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El Mustang Mach-E ahora es autónomo: probamos la tecnología Ford BlueCruise

Un Ford con el BlueCruise activado.

Lidia Vega

Probamos el primer sistema homologado en Europa de conducción "manos libres" diseñado por Ford e implementado en un Mustang Mach-E. Para ello viajamos a Londres, ya que Reino Unido es el único país europeo donde es legal. 

Los coches autónomos han dejado de ser algo de ciencia ficción para convertirse en algo tangible. De hecho, ni siquiera son ya un modo de transporte del futuro. Cada vez estamos más cerca de tener la posibilidad de dejar de conducir por nosotros mismos y que sea el coche quien nos lleve.

Para ponerlo en práctica viajamos a Londres, donde hemos "no conducido" un Mustang Mach-E equipado con el sistema BlueCruise. De esta manera, Ford se convierte en el primer fabricante que introduce en Europa un sistema de este tipo homologado legalmente, siendo Gran Bretaña el primer mercado. 

Sin embargo, este sistema no nos permite desconectarnos en la totalidad de la conducción. La tecnología de asistencia al conductor de BlueCruise está entre el nivel 2 y el nivel 3, algo así como un nivel 2,5, por lo tanto, debes tener la mirada fija en la carretera para comprobar que no haya ningún peligro porque, de haberlo, debemos tomar el control del vehículo.

Por el momento, además de los residentes de Reino Unido, también lo están disfrutando 200.000 usuarios de EEUU, donde cuentan con una red de carreteras habilitadas de 100 millones de kilómetros. Para poder disfrutar de esta tecnología se deberá realizar una suscripción mensual flexible de 17,99 libras, unos 21 euros al cambio, con los primeros 90 días de prueba gratuita. 

Ponemos a prueba el BlueCruise en el tráfico londinense

Lo cierto es que, al menos durante un rato del trayecto, sí tendremos que hacer una conducción tradicional. Para poder disfrutar del modo autónomo, el coche debe estar dentro de las denominadas Blue Zones, que no son otra cosa que carreteras que están completamente mapeadas. Es decir, carreteras designadas que tienen un divisor sólido entre los carriles direccionales, como una barrera de reserva central. En Reino Unido, estas carreteras están marcadas con la letra M.

Por eso, desde que arrancamos el coche dentro de las inmediaciones de Ford hasta que llegamos a uno de estos tramos en la autopista de camino al aeropuerto de Heathrow, nuestro Mustang Mach-E parece un coche normal y corriente.

Pantalla del salpicadero con el modo BlueCruise activado.

Ford

Al llegar a una de las Blue Zones, puedes pulsar el botón BlueCruise que está instalado en el volante para que el coche se prepare para tomar el control. Al hacerlo la pantalla del salpicadero se vuelve azul y en ella el vehículo indica que puedes levantar las manos.

Desde ese momento, tal y como nos explica Tariq Willis, director de diseño empresarial de Ford para productos conectados, que viajaba con nosotros, el coche distingue los límites del carril y siempre va a conducir por el centro. Además del volante, también controla el acelerador y el freno, para adecuarse a las necesidades de la vía.

 

Quizás, una de las cosas que más me sorprendió, es lo fácil que te acostumbras a no llevar ningún tipo de control sobre un coche que circula a 70 millas por horas (unos 110 km/h). Delante de tus narices, el volante va girando para tomar la curva y, acto seguido, se endereza para continuar por su camino.

Sin embargo, no todo es tan sencillo. El sistema BlueCruise solo es capaz de seguir la ruta marcada por el GPS integrado dentro de un mismo carril. Esto quiere decir que si durante nuestro viaje tenemos que cambiar el carril o tomar un desvío, debemos tomar el control del coche, cambiar y, después, volver a dejar que el vehículo sea el responsable.

Incomodidades de la conducción autónoma

Sin embargo, no todo ha sido positivo en la experiencia. Al tratarse de un nivel 2 de autonomía, el conductor no es un sujeto pasivo, sino activo. Aunque nuestra interacción con el coche es mínima, lo cierto es que debemos estar muy atentos de la carretera para controlar que no hay ningún problema que nos obligue a recuperar el control del vehículo.

Para certificar que los ojos van mirando a la carretera, el coche cuenta con una cámara de infrarrojos instalada sobre el salpicadero que monitorea en todo momento nuestra mirada y, en caso de distracciones, salta una alarma para llamar nuestra atención. 

Esto ha sido lo más antinatural de la experiencia. Cuando conduces, además de a la carretera, vas mirando a los espejos, incluso a los laterales. La mirada fluye por el entorno controlando todo lo que pasa a nuestro alrededor. Sin embargo, con el modo BlueCruise, tienes la sensación de llevar puestas unas orejeras como los caballos para que solo mires hacia adelante.

De hecho, si estás mucho tiempo sin prestar atención a la carretera, o la cámara de infrarrojos detecta que no estás atento, comenzarán a aparecer varias alertas sobre la pantalla del salpicadero hasta que el propio coche va frenando y te obliga a recuperar el control si no quieres que se detenga. 

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