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Esta sería la mejor solución del coche eléctrico, que, aunque ya hay pruebas satisfactorias, todavía está lejos

Carga inalámbrica

Generalizar la carga inalámbrica es complejo.

De entre los diversos caballos de batalla con los que tiene bregar el coche eléctrico, la recarga es uno de los más importantes. Es un factor que “tira para atrás” a muchos conductores, tanto por los tiempos como por la infraestructura. Aunque lo segundo está en pañales en ciertos lugares, la industria ya está pensando en siguiente paso: los cargadores inalámbricos.

Parece una evolución natural, pasar de estaciones fijas a las que hay que conectar el automóvil mediante un cable, a una carga por inducción que se antoja más práctica y que ya se utiliza incluso dentro de los propios coches para cargar los dispositivos móviles.

 

Sin embargo, aunque ya ha multitud de compañías trabajando en esta dirección, todo parece apuntar a que nos queda tiempo para verlo como algo extendido en la calle.

Al menos así lo recoge Bloomberg, que ha consultado con expertos en el materia, quien explican que todavía quedan muchos flecos que cortar, por ser optimistas, hasta que la carga por inducción se imponga y sea común.

El primer factor negativo es la velocidad de recarga. Para empezar, incluso la carga con cables es más lenta de lo que le gustaría a cualquier conductor si se compara con rellenar el depósito. Hasta los vehículos que soportan potencias de carga más altas tienen que estar sus buenos 10 o 15 minutos para tener energía con la que recorrer muchos kilómetros.

Además, la infraestructura de recarga muestra que en países como España la mayoría de puntos disponibles ni siquiera son de carga rápida. 

Pues bien, la carga inalámbrica actual maneja ritmos incluso inferiores, puesto que de media son comparables a un cargador de nivel 2, es decir, equivalentes a carga un coche una toma doméstica, lo que se traduce en tiempos de carga enormes si hablamos de eléctricos actuales con baterías cada vez más grandes.

Esto hace que la situación sea compleja, puesto que los conductores no compran coches eléctricos por la molestia que supone la recarga y las empresas no invierten más en el desarrollo de las estaciones de carga (con cable o sin él) porque no hay demanda suficiente. Es la pescadilla que se muerde la cola.

A esto se suma el hecho de que, ante esta situación, ¿qué motivación va a encontrar un fabricante de coches para desarrollar sus modelos de cero emisiones con sistemas de carga inalámbrico?

Se trata de componentes que encarecen su producción y que a efectos prácticos no son muy útiles porque no hay una infraestructura de carga inalámbrica con la que sacarles provecho.

Michael Weismiller, director del programa de I+D de electrificación en la Oficina de Tecnologías de Vehículos del Departamento de Energía de EE.UU, explica: “Si yo fuera un fabricante de automóviles, probablemente sería reacio a instalarlo [un sistema de recarga inalámbrica] en un vehículo hoy en día simplemente porque no existen cargadores inalámbricos”

“Realmente la infraestructura y los vehículos tienen que desplegarse al mismo tiempo para que finalmente tenga sentido”, señala.

Es por eso que actualmente las intentonas son solo en proyectos pilotos o para vehículos que realizan rutas fijas, como pueden ser los autobuses, que cuentan con estaciones de carga inalámbrica a lo largo de la misma.

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