El mundo del motor parece haber dejado atrás los motores grandes y es que, por eficiencia y ahora para combinarse con sistemas electrificados, la mayoría de los fabricantes está centrándose en motores más pequeños. Sin embargo, incluso los de épocas pasadas se quedan en nada comparados con este propulsor de 65 litros de cilindrada.

Por ser lo más habitual, pensamos de primeras en turismos y coches de particulares, pero estos, incluso en los casos de mayores dimensiones, palidecen si se les comparan con los motores que utilizan los vehículos industriales.

Uno de los ejemplos más representativos es el del BelAZ 75710, un volquete que, siendo el más grande del mundo, tiene un propulsor en consonancia.

Lo primero, para tener claro de lo que estamos hablando, es señalar las características de la bestia. Mide 20,6 metros de largo, 8,1 metros de alto y 9,8 metros de ancho; es decir, es sencillamente gigantesco, hasta el punto de que una persona adulta con una buena altura llega como mucho hasta la mitad de la rueda.

Como es lógico, una mole así tiene un peso exorbitado: 360 toneladas… a las que puede sumar otras 450 toneladas de carga máxima, lo que hace que en total el conjunto pueda llegar a sumar hasta 810 toneladas.

Y, ¿cómo se mueve algo así? Con mucho cuidado. Con mucho cuidado y una dupla de motores que, como el vehículo al que pertenecen, son simplemente masivos.

Los 6 motores más grandes de la historia de la automoción

Cada uno de los bloques es un MTU DD 16V4000, un propulsor turbodiésel de 16 cilindros en ‘V’ y 65 litros de cilindrada, que es capaz de desarrollar 2.300 CV de potencia y 9.300 Nm de par máximo. Hacer las cuentas de lo que entrega el conjunto es sencillo: 4.600 CV y 18.600 Nm.

El músculo que atesora es enorme, pero dado su cometido y los pesos con los que tiene que lidiar, se traduce en unas prestaciones muy justas: solo puede alcanzar 64 km/h y si va descargado en terreno llano, aunque habría que tener mucho valor para llevarlo más rápido que eso.