Prueba del Opel Astra Sports Tourer 1.2 Turbo: los familiares siguen pegando fuerte

La parte trasera está muy bien concebida por Opel: las luces alineadas horizontalmente enfatizan el ancho, el logotipo de Astra dispuesto en el centro es ahora el nuevo estándar: todo goza de un gran equilibrio.

El nuevo Opel Astra Sports Tourer es un familiar que se puede distinguir claramente del Astra normal, especialmente desde la zaga:  la matrícula está en el portón trasero, lo que no es un truco de diseño, sino necesario para bajar el umbral de carga lo más posible. 

Diseño

Con 62 centímetros, ahora la boca de carga es muy baja y casi ningún familiar de esta categoría puede presumir de eso. Los 597 a 1.634 litros de espacio para equipaje utilizable también lo sitúan en lo más alto. 

La distancia entre ejes, que ha crecido seis centímetros hasta los 2,73 metros, permite la instalación de puertas traseras significativamente más largas. Esto hace que sea más fácil entrar y la visibilidad es mejor a través de la ventanilla más amplia.

Sin embargo, los que se sientan en la parte trasera no percibirán ningún aumento apreciable del espacio para las rodillas respecto al modelo de cinco puertas. Una lástima, porque hay coches de la  competencia que salen mejor parados en estas lides. 

El elogiado asiento delantero de la marca (AGR), destaca sobre todo porque Opel no escatima en opciones de ajuste. Todo se puede inclinar, y el soporte lumbar se mueve en cuatro direcciones diferentes. La comodidad en su máxima expresión. 

El cockpit es ordenado, aunque las estructuras de menú del infoentretenimiento a veces son algo confusas. El recorrido extremadamente largo del embrague también causa frustración: para poder pisar a fondo, mejor sentarse muy cerca del acelerador y los frenos, lo cual no es siempre la opción más cómoda. Un claro argumento para invertir los en torno a 2.500 euros que cuesta el cambio automático y sustituirlo por el manual de seis velocidades.

El motor del Astra Sports Tourer

Los valores sobre el papel del turbo de 1,2 litros, 130 CV y 230 Nm, están más que bien, y hay poco de qué quejarse en términos de elasticidad (de 60 a 100 km/h en 7,4 segundos). Subjetivamente, sin embargo, el tres cilindros da una impresión bastante indolente. 

Después del cambio de marcha, la presión de sobrealimentación siempre tiene que acumularse durante un rato antes de que la propulsión sea la correcta. Requiere llevarlo alto de vueltas, lo que aumenta su sed. Nuestro consumo de prueba de siete litros a los 100 kilómetros está bien, pero no es para echar cohetes. 

Comportamiento

Y hablando de valores medidos: en el sprint de 0 a 100 km/h, el Opel no alcanzó su especificación de fábrica (diez segundos) por siete décimas, lo que probablemente se debió principalmente a que el control de tracción no se podía apagar. 

La dirección asistida extremadamente suave y dependiente de la velocidad también habría funcionado muy bien con un modo Sport que, junto con otros modos, solo está disponible con la transmisión automática. 

Con todo, el chasis se muestra neutral y eso nos ha gustado mucho, igual que las distancias de frenado, que fueron extremadamente cortas con poco más de 33 metros desde los 100 km/h en caliente. El pequeño radio de giro (11,1 metros) facilita las maniobras con el familiar en ciudad, que tiene 4,64 metros de largo, lo que no es poco.

Factores para decidir la compra

El Opel convence con su amplio maletero, y la puesta a punto del chasis también es atractiva. El motor responde bien, pero recomendamos la caja a automática si la billetera lo permite. Como de costumbre, Opel sigue siendo absolutamente justo en lo que respecta a los precios.