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Prueba del Ferrari Portofino: Huracán Rosso

Prueba Ferrari Portofino
No todos los Ferrari están hechos para luchar contra el crono en un circuito. Con algunos no hace falta ir con el pie a fondo para disfrutar de la conducción al máximo. Que se lo digan a este ‘cavallino’: el Portofino.

Hay veces que cuando te pones al volante de un Ferrari sólo te obsesiona una cosa: arrancar el motor y deleitarte con sus abrumadores decibelios, sobre todo si provienen de un bloque atmosférico. Sin embargo, hay otros cavallinos que te piden algo diferente y ese es el caso del Ferrari Portofino de la prueba, vestido de un rojo espectacular. ¿Ya te has enamorado? Lo entendería perfectamente: su diseño es simplemente pura elegancia y deportividad, un ejercicio de diseño muy al hilo de lo que nos tiene acostumbrados últimamente la marca italiana (no hace falta que mencione al Ferrari 812 Superfast, ¿verdad?).

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Pero, como decía, en el Portofino pasas momentáneamente por encima del botón rojo que da vida al bloque V8 para buscar el que te deja con el cielo por montera. Al César lo que es del César. Lo vas a encontrar rápido, porque en este Ferrari, como en el resto de la gama, todo está muy a mano, sobre todo si vas sentado detrás del volante. El mando es pequeño y se sitúa en la consola central, al lado del raíl de fibra de carbono que recoge los mandos de la caja de cambios. En 14 segundos una orquesta de motores y servos te dejan al descubierto para deleite de tus sentidos. La maniobra la puedes hacer en parado o hasta una velocidad de 40 km/h. Es un espectáculo visual que merece la pena vivir, porque no recuerdo otra capota tan sofisticada en sus movimientos como esta. 

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Ahora sí, con un gozoso baño de sol, llega el momento de darle vida a ese enorme corazón de 3,8 litros con ocho pistones que tengo esperando bajo el larguísimo capó rojo. Lo arranco y me saluda un sonido que no decepciona. ¡Qué barbaridad! A pesar de ser un motor sobrealimentado, los ingenieros italianos han sabido extraer un ronroneo al ralentí tan brutal que ya te anuncia lo que va a pasar luego, cuando pises a fondo.

Pero eso será más tarde. Lo primero es relajarme y conducir... Sí, has leído bien. Si pensabas que iba a salir haciendo rueda y dejando dos líneas negras sobre el asfalto estabas equivocado. El Portofino es un Gran Turismo y como tal no busca romper ningún récord de velocidad en un circuito, por mucho que bajo el pie derecho tenga a mi disposición la friolera de 600 CV. Ojo, que no estoy desaprovechando el tiempo, simplemente lo gestiono para saborear todo lo que puede dar de sí un deportivo como el Ferrari Portofino, el sustituto del California T. De hecho, sigo teniendo muy presente la potencia con la que este descapotable es capaz de acelerar de 0 a 100 km/h en 3,5 segundos y convertirse, con sus 320 km/h de velocidad punta, en uno de los cabrios más veloces del planeta.

Fuera nervios y tensión

Pero ha nacido con un chasis algo más destensado que sus hermanos de gama, ya que, al fin y al cabo, no es una berlinetta. La base es completamente nueva y eso significa un ahorro de peso más que interesante con respecto a su antecesor. Más ligereza y una mayor rigidez, para ofrecer una mayor precisión de conducción, algo que de momento no estoy notando, porque (y perdona por repetirme) sigo disfrutando de una conducción pausada, dejándome llevar por un cambio automático que cambia de marcha de forma suave y casi imperceptible. Y, por qué no, voy a aprovechar estos instantes antes de que llegue la tormenta perfecta más adelante para contarte cómo es el interior de este Portofino. Realmente vas sentado muy abajo, pero cómodo a la vez. Y eso que estos asientos son especialmente finos para dejar más espacio detrás: es un 2+2, aunque no nos volvamos locos, en las dos plazas traseras sólo podrán viajar niños.

Como pasa en todos los Ferrari, el puesto de conducción está enfocado, precisamente, al conductor. Es ergonómico a más no poder, con un volante muy grande, que me encanta, porque tiene todo lo que necesitas para conducir: intermitentes, luces de carretera, limpiaparabrisas, el Manettino con sus tres únicas posiciones... Las enormes levas tras el volante (luego las utilizaré) o los LED en el aro del volante, que te indican que estás en un coche muy especial...

Lo que no hay en otros Ferrari y sí en este es un sistema de navegación y entretenimiento con una pantalla táctil de nada menos que 10,25 pulgadas (es una minitele). Desde aquí controlas todos los sistemas multimedia del coche. Por último, el sistema de climatización se ha mejorado: es más silencioso y más rápido a la hora de climatizar el habitáculo y tiene unas salidas de aire son espectaculares.
Y ahora sí, toca ver hasta dónde es capaz de llegar este cavallino. Lo primero para sacarle la quintaesencia a este modelo es meter mano al Manettino. Paso de la posición Confort a la Sport y en la transmisión elijo el modo manual, para actuar con las levas. No hay que hacer nada más. Imperceptiblemente el Portofino ha tensado sus músculos y sus 600 CV me reclaman con ansiedad. No los hago esperar más: ¡pie a fondo! 

Mi espalda se pega contra el respaldo del asiento, mis oídos captan cada matiz del sonido del V8 y mis ojos buscan la aguja del cuentavueltas para no llegar al corte y subir una marcha. ¡Qué motorazo! Los turbos le dan vida hasta casi las 7.500 vueltas y su capacidad de aceleración te obliga a estar muy alerta, porque todo empieza a pasar muy rápido. Mis manos sujetan con fuerza el volante, porque parece que cobra vida propia. Y es que, te recuerdo que no es un deportivo para volar en circuito y eso se nota con una dirección menos comunicativa de lo que querría. Las suspensiones ahora me parecen que deberían ir más firmes y la trasera más sujeta, porque el motor empuja con mucha violencia a la salida de las curvas. Voy a la velocidad del rayo y parece que voy a despegar. Este Portofino me acaba de mostrar su cara más brutal. La tenía y no debe extrañar: es un Ferrari.

Valoración

Nota9

No todos los Ferrari están hechos para luchar contra el crono en un circuito. Ponemos a prueba lo último de la firma de Maranello, el nuevo Ferrari Portofino.

Lo mejor

Conducción, comportamiento, sistema de infoentretenimiento

Lo peor

Plazas traseras, asientos finos, dirección menos comunicativa

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