El otro problema de los badenes, más allá del daño a la suspensión y las embarazadas

Los badenes ya son un elemento común en nuestras calles, puestos ahí para garantizar que la gente no vaya más rápido de lo que debe y así mejorar la seguridad de los usuarios más vulnerables. Su objetivo es bueno, pero tienen consecuencias negativas tanto para el coche como para las personas, algunas más conocidas y otras menos.

Entre las de conocimiento común destaca el desgaste adicional que provocan en la suspensión del coche, que en lugar de ir por una superficie más o menos lisa, tiene que lidiar con un resalto que no siempre está bien medido o tiene un buen ángulo de aproximación, lo que hace que este componente sufra.

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Algo menos sabido es que los badenes son malos para las embarazadas, puesto que el movimiento repentino que supone puede afectar de manera negativa al feto, llegando incluso a poder provocarle lesiones leves.

Pero también hay otro problema no tan conocido relacionado con este elemento y que afecta a los coches, concretamente a su eficiencia: los badenes hacen que consuman más combustible que emitan una mayor cantidad de contaminantes.

Es algo lógico, puesto que cuando un automóvil es más eficiente es cuando va ‘a tabla’ a una velocidad constante y sin tener que revolucionar el motor de más. En una calle recta, esta dinámica se rompe si se coloca en medio un badén, puesto que el conductor tiene que reducir marchas y frenar al llegar a él, para luego exigir al motor más a la hora de salir del mismo.

Según un estudio publicado por NICE, un obstáculo de este tipo puede suponer un aumento de hasta un 60% más de CO2, un 60% más de óxido de nitrógeno y un 47% más de partículas contaminantes para un vehículo que tenga que sortearlo.

De la misma manera, el consumo de combustible también se ve afectado, aunque en este caso de una manera menos grave, puesto que el gasto extra de diésel o gasolina puede ser entre un 10 y un 28% mayor.