En el pasado Gran Premio de Australia,
Sebastian Vettel anunció que el nombre de su nuevo
monoplaza sería 'Hungry Heidi' un apodo (femenino,
para no romper su tradición) que fue interpretado en un primer
momento como aviso para navegantes: el alemán mantiene intacta su
hambre de victoria. Y después de la forma en la que consiguió la
pole, todo apuntaba a que el Red Bull RB9 sería un
monoplaza inalcanzable.
Sin embargo, el equipo austriaco no calculó bien la degradación
de los nuevos neumáticos Pirelli. Su habitual forma de entrenar,
marcando tiempos parciales tras los que Vettel levanta el pie del acelerador, les
permite conocer su tiempo en vuelta rápida sin necesidad de que los
rivales la conozcan. Sin embargo, pierden perspectiva a la hora de
evaluar cómo desgasta el RB9 los
neumáticos.
Una vez en carrera, la 'Hambrienta Heidi' (traducción literal
del mote del coche) resultó ser un auténtico devorador de gomas. La
explicación técnica reside en el gran rendimiento que el Red Bull
RB9 saca del uso del difusor soplado (en las
versiones en las que el reglamento lo permite, es decir, con
escapes con efecto Coanda y demás
artimañas). Tanto apoyo aerodinámico hace del coche de
Vettel un monoplaza rapidísimo en clasificación,
pero le penaliza cuando se trata de hacer tandas largas en carrera
con el depósito lleno de gasolina.
Esta será la asignatura pendiente que Red Bull tendrá que
solventar de cara a la próxima cita, el GP de Malasia, donde, además, el
asfalto de Sepang es una verdadera 'lima'.