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El autogiro, ¿un coche volador?

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Hay un dicho, especialmente pernicioso por lo hondo que ha calado en nuestra cultura popular, que dice: “solo hay una cosa más peligrosa que un tonto con iniciativa: quienes lo siguen”. Hace unos días, leí en una revista cómo una empresa de Wichita Falls (Texas, EEUU) estaba desarrollando una revolucionaria máquina voladora que no es ni un helicóptero, ni un avión, pero despega casi en vertical y puede planear.

Carter Aviation, que así se llama la firma, ha patentado la tecnología bajo el nombre comercial SR/C, un acrónimo de 'rotor ralentizado/compuesto', en inglés. En la publicación, se especulaba que esta máquina que combina un rotor con un ala fija de 13,7 metros de largo, podría llegar a ser un “coche volador relativamente asequible”. La razón principal es que su estilo de despegue, prácticamente en vertical mediante una especie de salto, no requiere tanta energía como el de los helicópteros.

Quizá, haber vivido en la localidad madrileña de Getafe, donde Juan de la Cierva realizó el primer viaje en su autogiro y hay calles y monumentos dedicados a su figura, fue lo único que me hizo darme cuenta de que nos habían birlado otra idea. Aunque hay que decir que la máquina de Carter Aviation guarda mayor similitud con los primeros aparatos que fabricó el ingeniero español en 1924, ya que los últimos modelos prescindían de alas gracias a un rotor direccionable.

Ya tenía pensado escribir este post antes de descubrir, de nuevo con desolación, que Juan de la Cierva también había inventado el tipo de motor rotor que utilizan todos los helicópteros, pero que vendió su patente y todos los derechos a Igor Sikorsky. En el instituto, había un profesor que nos contaba que el tipo de tren de alta velocidad que en la década de 1950 eran los TALGO, fueron invento de unos españoles que se tuvieron que ir a Norteamérica para que les hicieran caso y poder fabricar la locomotora que necesitaban para sus nuevos trenes.

Cuántos como ellos se habrán tenido que marchar después? ¿Cuántos se seguirán marchando? Seguro que vosotros conocéis más de un ejemplo como los que menciono. Así, quiero aprovechar estas líneas para rogarte encarecidamente que no te rías de aquellos que tienen iniciativa, aunque te parezca una solemne tontería -y seguramente lo sea-, sino que los animes a que sigan adelante, a que se arriesguen. Aunque sólo sea porque es así como verdaderamente progresan las sociedades, a pesar de los inevitables batazos. Porque –como recoge otro dicho que me viene al pelo-, “más vale morir aprendiendo que vivir ignorando”

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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