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Nissan GTR: prueba a 200 km/h en hielo

Laponia, 10 grados bajo cero. Nissan me ha preparado una experiencia escalofriante en todos los sentidos posibles de la palabra. Estoy a 70 kilómetros del Círculo Polar Ártico y tengo un reto único: domar los 550 CV del Nissan GTR sobre un lago helado. Lo que no sabía es que iba a coger velocidades de vértigo.

La ciudad es impronunciable: Arvidsjaur. Es temporada alta. Aquí es en pleno en invierno cuando más gente acoge y menos reservas de hotel quedan disponibles. Se busca el frío y hablar de frío es hacerlo de temperaturas de hasta 35 grados bajo cero. ¿El encanto? Muchas marcas prueban aquí sus futuros modelos para someterles a las extremas inclemencias de estas latitudes. También se reúnen aquí muchos aficionados capaces de pagar más de 5.000 euros con el fin de disfrutar de una experiencia única sobre hielo con coches de muchos caballos. En mi caso, Nissan me ha preparado una jornada muy especial con un suculento plato final: llevar al límite a su Nissan GT-R en estas condiciones. Y por su puesto, he aceptado el reto.

Me explican el plan. Empezaré familiarizándome con el manto helado a bordo de un Nissan Juke Nismo RS y un Nissan 370Z Nismo. ¡No está nada mal para comenzar! La idea es ir cogiendo ‘feeling’ para que, ya por la tarde, el Nisasn GTR no me desborde en una de las pistas de Formula 1 recreadas aquí.

Primer trazado corto y muy técnico

La toma de contacto, sin embargo, se realiza sobre un pequeño trazado con curvas muy cerradas y que me servirá para ir aprendiendo la técnica más utilizada sobre esta superficie: ir de lado y jugando con la zaga. Me subo al Nissan Juke Nismo RS y su poco convincente cambio automático por variador continuo. Mi acompañante y experto piloto de rallys, Robert, me irá corrigiendo mis errores de principiante. 

La tracción 4x4 del Juke más potente es mi aliada; sus 214 CV la base perfecta para divertirme. Primera consigna que no para de recordarme Robert: “Enrique, estamos circulando sobre hielo, así que todo tiene que hacerse con mucha anticipación y con ‘0’ brusquedad”. 

Le hago caso. La primera vuelta me la tomo con mucha clama para reconcoer el circuito. “No debes tocar la nieve que delimita la pista. Si lo haces nos vamos fuera y lo más seguro que nos quedemos atascados”. La cosa va en serio. Aunque llevamos clavos en los neumáticos, aquí no se puede conducir como si fuera asfalto por mucho ‘grip’ que notes en las ruedas. 

Rápidamente me doy cuenta de que Robert tiene más razón que un santo: lo fundamental es anticipar mucho el giro, entrar dejándote algo de frenada para que la trasera se descuelgue, dirigir el morro al interior de la curva y a partir de ahí, a la salida, dar gas con la dirección todavía mirando haciendo dentro para que puedas redondear el giro y salgas con la dirección recta. En ese instante puedes salir con el acelerador a fondo. ¿Contravolantes? Si lo haces bien y de forma progresiva apenas tendrás que corregir con la dirección. Si te pasas a la entrada de la curva y descuelgas demasiado la zaga, tendrás que trabajar con el volante. Y eso no es precisamente lo que quiere Robert. Me cae más de una ‘bronca’. “Demasiadas correcciones cuando no hacía falta. Giras muy brusco. Parecía como si estuvieses conduciendo un Cadillac de los 70”. Me río. Desde mi punto de vista no ha ido del todo mal, porque ni he rozado la nieve, pero Robert no tiene la misma opinión. 

Trasera 100%, derrapadas aseguradas

El siguiente peldaño si que es un reto. Me espera el Nissan 370Z Nismo, con sus seis cilindros en V y 344 CV. Toda la fuerza va al eje trasero. Aquí sí que la única forma de llevarlo por el sitio es ir completamente de lado y esa técnica me gusta bastante más. Tras una larga recta llega una pequeña curva a derechas a la que le sigue otra a izquierdas que termina en otra a derechas de doble vértice. 

Con la misma frenada ya noto como la zaga se descuelga y a ese movimiento le acompaño con un golpe de gas. ¡Voilà! Ya tengo el 370Z completamente de lado. Ha sido fácil, pero temo terminar en un trompo y me quedo corto de gas para afrontar el segundo vértice ‘de costado’. Freno un poco y giro para dar un nuevo otro acelerón. La trasera me vuelve a contestar. Contravolante a la izquierda y mantengo el pie con reservas para intentar llegar a la siguiente curva a derechas y enlazarla. Hay que ser muy preciso para saber cuando cambiar la inercia de coche y muy rápido con el volante para que la transferencia de pesos no acabe con un latigazo trasero y consiguiente trompo. 

Logro enlazarlo. “Bien, me dice Robert. La clave es sentir el equilibrio con el gas y acompañarlo con la dirección”. La segunda clave es mirar todo lo lejos que puedas para llevar hacia allí el coche. Con la cantidad de caballos que hay bajo el capó, no resulta nada difícil darle un pisotón al acelerador para coger más ángulo con la zaga. Es como un baile. Hay que jugar con los pesos y las inercias. A derechas, a izquierdas. Al final me confío y el hielo no perdona. ¡Trompo por abrir demasiado el gas cuando no tocaba! 

Plato principal: Nissan GT-R

Con ese patinazo final llega la hora para comer. Por la tarde me espera el plato fuerte. Sobre este enorme lago helado hay una buena cantidad de circuitos. También hay recreaciones de pistas legendarias a escala real como la del circuito de Silverstone. El protagonista ya lo sabes: se llama Nissan GTR. Son palabras mayores, son 550 CV de potencia y un carácter muy radical. Lo arranco y el mismo hielo parece como si se fuera a resquebrajar. 

Desconectar los controles en un coches así es un acto de fe, pero hay que hacerlo. El mundo está hecho para valientes y experiencias como esta no se viven todos los días. Me dirijo hacia la pista. Algunos de los monitores me dicen que han rodado en este circuito a más de 240 km/h. Solo escuchar esa cifra hace que me tiemblen las piernas. La primera vuelta es crucial para empezar a entender de que va el juego. Es Silverstone, sí, pero una vez allí es difícilmente reconocible. Pido a Robert que me vaya ‘cantando’ las curvas y sobre todo los puntos de frenada. Enseguida me doy cuenta de que se pueda rodar rápido, muy rápido. En la segunda vuelta doy un poco más de rienda suelta al pie derecho. 

Robert me recuerda que la técnica que he aprendido durante la mañana con el Nissan Juke Nismo es la que debo realizar con el GTR. “Entra en la curva frenando, no muy fuerte, con la dirección hacia dentro y luego con el acelerador vas redondeando”. Lo malo es que el reparto de fuerza entre un modelo y otro son diferentes, así como sus cifras de potencia y par. Cuando le pisas fuerte, el GTR se vuelve una bestia con ganas de horadar el hielo hasta llegar al fondo del lago. El sonido es increíble y la sensación de empuje me obliga a aferrarme al volante como si fuera mi única tabla de salvación. Como tengas la dirección un poco girada la trasera se mueve una barbaridad. Pero es totalmente controlable con el volante. Me empiezo a animar. Robert me avisa de que estoy frenando muy fuerte y me recuerda que estamos en hielo. Llega el primer error, entro pasado de frenada y el morro ya no se inscribe en el interior de la curva. Doy gas y el GTR se cruza una barbaridad. Hago contravolante y el muro de nieve se me echa encima. 

Robert se empieza a desesperar. “No hagas contravolante. Dirige la dirección hacia dentro y abre gas. Esto es un tracción integral, delante tenemos tracción que nos meten en la curva si diriges bien la dirección”. Imposible. Es una lucha con mi cerebro. Cuando noto la trasera cogiendo cada vez más ángulo, me es imposible mantener la dirección hacia dentro del giro y hago contravolante, lo que me expulsa fuera de la trayectoria. 

En las siguientes vueltas intento hacerlo mejor e ir cogiendo confianza. La capacidad de tracción del GTR y como los neumáticos digieren la fuerza al hielo es asombrosa. Hago un giro completo bien y Robert respira más tranquilo. Freno en el sitio, dejo que la zaga se descuelgue y con paciencia espero el momento de abrir gas. Llega la gran recta. Y aprovecho que mi instructor parece más relajado para atacarla con decisión. 

El curvón que da entrada es muy rápido. Hasta entonces lo había hecho en cuarta, pero esta vez llego más rápido y lo hago en quinta apuntando la dirección hacia donde toca. El GTR parece ir sobre raíles. Fondo y sexta. Miro el velocímetro. Robert no dice nada. Sigo a fondo: 160, 170, 180… 190 y ¡¡200 km/h!! Oigo el grito: ¡¡BRAKE!! Clavo el freno e intento mantener el coche recto. Todo pasa muy rápido y no sé cómo pero acabo llegando a la curva con el coche controlado. “No hace falta llegar tan rápido”. Vale, ha sido una osadía por mi parte, pero esto es algo que ya podré contar de mayor. Ya sé lo que es ir a 200 km/h sobre una 'lengua' helada y en un coche tan divertido como radical. Gracias Robert, al final mereció la pena.

Valoración

Nota9

Laponia, 10 grados bajo cero. Nissan me ha preparado una experiencia escalofriante en todos los sentidos posibles de la palabra. Estoy a 70 kilómetros del Círculo

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