¿Y si el futuro de las marcas europeas pasa por hacerse premium?

Anda el patio calentito en el mundo del automóvil y parece que el vector de la subida de la temperatura tiene su origen en el lejano Oriente. Efectivamente, los ojos vuelven a mirar hacia China como la cuna de todos los males. 

Esta vez ha sido la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, la que ahora –sí, ahora, tras tantos años haciéndose la sueca a pesar de ser alemana– se ha rasgado las vestiduras. Por este motivo ha anunciado a bombo y platillo que la institución que dirige va a poner en marcha una investigación para verificar si los coches chinos que están aterrizando en el territorio europeo vienen dopados de origen en forma de subsidios públicos. 

Y esto atenta con los principios básicos del comercio internacional y la libre competencia: ¡nada de prácticas de dumping!

¡Pues mucha suerte, señora Von der Leyen! Será más fácil encontrar el Santo Grial que conseguir que el opaco Gobierno autocrático chino le abra las puertas para ello. Y ¡cuidado! A ver si la bala sale por la culata, porque esa investigación abarca a todos los modelos que se fabrican en China, y en el gigante asiático se producen también coches europeos que se comercializan en Europa...

Como es lógico, el Gobierno chino ha respondido con amenaza de represalias en forma de aranceles si se lleva a cabo la citada investigación, y acusa –átate los machos– de “proteccionismo salvaje” la postura de la UE a este respecto. Llegados a este punto de mi viaje vital, ya nada me sorprende.

Sinceramente, me reafirmo en que no hay nada más bueno para el consumidor final que el hecho de que haya mucha competencia, venga de Japón, Corea del Sur, Estados Unidos o de la China Popular. Ahora bien, también es cierto que todos deberíamos jugar con la misma baraja, y aunque me falta información, todo parece indicar que el doping existe. 

Por tanto, lo justo sería que se hiciera la luz al respecto, y así zanjaríamos de una vez este debate y el cliente europeo podría comprar un coche chino sin problemas de conciencia –es un decir…–.

Ahora bien, el quid de la cuestión es el precio de los coches eléctricos chinos, más atractivo de entrada al que, además, se pueden sumar las ayudas de las distintas administraciones europeas. 

Ahora mismo un coche eléctrico chino no tiene nada que envidiarle a uno europeo, y a casi igualdad de propuesta de valor, lo lógico es que la decisión final se incline por la oferta más barata. Y el nudo gordiano radica en que en la guerra por el vehículo eléctrico asequible los coches chinos tienen a día de hoy todo para resultar ganadores.

¿Qué solución le queda a las marcas europeas?

Hace unos meses asistí a la inauguración de un nuevo punto de venta de Maserati en Madrid. En el evento tomó parte, entre otros, Luca Delfino, director general de la marca para la región EMEA (Europa, Oriente Medio y África).

Estuve conversando un buen rato con él y le pregunté por China y si veía una amenaza en este sentido. Delfino fue claro y meridiano: “Absolutamente no. Quizá quienes deberían estar preocupadas son las marcas generalistas, de volumen, pero en el segmento premium y de lujo, a las marcas chinas aún les falta experiencia y conocimiento”.

Seguramente muchos lectores me digan: “ya está aquí el maestro liendres, que de todo sabe y nada entiende”. Aun a riesgo de que me caiga la del pulpo, voy a compartir mi reflexión: quizá ahora más que nunca haya que pensar en dar un salto hacia arriba, hacia el segmento premium. 

No es fácil; uno no se convierte en premium por arte de birlibirloque, pero quien más quien menos dentro de los grandes grupos automovilísticos cuenta con una marca premium y/o de lujo. Señores CEO: ahí hay que poner el foco, ahí hay que darlo todo.

Y quizá este humilde juntaletras no ande tan desencaminado habida cuenta de que Cupra ha nacido en un segmento superior y está dando muchas alegrías, y marcas como Kia están aprovechando el lanzamiento de sus modelos eléctricos para cambiar su posicionamiento y saltar de nivel… Ahí lo dejo.