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Coche eléctrico o coche de hidrógeno, ¿cuál interesa?

Coche eléctrico o coche de hidrógeno, ¿cuál interesa?

Nacho de Haro

Coche eléctrico o coche de hidrógeno, ¿cuál interesa más? Hace unos años no nos podríamos haber hecho esta pregunta, pero está claro que cada vez más fabricantes apuestan por el hidrógeno como fuente de energía para sus futuros vehículos. Todavía queda camino por recorrer especialmente en lo referente al elevado precio de esta tecnología, pero las ventajas son claras con respecto a un eléctrico tradicional.

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Coche eléctrico o coche de hidrógeno, ¿cuál interesa? La respuesta a esta pregunta es más compleja de lo que parece, porque en estos momentos la tecnología que equipa un vehículo impulsado por hidrógeno es demasiado costosa como para poder compararlos en igualdad de condiciones con un eléctrico tradicional. Obviando esto y el hecho de que apenas existan puntos de repostaje, especialmente en España (literalmente se pueden contar con los dedos de las manos los lugares en nuestro país donde puedes cargar hidrógeno), las ventajas que aporta con respecto a un coche eléctrico tradicional son evidentes.

Pero antes de contarte porqué un vehículo impulsado por hidrógeno presenta atributos más interesantes que uno completamente eléctrico, veamos qué diferencias hay entre un coche eléctrico y uno de hidrógeno. En el fondo tienen muchas cosas en común, pues ambos recurren a motores eléctricos para moverse por lo que son capaces de funcionar sin producir emisiones contaminantes a nivel local. Lo que cambia principalmente es la forma en la que obtienen la energía eléctrica necesaria para alimentar el propulsor o los propulsores, en caso de que monten más de uno.

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En un vehículo eléctrico normal, como los que puedes adquirir en estos momentos (como un BMW i3, un Renault ZOE o un Kia Soul EV), la energía necesaria para alimentar el motor eléctrico se extrae de una batería. Un elemento que al mismo tiempo es el principal punto débil de esta clase de automóviles, pues aunque la tecnología actual evoluciona a pasos agigantados, las baterías por ahora no nos permiten disfrutar de autonomías tan amplias como las que ofrecen los turismos convencionales con motores térmicos tradicionales. Y lo que es peor, son tremendamente sensibles a la forma de conducir que practiques: si anuncian 200 km de autonomía, para llegar a esa cifra deberás ser un maestro de la conducción eficiente y no pisar más de la cuenta el acelerador.

Es cierto que hay excepciones, como sucede con las versiones más costosas de los Tesla Model S y Tesla Model X, que teóricamente ‘acarician’ la barrera de los 600 km de autonomía, un dato con el que cubren las necesidades de la inmensa mayoría de los conductores. Pero ni siquiera con estos dos coches te librarás del otro gran punto débil del coche eléctrico: el tiempo necesario para recargar las baterías, que será mayor cuanto más capacidad tengan y por ende, cuando mayor sea la autonomía.

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Son muchos los factores que entran en juego en este sentido, ya que a la hora de cargar un coche eléctrico te encontrarás con múltiples opciones en cuanto a los tipos de carga que existen (lenta, convencional, semirápida, rápida…), los diferentes modos disponibles (determinados en función del nivel de comunicación que haya entre el cargador y el propio vehículo) y por último, en las clases de conectores (cinco conectores diferentes son los más extendidos). Los coches de hidrógeno solucionan de golpe todos estos ‘problemas’, tanto el de la autonomía como el del tiempo de recarga, que en ambos casos suele ser similar al de un turismo diésel o de gasolina.

Porque la gracia de un vehículo de hidrógeno está precisamente en que son coches que aúnan lo mejor de los eléctricos puros y de los automóviles convencionales con motores alimentados con carburante: se mueven gracias a la electricidad, energía que es generada mediante una pila de combustible y almacenada en un acumulador usando el hidrógeno guardado en tanques específicos presurizados, depósitos que se pueden rellenar en cuestión de minutos. Lo malo en este sentido es que no hay prácticamente puntos de carga para repostar hidrógeno, menos de una decena en nuestro país, y que por ahora los métodos para producir el hidrógeno no son limpios.

Vehículos como el Toyota Mirai, el Honda FCV o como el Hyundai ix35 FCEV demuestran que en estos momentos ya es posible producir y comercializar coches de hidrógeno. Los elevados costes de la tecnología que emplean los alejan del alcance de la mayoría de los bolsillos, pero al menos ya son una realidad palpable. Es de esperar que sus precios bajen conforme evoluciona la técnica, al igual que está sucediendo con los eléctricos puros, pero hasta que eso sucede quedan otros muchos problemas por resolver, como el de los puntos de carga, algo que es extensible también aunque en menor medida a los eléctricos convencionales.

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