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Opinión: ¿Vamos hacia los coches con micropagos?

Coches micropagos

Pros y contras de lo que va a ocurrir.

Antes que amante del motor, soy jugador de videojuegos. Sencillamente, llegaron antes a mi vida, a la tierna edad de 7 u 8 años y, desde entonces, no he dejado de jugar. He visto la evolución del mundillo y es curioso como el sector del automóvil parece que va a copiar algunos de sus movimientos más polémicos.

Viendo lo que está por delante, me resulta imposible no preguntarme si nos dirigimos hacia los coches con micropagos y la respuesta parece ser afirmativa. Ahora bien, que esto sea bueno o malo hay que analizarlo.

Expansiones, DLC y micropagos

Antes de aplicarlo al mundo del motor, lo primero es tener claro como ha evolucionado todo el negocio del “contenido adicional” en el sector de los videojuegos.

Originalmente solo estaba el juego en sí, lo comprabas, lo llevabas a casa y lo disfrutabas. Punto y final. Tenías una experiencia de determinado número de horas en función del software y lo revisitabas cuanto querías.

Luego llegaron las expansiones. Contenidos de gran tamaño que ampliaban la experiencia original, que se pagaban a parte y que, por norma general, eran la respuesta de las desarrolladoras al éxito de uno de sus videojuegos.

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Hasta ahí, todo bien. Pero entonces llegaron los otrora repudiados, ahora aceptados, ‘DLC’. Estos ‘Downloadable Content’ (contenidos descargables) a priori parecían similares a las expansiones, pues ofrecían contenido adicional para ampliar los videojuegos, aunque solo lo hacían de manera digital.

¿Cuál fue el problema? Que las desarrolladoras empezaron a anunciarlos incluso antes de que el videojuego llegara al mercado, evidenciando en unos casos que era material recortado del juego original y, en otros, que ya estaban pensando en “sacarle los cuartos” al jugador desde el primer momento.

Una manera muy sencilla de ilustrarlo es este conocido meme de una hamburguesa:

Meme DLC

La sensación entre los usuarios era (y es, aunque ahora de manera más comedida) que no se aportaba valor extra, si no que se estaba privando del juego completo al jugador incluso aunque se pagara a tiempo completo.

Y cuando parecía que no se podía caer más bajo, la industria lo hizo: llegaron los micropagos. Supusieron un cambio de paradigma, modificando la tradicional metodología de jugar para desbloquear cosas a pagar directamente para obtenerlas.

Es una metodología habitual en videojuegos gratuitos, pues es de donde sacan su dinero principalmente, pero también se ha aplicado a juegos de pago, en los que son mucho más criticados, puesto que en muchos casos los convierten en ‘pay-to-win’ (paga-para-ganar) en los que los usuarios que no gastan dinero extra en muchos casos están en desventaja.

¿Qué tiene que ver esto con los coches?

Básicamente, que la metodología de los micropagos (o macropagos, según se mire) ya está presente en el sector, por el momento de manera testimonial, pero tiene visos de ser cada vez mayor.

En los últimos años se utiliza en término de ‘OTA’, ‘Over The Air’, para hacer referencia a las actualizaciones remotas de software que ya están disponibles en muchos coches gracias a que están conectados.

Sus aplicaciones varían desde optimizaciones del sistema multimedia a hacer el navegador más preciso, pero hay casos incluso más llamativos, sobre todo en los eléctricos, en los que hemos asistido a aumentos de potencia o mejoras de autonomía con una simple actualización.

Esto, que en primera instancia es bueno, en realidad abre la puerta a que se aplique el pago por uso en los automóviles e, incluso, que se vendan coches con funciones restringidas por las que hay que pagar dinero adicional para desbloquear.

Un ejemplo básico, aunque hay otros más, es el del Mercedes EQS, que de serie lleva instalado un sistema de eje trasero direccional que mejora su agilidad, pero que no está operativo de base, hay que pagar por él una suscripción anual.

¿Es esto bueno o malo? En primera instancia lo lógico es pensar lo segundo, pero en realidad hay diversos puntos de vistas y cada uno tiene sus argumentos, como pude comprobar recientemente en una conversación con algunos compañeros de profesión.

Pros y contras

El hecho de privar al comprador de funciones que están instaladas en el coche se antoja como un atraco, pero puede no serlo. Dejad que me explique, pues se puede enfocar de dos maneras.

La primera es: el coche lo tiene, lo he pagado y no está disponible, ergo me están estafando. Es totalmente compresible, pero, ¿y si no pagaras por ello de primeras?

Pongamos como ejemplo lo que va a pasar con los coches eléctricos, que dentro de una marca van a compartir entre sí plataformas, solo que escaladas. Su base técnica será la misma, así como las posibilidades que ofrecen, tanto si se trata de un utilitario como de un SUV compacto.

Pensemos en el comprador del modelo de acceso de esa firma, que es más barato pero cuya dotación de asistentes tecnológicos está “capada” para ajustar el precio. El hecho de poder, cuando disponga de ellos o quiera, desembolsar unos cientos de euros extra para desbloquear cierta función que quiere, le permite evolucionar el coche a su gusto y ritmo.

Es posible que en un primer momento no pueda pagar el montante de un vehículo superior, pero con “micropagos” podría dosificar el gasto para mejorar el “base”, haciendo que su coche tenga funciones de segmentos superiores y, además, pudiendo elegir qué es lo que quiere incorporar a su vehículo y qué no, en vez de tener que optar por paquetes cerrados de equipamiento.

Se abre un abanico de posibilidades realmente amplio que presenta tanto opciones muy positivas, como las mencionadas, como algunas negativas, aunque las marcas no podrán recortar equipamiento por debajo de ciertos estándares.

Por último, tener en cuenta que, como ocurre en los videojuegos, las compañías podrán aprovechar para ofrecer elementos cosméticos que no son necesarios pero que seguramente ciertos clientes querrán. 

Pensemos, por ejemplo, en un nuevo paquete de colores para la iluminación ambiental con los tonos de moda de la temporada, pero las posibilidades son infinitas. El negocio está ahí y difícilmente los fabricantes se negarán aprovechar la oportunidad.

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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