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Los tres intentos de fraude al seguro del coche más escandalosos del año

Accidente de coche

Para que no cunda el ejemplo, aquí van los tres intentos de estafa más escandalosos del año.

Las aseguradoras ahorran a sus clientes 47,90 euros por cada euro que destinan a investigar posibles casos de fraude. Esta es una de las conclusiones que arroja el informe El fraude al seguro español (año 2018) que acaba de publicar Investigación Cooperativa entre Entidades Aseguradoras (ICEA). El estudio ha sido realizado con la información remitida por 41 aseguradoras. Estas entidades, que reúnen una cuota de mercado del 52%, detectaron 175.777 intentos de estafa el pasado año, 20 cada hora.

Así son las mafias del fraude a aseguradoras

Los datos de ICEA muestran cómo un 62,8% de los casos de fraude detectados se da en el seguro del automóvil. El predominio de este ramo se debe a su elevada presencia. No en vano, es obligatorio que los vehículos a motor circulen con seguro. La inversión media que hace una aseguradora en la investigación de un fraude es de 247,90 euros. Sin embargo, esta partida varía algo de una línea de negocio a otra: en los seguros de automóviles asciende a 379,50 euros. 

Las tres estafas más escandalosas tienen 'premio'

El XXV Concurso sectorial de detección de fraudes organizado por ICEA reconoce las labores de investigación de alguna compañía concreta en tres categorías de seguros: automóvil, diversos y personales. El tribunal premia los esfuerzos realizados por los profesionales del sector para detectar y combatir estafas que perjudican a todos los asegurados y a la sociedad en su conjunto.

Estos han sido los tres mayores intentos de estafa:

Denuncia el robo de otro coche, ¡y se equivoca en el color!

El asegurado denuncia que le han robado un vehículo en Alicante. Llama la atención que el coche lleva solo tres meses asegurado y que el cliente, residente en la Comunidad de Madrid, ha tenido en el pasado varios siniestros de alta cuantía.

El vehículo había sido adquirido en un desguace, donde había ido a parar tras haber sufrido una salida de vía. El coche en un primer momento era propiedad de una conocida empresa de alquiler de vehículos. Cuentan que, tras quedar siniestrado, una mujer habría comprado los restos por un bajo importe para luego revenderlo por 17.000 euros al asegurado que denuncia el robo del coche.

El coche en cuestión es un modelo muy nuevo y, por lo tanto, de alto valor venal. La aseguradora no logra localizar la peritación que justifique por qué acabó en un desguace, aunque el taller sí aporta fotos que demuestran que el vehículo estaba inservible.

La situación empieza a levantar sospechas que el asegurado intenta disipar con documentos que, aparentemente, demuestran que el coche sí estaba operativo: una multa por aparcar en zona ORA, el resguardo de un aparcamiento, un cambio de aceite...

Tras analizar los medios de diagnosis del vehículo, se comprueba que el coche ha realizado 5.503 kilómetros. Pero esto no casa porque, en la factura del cambio de aceite, consta que el vehículo tenía 18.300 kilómetros. Claramente, no se corresponde con el vehículo sustraído. Además, tampoco casa la descripción del vehículo en la denuncia de robo (se declara que era negro) con la realidad (era marrón).

La estafa que terminó por destapar una trama

Una tarde el asegurado llama a la compañía porque ha sufrido una salida de carretera en una vía secundaria de una zona de montaña. A pesar del incidente, se muestra tranquilo al explicar lo ocurrido.

Su narración de cómo el vehículo se ha golpeado en sus cuatro planos resulta chocante. El relato es insistente e inverosímil. También es extraño que el asegurado se empeñe en que el coche debe ser reparado en un taller concreto y solo en ese taller, asi que la aseguradora comienza las indagaciones. Comprueba que el seguro se había suscrito apenas un mes y medio antes; contacta con la grúa que recogió el coche y se descubre que realizó el servicio un domingo, cuando la llamada de auxilio se produjo un jueves. Una inspección ocular del lugar del accidente reafirma las sospechas, pues evidencia que la descripción del accidente no tiene sentido.

En este contexto el asegurado aporta un presupuesto de reparación con piezas nuevas por importe de 22.265 euros. Esta cuantía superaba el valor venal del vehículo y llevaría a declararlo siniestro total. Además, el taller donde ha llevado el vehículo no puede justificar la adquisición de esas piezas de forma alguna a la aseguradora.

En una entrevista personal, el asegurado se muestra esquivo. Las comprobaciones efectuadas llevan a la aseguradora a rehusar el siniestro y no pagar. En paralelo llega por esas fechas una petición de la Guardia Civil solicitando información del vehículo porque se está investigando al taller reparador. El resultado es que se destapó una trama en la que resultaron condenados por estafa siete personas por defraudar 153.000 euros a siete aseguradoras a través de la simulación de once accidentes de tráfico. La operativa era sencilla: disponían de dos vehículos de un mismo modelo, uno accidentado y otro nuevo. Ponían las piezas dañadas en el coche nuevo, daban el parte al seguro y “reparaban” el coche recolocando sus piezas originales, que estaban en perfecto estado.

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Timo internacional

Un hombre denuncia que le han robado su vehículo, un Ford C-Max, una noche en una localidad de Eslovaquia. Se alojaba en un hotel y, al despertar, el coche ya no estaba en el aparcamiento.

El caso es aparentemente normal, pero hay algunos elementos que llaman la atención en la aseguradora. Por un lado, se trata de un vehículo prácticamente nuevo, que sigue en garantía del fabricante pero que, sin embargo, ha tenido tres propietarios. Además, entre uno y otro han transcurridos periodos de varios meses sin aseguramiento. También choca la actitud esquiva del cliente.

Para la aseguradora no resulta rentable enviar un profesional a Eslovaquia a realizar indagaciones, por lo que trata de celebrar una entrevista personal con el cliente. Sin embargo, este responde con continuas evasivas. Se le consulta por qué transcurrieron tres meses entre la fecha en que compró el vehículo y cuando lo aseguró y responde que lo condujo sin seguro durante ese tiempo.

Aunque presta pocas explicaciones de por qué se encontraba en Eslovaquia, reclama a la aseguradora que le reembolse los gastos de viaje. La aseguradora accede y le reclama documentos que acrediten dichos gastos: facturas del alojamiento, las comidas, los peajes, repostaje en estaciones de servicio… En paralelo, la compañía descubre que su cliente se dedica a la compra-venta de vehículos y que realiza transacciones comerciales entre Reino Unido, Polonia y España.

El asegurado aporta tickets de gasolineras de toda Europa y, aunque están en otros idiomas, queda clara una cosa: no corresponden al vehículo asegurado. Son facturas por cargar gasolina cuando el Ford C-Max sustraído era diésel. Las gestiones van más allá y se logra averiguar que el coche en cuestión había sufrido un accidente previo que lo había dejado en situación de siniestro total.

En este momento, la aseguradora rehúsa pagar el siniestro. El cliente anuncia que emprenderá acciones legales contra la aseguradora en respuesta y, efectivamente, 30 meses después llega la demanda, previa solicitud del beneficio de justicia gratuita. Durante el pleito el asegurado reconoce que es cierto que compró el coche siniestrado y presentó la factura por su valor de restos. Pero alegó que lo llevó a reparar a Polonia y, como prueba, presentó dos fotos. A pesar de ello, su relato carece de detalles y de documentación que acrediten su versión. Al actuar como demandante, recae sobre él la carga probatoria. Ante esta situación, los jueces se alinean con el relato descrito por la defensa de la aseguradora y desestiman íntegramente la demanda. Tanto en primera como en segunda instancia. 

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