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Visitamos la fábrica de Dacia: así nacen los coches más baratos de Europa

Visita fábrica Dacia
El milagro económico del este.

El camino para Dacia fue, en su día, pedregoso. Hoy todo es distinto. Desde la capital de Rumanía, Bucarest, hasta la fábrica en Mioveni, donde realizaremos nuestra visita, distan 140 km, pero la iluminación del viejo Dacia Sandero de alquiler (23 euros al día) recuerda más bien a la llama de una vela. Además, las grietas de la vía son tan profundas que cada dos por tres aparece alguien cambiando una rueda. 

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Rumanía pertenece a la Unión Europea, pero es uno de los Estados miembros más pobres. En un paso a nivel, sorprende que aún sea una persona la que sube y baja la barrera.  La densidad de coches es menor que en ningún otro lugar de Europa (261 coches por cada 1.000 habitantes -más de la mitad que en España-). Y uno de cada tres coches vendidos es de producción nacional. La mayoría de coches aquí son Dacia, aunque también son muy populares entre los rumanos BMW, Mercedes y Audi, cuyos modelos diésel Euro 5 se venden en concesionarios de coches usados con nombres alemanes.

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Para su fundación, hace 50 años, Dacia tuvo ayuda extranjera. El primer modelo, el 1100, era una licencia de fabricación del Renault 8. El dictador Nicolae Ceausescu lo condujo, pero prefería su Rolls-Royce.

Un año más tarde le siguió el Dacia 1300 sobre la base de un R-12. Hasta 1978, se mantuvo la cooperación entre los franceses y los rumanos y después, terminó, aunque Dacia, sencillamente, siguió fabricándolo por su cuenta. 

Segundas partes que sí funcionan

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Pero las dos marcas volvieron a encontrarse: en 1999 y Renault tomó las riendas. El CEO, Louis Schweitzer, tuvo la idea de fabricar un coche para los países emergentes. Debía ser "el milagro de los 5.000 euros". Y para ello, Renault compró la hundida Dacia. Cinco años más tarde, en 2004, surgió un coche de aquella idea: el Dacia Logan. El primer Dacia de una nueva era para la marca. No era un coche bonito, pero sí especialmente barato. La base era la de un Renault Clio y en tres meses tuvo 30.000 pedidos. 

A España el Logan llegó con ABS y dos airbags, por un precio de 7.800 euros. El anuncio decía: "Dacia Logan, Made by Renault". Era algo así como una frase que hacía las veces de tranquilizante, pegada en la tapa del maletero. Y cuyo objetivo era despejar todas las susceptibilidades, ya que venía a significar algo así como: "Detrás hay una marca buena, este es un coche de verdad". 

Vídeo: todos los detalles del nuevo Dacia Duster:

Y lo cierto es que el Logan tuvo un éxito tan indiscutible como inesperado. Y con él, se infló la confianza de los trabajadores. En 2008, diez mil secundaron la huelga y lograron aumentar su sueldo un 50%,porque algunos empleados ganaban entonces menos de 200 euros al mes. 

Once años más tarde, un día de invierno, Christophe Dridi, el nuevo CEO de Dacia, se sienta en una sala de conferencias. Una persona de servicio, con redecilla en el pelo, le sirve vieiras sobre un puré de guisantes. "Tenemos el problema de que la demanda es mayor que nuestra capacidad de producción", dice el francés. Antes, Dridi había estado en Japón y en Marruecos. Sus hijos van a un colegio francés en Bucarest; él realiza por sí mismo el trayecto de dos horas hasta la fábrica. Dridi señala hacia afuera, donde ahora mismo se está levantando una nueva nave. Actualmente, de la fábrica salen 350.000 coches cada año y tiene otras nueva plantas de producción desde Brasil hasta Marruecos. 

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En 2017, Dacia vendió 1,33 millones de coches en 44 países. Por comparar: en el caso de otra marca de éxito de Europa del este, Skoda, fueron 1,2 millones. Sobre la idea simple de crear coches sencillos, Renault ha levantado una historia de éxito. Y aún le queda. 

El camino por gigantescas naves nos lleva entre viejas prensadoras, que desde hace décadas dan forma a las distintas chapas de la carrocería. "Hace tres años, había aquí todavía 24 personas manejándolas. Hoy son 12 robots", me dice uno de los responsables. El grado de automatización de Dacia ha pasado, en solo el transcurso de tres años, del 5% al actual 32,8%. 

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Eso tiene un motivo de fondo bastante fácil de comprender: poco a poco, ha ido mereciendo la pena sustituir a trabajadores por máquinas. Hace tres años, el sueldo medio en Rumanía era todavía de 626 euros años. Este año debería llegar a 984. 

Y es que los tiempos han cambiado en ese país. Y lo seguirán haciendo. ¿En qué dirección? Quien pregunta, a cualquiera de la calle, dónde están los mayores problemas del país recibe normalmente la misma respuesta: "En la corrupción". 

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Pero hay ejemplos positivos. Como el de Dacia. La empresa emplea a 18.000 trabajadores en Rumanía. Y cada vez menos se manchan las manos. Hay un centro de diseño en Bucarest y otro tecnológico en Titu, al oeste. Pero, por supuesto, el corazón se mantiene en la fábrica de Valaquia. La cadena de producción de 1,3 kilómetros es la única de la que sale el actual Dacia Duster. "Es nuestro bebé", dice Dridi.

Se fabrican 220 vehículos al mismo tiempo. Los empleados deslizan en el habitáculo salpicaderos previamente montados y, al final de la cadena, una persona llena el tanque de combustible con diez litros de gasolina. Suficientes para una prueba dinámica. Cada vehículo requiere unas 12 horas para estar completamente terminado. 

Una fábrica en la que surge de todo...

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Los empleados dedican ocho horas al día, seis días a la semana. En realidad, sus semanas laborales son también de cinco días, pero debido a la gran demanda de los modelos del segmento SUV, se han contemplado horas extras. 

Todas las tareas necesarias se llevan a cabo aquí: prensadoras de 2.400 toneladas forman las puertas; unos robots montan los motores; unos trabajadores sueldan el chasis... Y, a veces, también sueldan relaciones personales. "Yo he conocido aquí a mi mujer", me dice Iulian Craciun (de 49 años). Lleva trabajando en la fábrica desde que tenía 17. 

Dacia pertenece al Grupo Renault. Pero Dacia es también una familia propia. "Estamos orgullosos de esta empresa", dice Mihai Alexa, el director técnico. "No solo los que trabajamos en ella, sino todos los rumanos sienten un poco lo mismo". 

¿Todos los rumanos? En el control de seguridad del aeropuerto de Bucarest, me pregunta el agente: "¿De dónde procede?". "Alemania". "¡Ah!, ¡Mi coche es alemán! Y ríe, muy contento de manera cómplice. 

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