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Yo, así, no conduzco… y lo siento mucho

Experiencia de conduccion en el Cairo

Desde la última vez que me dirigí a vosotros, han pasado cosas, y todas buenas. La primera es que he podido disfrutar de unas (siempre inmerecidas) vacaciones. Sí, lo siento. Pero no te preocupes, que ha sido poca cosa: una semanita, aunque eso sí, me ha permitido desconectar del mundanal ruido… ¿O lo he echado de menos? 

¡Pues un poco sí! Pero claro, es que venía de un caos elevado a la enésima potencia y que nunca había vivido antes. Cualquier comparación con aquello es puro remanso de paz. ¿De qué te hablo? Egipto. Sí, ese bello país que vive y reina por los siglos de los siglos gracias a ese mastodonte fluvial llamado Nilo y que sin él sería un vasto y despoblado desierto (Ruta 4x4 por Egipto, por si quieres aventurarte este año). 

Y te hablo de El Cairo, esa ciudad de ‘solo’ 11 millones de habitantes que cada día y cada noche se sume en el caos de tráfico más increíble que te puedas imaginar. Mis compañeros de profesión me conocen, saben de la pasta de la que estoy hecho y, aunque sumar temporadas (o años) no me están sentando nada bien (coronillas aparte), creo que sigo siendo un tipo al que le gusta/disfruta de la velocidad, los deportivos de muchos caballos y los retos con cualquier cosa que permita desplazarme.

Expriencia de conduccion en el cairo

Pero eso es una cosa, y lo que he vivido en la capital egipcia es otra cosa radicalmente distinta. ¿Conducir allí? ¡NI LOCO, PIBE! Y eso que lo he hecho por otras tantas ciudades de tráfico imposible y he sobrevivido muy dignamente (las maniobras de nuestros amigos italianos en la siempre atascada carretera de la costa amalfitana o en la mismísima Nápoles son dignas de un guión de Hollywood). Aquí te dejo una lista con los países donde es más difícil sacarse el carnet de conducir

Pero, de verdad, lo de El Cairo es otra cosa, es otro nivel, una liga que no podría dominar ni  Florentino con 11 Mbappés. ¿Reglas? ¿Qué reglas? ¿Semáforos? ¿Los hay? Los podría contar con los dedos de una mano y no los respetan. 

Desde el punto de vista del conductor, circular por allí consiste en (principalmente) utilizar mucho (todo el tiempo) el claxon y hacerte notar. ¡Que sepan que estás! Claro, como todos hacen lo mismo, aquello se convierte en una suerte de sinfonía/ruido continuo de pitidos en el que no sabes ni quién te pita ni por qué. 

Pero el caso es pitar (mucho) y contar con una visión periférica superior a la de una iguana (fundamental porque no sabes nunca por dónde te van a salir y los coches no cuentan precisamente con asistente de ángulo muerto). 

Va en serio, es increíble. Luego hay líneas pintadas en el suelo para delimitar los carriles que se mimetizan con la suciedad y el polvo, y que nadie respeta. ¿Los intermitentes? De adorno, absolutamente. 

Expriencia de conduccion en el cairo

¿Quieres moverte a otro carril? Vale, pues primero miras por el retrovisor y te aseguras de que no puedes hacerlo porque hay un coche o tres motos en paralelo a tu lado… pitas, pitas otra vez, quizás una tercera vez… y es entonces cuando, contraviniendo todas las reglas de la santa lógica, comienzas la maniobra. ¡Pero si tienes un coche al lado!

Claro, el otro conductor te devolverá otros tres o cuatro pitidos (según tenga el día van a ser más), puede que unas cuantas ráfagas a no se sabe muy bien quién, porque delante no hay nadie, pero después frenará lo justo o se moverá a un lado para que tú ya tengas tu hueco. 

Y todo ello, sin que ninguno de los dos se griten, gesticulen o hagan ningún tipo de aspaviento. Allí es lo normal. Como la vida misma. Esto es solo un ejemplo de los miles que te podría poner. He visto naves en llamas más allá de Orión y rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser, pero jamás había visto un tráfico tan caótico y anárquico como este.

Eso sí, tampoco he presenciado, en todos los días que he pasado allí, un solo golpe, un solo arañazo, ni un amago de atropello (lo de cruzar a pie da para otra Newsletter). ¡Nada! Y me he llevado las manos a la cabeza con motos con cuatro miembros de una familia a cuestas, con la madre detrás (sentada de lado) y el bebe en brazos (todos sin casco, por supuesto), personas caminando tranquilamente por las autopistas, furgonetas literalmente desvencijadas (y que no sé por qué propiedad de la materia o la física se mueven), conductores ‘multitask’ pitando con una mano, utilizando el móvil con la otra, hablándote y cambiarse tres carriles de una tacada… 

En fin, es maravilloso. En definitiva, Egipto y El Cairo son un reto de proporciones siderales para cualquier mortal-conductor que no haya nacido allí. En ninguna de las guías que he leído recomiendan que alquiles coche y te aconsejan que te muevas siempre en taxi (o en Uber, que también tienen ese servicio).

Y de verdad, que me encantan los retos, pero, por una vez en mi vida, he agradecido no tener que conducir y ser un mero espectador de este estupendo espectáculo que es el tráfico en El Cairo.

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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