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Me acabo de comprar un diésel de hace 15 años y no estoy preocupado

diésel de hace 15 años
Es lo que hay.

En general no corren buenos tiempos para comprarse un coche: poco menos que están criminalizándonos (a no ser que te hagas con un eléctrico) y nos están echando de las ciudades grandes. Pero, ¿comprarse un diésel con 15 años de antigüedad? Amigo, yo he venido a pasarme el juego en difícil.

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Seamos sinceros: ¿ha sido una buena idea hacer esta adquisición? A priori, y con la lógica en la mano, a todas luces no. Pero en mi defensa diré que la compra la lleve a cabo hace tres meses y entonces, aunque fea, la cosa no estaba tan mal como ahora. Sin embargo, incluso a pesar de ello, me reafirmo en que no estoy preocupado. Dejad que me explique.

Trabajando en un medio como Autobild, mi necesidad de automóvil propio es bastante justa ya que, además de tener moto para mis desplazamientos, tenemos unidades de prueba y acabas rodando con ellas. Pese a esto, no estaba mal tener un coche propio para momentos puntuales y, siendo esa la motivación, tampoco tenía sentido hacerse con un coche excesivamente caro.

¿Merece la pena comprar diésel?

Para un uso moderado y viajes largos, lo que quería era un modelo que no gastase mucho, que fuera asequible y fiable. Se me presentó la oportunidad de hacerme con un BMW Serie 3 de 2003 que pertenecía a un amigo, lo que me daba garantías del buen trato que había sufrido, que estaba en muy buen estado y que tenía un precio asequible (siempre teniendo en cuenta su antigüedad y que tiene ‘un kilo’ de kilómetros a sus espaldas).

El principal contra del BMW es que es diésel, básicamente el demonio hecho metal. Era plenamente consciente del protocolo anticontaminación pero, cuando lo compré no me afectaba en exceso ya que, aunque vivo en Madrid, resido fuera de la M-30 y no estoy tan loco como para, cuando tengo que ir al centro, ir en coche.

Ahora bien, apenas unas semanas después de hacerme con él, se cambiaron las características del protocolo anticontaminación, y ahí sí que me dieron un buen palo. Resulta que ahora, con el Serie 3, cuando estemos en escenario 3, 4 o 5 lo que tengo es un hermoso pisapapeles (la caja E46 es preciosa) de más de una tonelada aparcado en la puerta de casa, porque ya no es que no pueda ir al centro, es que sin etiqueta directamente no puede circular en todo Madrid.

¿Duele? Un poco, no os voy  engañar. Alguno que haya estado avispado y se haya fijado en los párrafos anteriores dirá “pues en esos días usa la moto”, pero la mía tampoco puede porque no tiene etiqueta y, aunque ya se considera clásica porque ha cumplido 20 añitos, el Ayuntamiento no contempla de momento excepciones para este tipo de vehículos.

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Ahora bien, ¿estoy preocupado? Pues no mucho la verdad. Esto se veía venir y el cerco cada vez se va a estrechar más, así que incluso aquellos que se salvan por los pelos gracias a sus etiquetas B y C acabarán cayendo.

Era plenamente consciente de que para acceder al centro de Madrid es mejor opción el transporte público (cosa que hago siempre), pero donde creo que se está ‘metiendo la gamba’ es en los escenarios más altos de contaminación, cuando la prohibición se extiende a todo Madrid.

Dentro de la M-30, aunque muchas veces el transporte público deja que desear, hay opciones pero, ¿fuera? ¿Cómo le explicas a un repartidor que tenga que hacer un reparto entre Villaverde, Lucero y Aluche que le toca cogerse 7 autobuses para hacer su trabajo? Queda muy bien prohibir e ir de eco-friendly, y no dudo que sea necesario, pero a la vez hay que dar alternativas para suplir lo que se prohíbe.

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Y por mucho plan MUS que se instaure, las ayudas, aunque bien recibidas, son escasas si lo que se quiere es que la gente se haga con coches ECO y CERO, porque el precio de estos vehículos es muy alto. Amén de problemas como red de recarga si hablamos de PHEV y eléctricos, pero eso es algo que ya sabemos todos.

Así que viendo el panorama y que poco puede hacer al respecto, yo estoy la mar de tranquilo con mi coche diésel de hace 15 años: lo usaré siempre que pueda (quien sabe si incluso también cuando no deba, si no me queda más remedio), disfrutaré de su bajo consumo y, cuando me decida a cambiarlo, ya tengo más que asumido que me tocará malvenderlo por la depreciación bestial a la que se va a ver sometido. Pero eso es problema de mi yo del futuro.

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Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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