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Mercedes SLS AMG Roadster: volar raso

La imagen de este Mercedes SLS AMG Roadster no es nada comparada con el sonido que sale de sus escapes. Un coche con un aura especial: no necesitas ir a más de 100 km/h para disfrutarlo, y eso dice mucho...

El V8 a 90 grados del Mercedes SLS AMG Roadster ronronea unos centímetros por delante de mis pies; pocos coches tienen un bloque tan grande detrás del eje delantero. Va tan retrasado, que cuando abro el kilométrico capó tengo la sensación de ver un deportivo de motor central. Y lo cierto es que tiene muchas de sus ventajas. Por ejemplo, con esta disposición los ingenieros han conseguido un reparto de pesos lo más equilibrado posible, que en el SLS es del 43/57 por ciento.

 

Esta disposición de V8 delantero asociado a un deportivo de altos vuelos la tienen coches como el Porsche Panamera GTS, aunque me voy hasta Italia para encontrar al rival más encarnizado del SLS: el Ferrari 458 (puedes leer aquí la prueba del Ferrari 458 Spider).

 

Como el modelo italiano, este SLS AMG Roadster es un festival para los sentidos. Solo con verlo en el garaje se me aceleran la tensión y las pulsaciones: es un aparato de cuidado, pero sobre todo es una obra de arte visual. La carrocería larga y sinuosa, la limpieza de líneas y, sobre todo, esas branquias en los laterales que lo hacen tan amenazador como un tiburón azul.

 

No me monto de un salto al coche porque tiene la capota puesta (se quita en 11 segundos) y el resultado podría ser dramático. Así que lo primero que hago es abrir sus puertas normales (la apertura tipo ‘alas de gaviota’ pertenece solo al Mercedes SLS AMG Coupé) y deslizarme en su habitáculo. Cuando presiono el botón de arranque y el bramido que sale de los escapes es tal que casi se me desencaja la mandíbula. Qué diablos: me está pidiendo a gritos que ponga el selector del AMG Ride Control (2.800 euros) en posición Sport Plus. Aunque es innecesario, sucumbo a la tentación.

 

Descubro un nuevo placer cuando atravieso un túnel. Si en aceleración este V8 ofrece el mejor sonido que puedes escuchar en un coche de calle hoy por hoy (y no exagero), cuando retiene, la cosa pasa de castaño oscuro. De los escapes salen todo tipo de sonidos guturales. Parece que se atraganta con los gases. Petardea; casi da la sensación de que tose. Pero es una estrategia de marketing muy bien estudiada.

 

Salgo a la autopista con una sonrisa de oreja a oreja. Piso a fondo. Antes de que me pueda dar cuenta, el Mercedes SLS AMG Roadster ha superado la velocidad legal. Mejor levantar el pie derecho, poner posición Confort y disfrutar de la conducción. El habitáculo está bien protegido. Voy a 120 km/h sin despeinarme y a un cómodo régimen de 2.500 rpm en séptima. Por cierto, en este modo el SLS Roadster tiende a engranar marchas largas para mejorar el consumo, lo que no me acaba de gustar en ciudad, donde llego a ir a 50 km/h con un régimen de 1.800 vueltas en quinta. Si busco inmediatez la encuentro al pisar, hacer ‘kickdown’ y adecuarme a la nueva situación.

 

En carreteras más viradas lo mejor es el modo Sport o mi favorito, el Sport Plus, ya que aguanta un poco más la marcha y parece ir siempre en la adecuada. Más preciso todavía es el manejo manual. Es cierto que el accionamiento es lento y debo ir atento a los diodos de colores que indican el punto óptimo del cambio. Pero tengo la sensación de llevar todo bajo control: aquí el Mercedes SLS AMG Roadster hace muy bien todos los deberes. La dirección es una delicia, el chasis ofrece un paso por curva tan preciso como un tren de alta velocidad y el tacto de los interminables frenos con los discos de material compuesto (ahorran 40 kilos), es el ideal.

 

No desconecto el ESP porque ya he podido comprobar sus 571 CV en el Circuito del Jarama, pero sí opto por el modo Sport. El deslizamiento es el justo para hacerme bullir la adrenalina y suficientemente permisivo como para que en alguna ocasión escuche chirriar las ruedas traseras levemente... ¡Buf!

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La imagen de este Mercedes SLS AMG Roadster no es nada comparada con el sonido que sale de sus escapes. Un coche con un aura especial: no necesitas ir a más de 100

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