Es una tendencia común que hemos visto evolucionar a lo largo de los últimos años: los coches nuevos baratos están desapareciendo. Renovar automóvil hoy en día es más caro que nunca (incluso los coches de segunda mano están en sus máximos históricos), pero, ¿a qué se debe todo esto?

Hay varios motivos que han confluido para llegar a la situación actual, pero el primero y más importante hay que encontrarlo en la pandemia de la COVID-19.

En aquel momento se paralizó el mundo, la gente estaba en sus casas aisladas y lo último que se buscaba era comprarse un coche. 

El resultado fue que el parón de la industria hizo que los fabricantes de componentes, sobre todo de microchips, se volcaran en otras, como la de los smartphones o las videoconsolas, lo que derivó en que, cuando se empezaron a fabricar vehículos de nuevo, hubiera una escasez de materiales importante.

Esto provocó enormes cuellos de botella en la producción de coches y, en una tesitura en la que podía fabricar menos automóviles, las marcas tomaron una decisión: si había menos volumen, necesitaban sacar un mayor rendimiento económico de cada unidad que vendieran.

Conseguirlo implicó dar prioridad a los modelos más caros de sus gamas, así como priorizar la producción de las variantes más equipadas de todos sus modelos, lo que llevó incluso a la eliminación de los acabados más básicos en muchos casos y, con ello, el precio de acceso a muchos vehículos subió.

Esta tendencia se ha llevado al siguiente nivel directamente eliminando modelos baratos que hacen que la puerta de entrada a una marca ahora esté más arriba. Valga como ejemplo la desaparición del Ford Fiesta, que deja ahora al Ford Puma, que es sensiblemente más caro, como vehículo de acceso de la marca del óvalo. 

Y esto seguramente sea solo el principio. Estamos a las puertas de la llegada de la Euro 7 y, aunque a propuesta de España ha relajado los requisitos que pedirá, una vez se implante obligará a cumplir unos estándares que serán muy difíciles de alcanzar para los coches más pequeños y baratos de las marcas.

Ante esa situación, éstas tendrán dos opciones: adaptar los motores de estos vehículos, algo que encarecería su precio de manera considerable y que no parece probable que sea la línea de acción general; o directamente eliminarlos de sus gamas y centrarse todavía más en los modelos que les aportan un mayor beneficio.

La única esperanza para los coches baratos parece, de momento, los coches chinos. Sin embargo, con la obligación de vender solo coches eléctricos en el horizonte, los precios seguirán subiendo.