Logo Autobild.es

Audi R8 V10 quattro S Tronic: ¡déjate llevar!

En ocasiones debes guiarte por tus impulsos. Con el Audi R8 V10 quattro S Tronic olvídate de la razón. Cuando un motor V10 'grita' a tu espalda a 8.700 rpm, el corazón se estremece y lo que no quieres es que tu cabeza se interponga.

En la vida de cualquier persona, lo importante es no estancarse. Mirar siempre hacia adelante, evolucionar, crecer... El Audi R8 lleva en el mercado desde el año 2006 y desde entonces siempre ha ido dando esos mínimos pasos para seguir siendo un superdeportivo vigente y codearse con los nuevos rivales que han ido apareciendo. Su diseño le ha ayudado bastante, de eso no hay duda, y por eso, a día de hoy, es uno de los modelos de Ingolstadt por el que mejor pasa el tiempo. Con el Audi R8 V10 quattro S Tronic se puede ver cómo desde los cuarteles generales de la marca alemana han sabido elegir lo que debía permanecer intocable y lo que tenía que actualizarse.

No te pierdas: Audi R8 2015: ¡filtrada la primera imagen! 

Los motores, por ejemplo, apenas se han modificado. Un acierto. En plena espiral por hacer bloques sobrealimentados cada vez más y más pequeños, poder disfrutar de un motor atmosférico de más de cinco litros y diez cilindros en V es todo un privilegio que no debería extinguirse nunca. Construido en aluminio, con los cilindros en un ángulo de 90 grados y un peso total de 258 kilos, este motor es la niña bonita de la marca de los aros. Se sitúa allí donde tiene que estar: detrás de la nunca, respirando cerca de tus oídos para que tu espalda sienta sus ímpetus. Sus cifras marean, dejan con la boca abierta: 530 Nm de par máximo a 6.500 rpm y 525 CV de potencia a 8.000 rpm. El régimen máximo lo alcanza a las ¡¡8.700 vueltas!! Es ahí donde cada  pistón recorre la friolera de 26,9 metros por segundo, en una orquesta de explosiones que emiten un aullido bestial.

Tal es el protagonismo de este motor que no se ha dudado un instante en mostrarlo al mundo con un capó de cristal que cuenta con luz propia para iluminarlo en la oscuridad. Hasta ese punto llega el nivel de detalle de un modelo cuyo relevo ya está próximo y se está probando en el trazado de Nürburgring.

Audi R8 V10 quattro S Tronic: ¡déjate llevar!

Pero mientras llega la nueva generación, hay que seguir explotando la quintaesencia de un coche que sigue fascinando allá por donde pisa. Que lleva ya unos años a sus espaldas lo notas cuando te das cuenta de que  hay  elementos que  no puede montar y que  muchos hermanos de gama  lo ofrecen ya. Me refiero al acceso y arranque sin llave, no disponible en ninguna de sus motorizaciones. Y es que acostumbrado a tener que pulsar un botón para arrancar el motor en todos sus rivales, darle la vuelta a la llave de contacto de turno parece algo salido del pleistoceno. Lo bueno es que en cuanto escuchas el bramido de los 10 cilindros te olvidas de botones y modernidades. En ese momento, las neuronas de tu cerebro se centran en un solo sentido: el oído. Ronco, grave y con matices metálicos, los decibelios que golpean las paredes del garaje hacen retumbar todo el edificio. Seguro que a los vecinos  del primero no les hace tanta gracia que les despierte tan temprano.

Pongo  la palanca de la caja automática de doble embrague en la 'A' (felizmente jubiló a la anterior R-Tronic robotizada) y tras quitar el freno de mano (a la antigua usanza, nada de sistemas eléctricos) me deslizo por el pasillo. La dirección se nota pesada. Mucho. Cuesta maniobrar en parado y no ayuda que la parte inferior sea plana. A todo  ello tampoco me convence su gran  radio de giro de casi doce metros. Por fin salgo a la calle. Me saluda el portero con esa mirada indescifrable con la que siempre me desafía cada mañana. Da igual que conduzca un Kia Picanto o un R8 de más de 180.000 euros. Ni se inmuta. Ni se fija en las enormes llantas de 19 pulgadas o en los luces Full LED de serie que monta esta unidad. Me quedo algo frustrado, lo reconozco.

Menos mal que  al primer pisotón del pie derecho, los dos escapes circulares emiten tal nivel de ruido que el resto de personas que andan por la acera  se giran. Ya es otra cosa... Mientras no  actives  el modo Sport ni tenses las suspensiones (y si te lo propones) el Audi R8 se puede mover  hasta con cierta  somnolencia por la ciudad. Solo si paso por encima de un bache demasiado profundo mi espalda se resiente con razón.

Te interesa: Vídeo: Audi R8 Plus, vuelta a Montmeló 

El cambio realiza las transiciones entre marchas con suavidad y el sonido también pare- ce como filtrado en la parte baja del cuentavueltas. ¿Un lobo vestido con piel de cordero? Me detengo en un semáforo y me dispongo a analizar el interior. Muchos rivales ya apuestan por el sistema  Start-Stop, pero este R8 no lo lleva instalado. Y es que de un simple vistazo enseguida te das cuenta de que los años se notan. No ha variado  ni su disposición de los distintos elementos ni la enorme calidad con la que está construido.

La pantalla del navegador, por ejemplo, no es táctil y la conexión Bluetooth dista de ser lo último en conectividad. Por eso, introducir una  dirección en el GPS es como  retroceder unos cuantos años. Olvídate del cómodo 'Touchpad' de los últimos modelos de Audi o de dar órdenes por voz. Tu acompañante tampoco podrá ajustar su temperatura en el climatizador y si quiere introducir algo de cierto tamaño en la guantera se las verá y se las deseará.

Rumbo al circuito

Semáforo en verde.  La transmisión de doble embrague es sumamente obediente e inserta las marchas de una forma rápida. Nada de tirones, nada de trallazos en el cuello. ¡Cuánta falta le hacía al R8 un cambio así! Me dirijo hacia mi circuito de pruebas. En autovía el chasis se comporta de forma sensacional. Parece que  voy sobre raíles  y cada pequeño giro del volante se transmite rápidamente a las ruedas delanteras. Ahora la dirección ya no pesa y ofrece un tacto perfecto entre firmeza  y progresividad.

A velocidad de crucero llevo un consumo de 13,8 litros a los 100 km/h, pero esta cifra amenaza con subir muchos enteros a poco que te animes con el pie derecho. Y eso es fácil, porque desde dentro la sensación de velocidad queda absolutamente filtrada. Por su parte, el ronroneo del motor tampoco molesta y puedes ir hablando perfectamente con tu compañero sin tener que subir la voz.

Por fin llego a mi destino: el circuito de Kotarr.  Allí me espera el bueno de Rubén que siempre anda liado con las obras de la torre principal.  Nos da paso  a la pista  y me preparo para sacar lo mejor de este R8. Ahora empieza lo bueno. Lo primero es mirar que el depósito tenga todavía suficiente reservas para no tener que preocuparme durante el resto de la mañana. Más de medio tanque debería ser suficiente para saber de qué pie cojea un chasis que reparte el peso en un 59% sobre el tren trasero y un 41 sobre el delantero. Esto le debe dar ventaja en las aceleraciones y en las frenadas, ya que la parte posterior siempre va a ir más sujeta. Por cierto, de eso también se encarga un pequeño spoiler que  se levanta a partir de 100 km/h, aunque me parece que  en un trazado como este no me va a hacer mucha falta. No te pierdas el vídeo del desparrame en el circuito con el Audi R8:

Es hora de meterle mano a todos los botones que van situados debajo de la palanca de cambios. Refuerzo las suspensiones, desconecto el control de estabilidad completa (se hace en dos etapas) y activo el modo Sport. Calle de boxes. Iremos de menos a más. En la primera  vuelta de reconocimiento no acelero a fondo ni apuro en las frenadas. El asfalto está en buenas condiciones. ¿Espero o me lanzo a buscar los límites en la segunda? La duda la despejo rápido. Aprieto las manos y acelero a fondo. En primera el V10 sube de vueltas sin que apenas puedas reaccionar. Segunda... ¡Cómo grita el motor que llevo a mis espaldas! Rubén se asoma porque no da crédito a lo que escucha en la pista. 

Llega la primera frenada y me hundo sobre el pedal. A la entrada de la curva el tren delantero se ve obligado  a hacer trabajo extra y acaba ocurriendo lo que no me esperaba. El morro subvira y tengo que acompañar con el freno para reducir más la velocidad. Eso me va a lastrar en la recta de atrás, así que me paso con el gas al acelerar y ahora es la trasera la que se me insinúa con una cruza- da que me hace ponerme las pilas con el volante (el 85% de la fuerza va a parar a las ruedas traseras). Con el coche ya recto la tracción quattro lanza al Audi R8 a por la siguiente curva. Vuelvo a frenar a fondo y controlo mejor la velocidad de entrada y salida. Ahora el R8 ofrece su mejor  versión. En el resto de la vuelta consigo hacer las cosas mejor y el chasis me lo agradece. 

Con las ruedas ya calientes parece que el eje delantero no se escapa tanto y según  voy dando vueltas  los frenos no desfallecen. ¿Un 911 sería mejor? Nuestras últimas comparativas así lo dicen, pero te tengo que decir que ahora mismo no pienso en más precisión ni en un paso por curva más rápido. El R8 está colmando mis expectativas. El resto no importa; poco más hay que pensar ahora.

Conclusión

Hay deportivos para todos los gustos. Los hay pequeños y 'matones', como los Lotus; luego están los iconos de toda la vida, como los Porsche o los Ferrari; y hay un tercer grupo en el que entraría este Audi R8 V10, cuyo carácter burgués y su elegancia le permiten poder prescindir de la máxima precisión al volante o la quintaesencia de la deportividad. Y es que llevar un V10 a la espalda y rozar las 8.700 rpm ya es suficiente para el común de sus (privilegiados y mortales) clientes.

Valoración

Nota9

En ocasiones debes guiarte por tus impulsos. Con el Audi R8 V10 quattro S Tronic olvídate de la razón. Cuando un motor V10 'grita' a tu espalda a 8.700 rpm, el

Descubre más sobre , autor/a de este artículo.

Conoce cómo trabajamos en Autobild España.