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Chevrolet Camaro, a la parrilla sabe mejor

Decir Chevrolet Camaro y pensar en genuino sabor americano es inmediato. Acostumbrados al eficaz tacto de los deportivos europeos, conducir este estadounidense en todo un placer… diferente.

Hablar del Chevrolet Camaro es hablar de la historia más pura y reciente de EEUU. Es un mito sobre ruedas que nació a finales de los 60 para plantar cara al exitoso Ford Mustang y que representa a Norteamérica a la perfección: imagen descomunal, enorme motor V8 de 6,2 litros con caballos como para desbordar un rancho de Texas y… ¡sorpresa! El nuevo Chevrolet Camaro rompe moldes y abandona la idea típica de auténtico hierro yankee sobremotorizado para presentarse con un chasis muy a la europea.

Este deportivo de Chevrolet pisa firme. No solo mucho mejor que la mayoría de deportivos americanos, sino que lo hace objetivamente bien. De hecho, si lo hubiera conducido por primera vez con los ojos tapados, creo que en ningún caso habría acertado a saber que llevaba entre manos un coche del otro lado del charco. La suspensión es suficientemente rígida, pero a la vez no llega a ser incómoda y, además, amortigua de una manera eficaz.

Si decides ir a cuchillo en estas mismas carreteras o si ruedas en recta a velocidades muy elevadas la cosa cambia. En este momento las inercias que genera su elevado peso se dejan notar. Y esto, unido a una cierta sensación de flotabilidad en el eje delantero, acaba haciendo que bajes el ritmo de forma inconsciente. Curiosamente casi no hay sobrevirajes indeseados, es decir, que las clásicas cruzadas que tanto vemos en las pelis americanas y que son reflejo del carácter de sus coches (su hermano el Chevrolet Corvette es un maestro en esto), aquí no existen a menos que lo vayas buscando o que el suelo esté muy resbaladizo. Y casi ni con esas, porque el ESP (incluso en su modo de desconexión máximo) acaba actuando para poner las cosas en su sitio. Así que, como conclusión en este apartado: buena nota en dinámica para el Chevrolet Camaro, aunque con ciertas reservas, ya que un nuevo Porsche 911, un XK de Jaguar o algo parecido van más finos en toda circunstancia (sí, quizá es algo exagerado compararlo con ellos, pero es que no hay rival europeo similar). Le toca el turno al motor.

Bajo el largo capó se aloja el tremendo bloque de 6.162 cc, que en el caso de la versión automática entrega 405 CV (432 en el manual). Esta pérdida de potencia ni se nota, he podido conducir los dos y lo cierto es que transmiten sensaciones casi calcadas. El problema que le veo es que los 1.870 kilos que pesa el Camaro y los largos desarrollos del cambio, con grandes saltos entre marchas, le quitan mucha vida.

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