artefacto C.

¡Hombre, te has pasado dos pueblos!, me dirá alguno. Por supuesto que me he pasado, pero terminará pasando. Y si no, tiempo al tiempo. Bueno, pero aún queda mucho hasta que llegue ese momento, pensarás, querido lector. Eso espero yo también.

Y lo espero más que nada porque me encanta conducir, pero hay que ser consciente de que si como conductores no somos responsables, al final estaremos condenados a ser conducidos por los vehículos autónomos.

Porque tengamos clara una cosa: un coche autónomo no bebe, no se droga, no hace burradas al volante, no se pica con otros vehículos, no se distrae, no manda whatsapps mientras circula… entre otros muchos comportamientos censurables de la condición humana.

Todos esos accidentes, todos esos heridos y muertes, además de ser un drama humano, suponen costes multimillonarios, y llegará un momento que los Estados y las aseguradoras se aprovechen de la tecnología para revertir esta situación.

Está en nuestras manos, y nunca mejor dicho, que evitemos darle la puntilla al mundo del automóvil tal y como lo conocemos, y que el coche, como el caballo, se convierta en un medio de transporte de lujo y minoritario que sólo se pueda utilizar en determinados lugares controlados, como los circuitos.

Nada me entristecería más que decir: “¿Te acuerdas cuando conducíamos? ¡Qué tiempos!”

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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