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Frenos de tambor: por qué pueden tener una segunda juventud y qué debes vigilar

frenos tambor

Los frenos de tambor son los grandes olvidados, aunque nunca se han extinguido y ahora puede que tengan una segunda juventud. Te explicamos por qué y qué debes vigilar.

Si le preguntas a cualquiera si prefiere unos frenos de disco o frenos de tambor, a priori elegirá los primeros, ya que tienen mejor fama, son más pintones, los ves en coches de carreras... Las motos y las bicicletas también los muestran con orgullo. ¡E incluso los hay simulados en carritos de bebé! 

Pero, si tan desfasados estaban los de tambor, ¿por qué se están montando ahora incluso en coches enchufables de 300 CV? ¿Vale una misma tecnología para un autobús, un Seat 600 -que nunca llevó discos-, un utilitario normalito en su eje posterior? Curiosamente, sí.

¿Por qué pueden tener una segunda juventud los frenos de tambor?

frenos disco

Actualmente, existen los frenos de tambor, los de disco y los eléctricos (que no es que den la orden de forma no mecánica para que los primeros y/o los segundos actúen, sino que, directamente, retienen el eje desde el propio sistema de propulsión -motor y transmisión- para que se produzca la deseada deceleración).

Por eso, desde hace más de medio siglo, la configuración más recomendable era montar frenos de disco en las cuatro ruedas o, por lo menos, delante (y detrás, de tambor), ya que al frenar, la inercia que lleva un vehículo hace que toda la fuerza se desplace hacia delante, debido a lo cual los frenos más potentes deben ir montados allí. 

Frenos del Ferrari SF90

Y más, en modelos con más aceleración, velocidad, dimensiones de neumático y grandes frenadas, porque el rendimiento de los tambores se quedaba corto al haber más superficie de rozamiento y mayor riesgo de sobrecalentamiento y pérdida de efectividad (fading).

Las ruedas traseras también deben ir dotadas de su propio sistema de frenos para que la distancia recorrida al pisar el pedal no sea peligrosamente larga. Sin embargo, para coches menos pesados (urbanos, utilitarios) y a los que no se exigiera una conducción deportiva, no hacían falta elementos tan poderosos. 

Si te asegurabas de que los frenos de tambor cumplían detrás en estas circunstancias, fabricante y usuario podían beneficiarse de sus cualidades: mayor economía en montaje y mantenimiento, puesto que tradicionalmente se calculaba que en un vehículo convencional con sistema mixto, debías cambiar sus discos por cada dos veces que sustituyeras sus pastillas. 

Pero si ahora un coche deportivo se apoya continuamente en la electrónica para actuar sobre el conjunto con el freno motor, se resta mucho trabajo a discos, pastillas, zapatas y tambores. Así que los tambores pueden ser buena idea en estos tiempos de cambios vertiginosos en la movilidad, electrificación forzosa y ahorro máximo de costes por parte de todos los fabricantes del mundo... 

Cuestión de costes

La vuelta a los tambores detrás carece de lógica... salvo que ahorre costes de producción en un sistema a priori más sofisticado que el de los discos. Así que ojo con los plazos de sustitución y sus costes: si tradicionalmente zapatas y tambores eran más caros de cambiar, imagina si ahora llevan sistemas electrónicos de regeneración de energía, o materiales menos longevos.

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