Prueba: Nissan Juke R 2.0, el ‘super-crossover’

En 2011, Nissan creó un auténtico ‘super-crossover’ al equipar a su Nissan Juke R con la misma mecánica del Nissan GT-R Nismo, que por aquel entonces rendía 549 CV. Pero claro, estarás de acuerdo conmigo en que con esto no vas ni a comprar el pan... Por eso Nissan ha creado el nuevo Nissan Juke R 2.0 dándole una vuelta de tuerca, junto al preparador RML, para aumentar la potencia del primero hasta los 600 CV, la misma que ahora también ofrece el nuevo Nissan GT-R Nismo, cuyo chasis toma prestado aunque, eso sí, reduzca su distancia entre ejes en 150 mm.

Con un precio de partida de 650.000 euros, nos confiesa un integrante de Nissan que ya han vendido dos unidades, pero mucho más caras y destinadas al mercado árabe. Claro que estos dos Nissan Juke R 2.0 ofrecían 1.200 y 1.400 CV respectivamente... casi nada.

Por cierto, y antes de contarte lo que he sentido al volante, decirte que el apellido ‘2.0’ no se refiere a su cilindrada, ni mucho menos, ya que equipa un V6 de gasolina con dos turbocompresores y 3.800 cc. Esta nomenclatura se refiere a que este Juke R es la segunda generación del crossover ‘atómico’.

Estéticamente, este R 2.0 toma las formas del recientemente renovado Nissan Juke y cuya prueba puedes ver aquí, pero en el frontal se han aumentado sus tomas de refrigeración, por necesitar mayor caudal de aire para esta impresionante mecánica. Además, diversos elementos de su carrocería están fabricados en fibra de carbono como el mencionado paragolpes delantero, el trasero o el alerón. En su interior, nada cambia, a excepción del techo, recubierto ahora en negro. Los relojes son del Nissan GT-R Nismo.

Y como yo no probé la anterior generación, no te puedo explicar las diferencias, aunque dudo mucho que un aumento del 10% de potencia en el entorno de 500-600 CV sea detectable, al menos para alguien que no sea un piloto profesional, como el que esto suscribe.

En cualquier caso, el Circuito de Silverstone ha sido el escenario elegido por Nissan para dejar por unos minutos esta ‘mala bestia’ a la prensa especializada. Pero no en el circuito grande, sino uno interior mucho más pequeño y revirado. Suficiente, no obstante, para comprobar de primera mano en lo que puede convertirse el simpático Nissan Juke.

Acompañado en todo momento de un instructor de Nissan que, para mi sorpresa, cuenta con un pedal de freno al más puro estilo de coche de autoescuela, salgo de boxes con cautela. El sonido de la aspiración de su doble turbo comienza a elevarme las pulsaciones. Entramos en la pista y le piso con ganas. La aceleración, simplemente bestial. Su tracción integral le hace no perder adherencia por más bruto que te pongas con el acelerador. Y su cambio automático de seis velocidades, bueno... yo me decidí a llevarlo en modo secuencial todo el tiempo, cambiando bastante rápido con las levas dispuestas en la columna de dirección. Una pena, porque a la rapidez de movimientos de este coche le hubieran venido mejor unas levas que se movieran al unísono con el volante.

Pero lo más impresionante es lo bien que sus alrededor de 1.800 kilos se mueven entre virajes. La carrocería balancea lo justo para apoyarse al límite y una vez ahí dispuesta, no se inmuta. Únicamente oirás el chirrido de las ruedas en una clara tendencia al sobreviraje, si al salir de cualquier viraje le pisas con ganas.

Abres un poco la dirección, apuntas a la salida de la curva y aprietas el acelerador a fondo. Es justo ahí cuando te das cuenta de su potencial y de la brutal contundencia con la que empuja el motor de este crossover. Llego a la siguiente, tras una pequeña recta en la que puedo ver en el velocímetro los 200 km/h y clavo el pedal de freno como si quisiera sacarlo por debajo del suelo. El instructor ni se inmuta. El Juke tampoco. Excepto si mueves el volante en plena deceleración, claro está. Solo en esa situación la zaga se muestra algo nerviosa.

Tras varias vueltas aprendiendo el recorrido y rodando más y más rápido, llego a boxes. La adrenalina que ha recorrido mi cuerpo me tiene todavía algo descolocado. Pero cuando me quito el casco me doy cuenta de una verdad aplastante: solo 23 personas en el mundo disfrutarán de esta maravilla mecánica. Bueno, me consuela saber que soy un afortunado ya que, por lo menos, lo he podido conducir, perdón, pilotar, durante unos cuantos minutos...