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Mini Cooper SD contra Seat Ibiza FR TDI

El Mini Cooper SD despliega su artillería pesada. Gracias al motor del BMW 118d, llega dispuesto a complicar las cosas al Seat Ibiza SC FR. En esta prueba enfrentamos la frialdad inglesa contra la pasión española. Solo puede haber un claro vencedor.

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Mini Cooper SD contra Seat Ibiza TDI FR. Dos utilitarios diésel, tan poco sedientos como prestacionales. Así son los protagonistas de este cara a cara: auténticos e insaciables 'curveros' devorakilómetros. A los fans de Mini les encanta la diversión al volante, pero la verdad es que su 'fuego diésel' no daba hasta ahora ni para encenderse un cigarrillo: 112 CV era todo lo que ofrecía. Afortunadamente, BMW ha llegado al rescate y le ha proporcionado al británico la potencia de su 118d. Nada menos que 143 CV se esconden bajo el capó del Mini de gasóleo más potente. Desde luego, la cosa pinta realmente bien.

Pero al Seat Ibiza FR no le asusta esta cifra. Primero, porque tiene idéntica potencia, y segundo porque sabe de sobra que mezclar la pasión española con la tecnología alemana da siempre buen resultado. Así que, ¿cuál de los dos será capaz de ofrecer diversión en su estado más puro? No te voy a engañar, el Mini es el primero que se me viene a la cabeza cuando pienso en pasármelo bien. Sin embargo, nada más ponerme a sus mandos, una sensación rara me invade. Todo es muy bonito, muy retro, con un diseño estudiadísimo pero, ¿se habrá parado alguien a pensar que los botones del centro de la consola no son prácticos en el siglo XXI? Eso, por no hablar del velocímetro, que hasta me atrevería a decir que se trata de una fina broma británica: tiene el tamaño del Big Ben, pero se lee peor que el reloj de mi abuela. Esto se debe, entre otras cosas, a que la aguja es tan corta que en ocasiones cuesta seguirle la pista por el borde de la esfera.

Además, sus plásticos son de un color gris poco atractivo y las superficies de color negro brillante parecen tener poco futuro. Otro aspecto importante es el de la visibilidad a bordo, donde el modelo español tiene que agachar la cabeza ante el inglés. Los delgados pilares y las amplias ventanas permiten aparcar el Mini sin ningún tipo de dificultad, ya que el final está donde dejas de ver la carrocería. El Seat parece más grande, sobre todo, cuando miras a la parte trasera derecha desde el puesto de conducción. Bueno, ahora toca poner la mirada en el frente. Es momento de girar la llave (o pulsar el botón en el caso del Mini) y darle caña.

Lo primero que llama la atención nada más emprender la marcha es que el motor del Mini Cooper SD sube de vueltas con una mezcla de suavidad y rabia: no hay problema alguno en la arrancada ni se queda sin aliento cuando gira a muchas revoluciones. Todo lo contrario, se nota la potencia en cualquier circunstancia. De 50 a 215 km/h va con la sexta puesta, lo que te puede dar una idea de lo elástico que es. A este respecto, al Seat Ibiza FR le falta algo de temperamento debido a su caja de cambios de largos desarrollos (vídeo Seat Ibiza FR). A pesar de que tiene más par motor, el español sale perdiendo con el Mini. Por ejemplo, de 80 a 120 km/h el Ibiza es 4,3 segundos más lento en sexta, lo que es una auténtica eternidad. Eso sí, su consumo es un 10% inferior al de su oponente así que, como ves, no todo iban a ser desventajas. Si la carretera no es demasiado lisa, el modelo español te mantiene en tensión. Es una pena, porque no se pueden tener muchas más quejas sobre su manera de rodar.

Llega el momento de hacer balance: ¿Quién ofrece más por menos? No hay duda, el Seat Ibiza FR se lleva el gato al agua. ¿Por qué? En primer lugar, porque al ser 5.450 euros más barato, gana por goleada a la hora de hablar de la relación precio/potencia. Y en segundo término, porque la practicidad que plantea su interior (maletero incluido) está a años de luz de la del Mini Cooper SD. Al británico se le quiere por otras cosas, pero no precisamente por ser útil, ya que hace que cualquier coche parezca un carguero a su lado.

Además, es el 'mechero' diésel que mejor enciende tus pasiones. De eso no hay duda. Ponerse a sus mandos significa sentir la conducción en estado puro, libre de artificios, y eso no es nada fácil de encontrar en un coche moderno. El Ibiza, por su parte, es un pelín menos apasionante, aunque eso no le impide ser el más equilibrado y, por lo tanto, el ganador de esta prueba.

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