El Opel Calibra cumple 30 años... Y lo celebramos al volante

Calibra. Por favor, pronuncia el nombre lentamente, y deje que se derrita en tu boca. Suena increíblemente genial, ¿no? Pues imagina cómo sonaba hace 30 años. Justo los que cumple el Opel Calibra. Y para conmemorar fecha tan insigne de un coche que ya ha quedado grabado en nuestro recuerdo para siempre, ¿Qué mejor que volver a conducirlo?

Han pasado tres décadas, de modo que ya ha alcanzado el estatus de clásico, en la estela de su antepasado, el Opel Manta.

Este coupé amarillo de 1990 que tengo entre mis manos es un modelo poco común de tracción total y… ¡solo 4.500 kilómetros en el reloj! Exacto, está como recién salido del concesionario.

Un diseño que arrebataba… y arrebata

Nos han cedido este ejemplar los responsables de Opel, así como las instalaciones de la fábrica de la marca para conducirlo. Tan pronto como uno da una vuelta alrededor del automóvil, queda claro por qué el Calibra era tan popular entre los aficionados a las cuatro ruedas. 

Al coupé, por cierto, le sienta muy bien este amarillo. Sus faros rasgados, el largo capó, un pilar C extremadamente inclinado… es difícil creer que haya un burgués Vectra A debajo de la chapa. 

¡En marcha!

Ahora llega la hora de comprobar si es tan deportivo como aparenta. Me subo y me abrocho el cinturón, y me embriaga un desconcertante olor a coche nuevo, y la sensación de que estoy en una máquina del tiempo. 

Lo mismo ocurre con el tablero de instrumentos, sencillo y con botones cuadrados, interruptores giratorios grandes e instrumentos fáciles de leer. Todo es muy simple y orientado a un propósito, pero también un poco aburrido. Porque aquí puedes reconocer muchos elementos del Vectra. 

Giro la llave, y el cuatro cilindros de dos litros cobra vida. Debido a que hoy es día de trabajo en las instalaciones de la fábrica, lamentablemente hoy no me puede exceder con la velocidad. Pero bueno, ¡se trata de sentirlo!

Pero ya después de los primeros metros, noto que el Calibra tira más a la comodidad que a la deportividad pura. El chasis es bastante blando y se balancea hacia adelante y hacia atrás sobre terreno irregular, y el embrague tiene un tacto pastoso. 

El motor, por otro lado, funciona sorprendentemente bien, incluso da la impresión de tener más de 150 CV gracias a la respuesta espontánea del acelerador, típica de un bloque atmosférico de 16 válvulas que acelera hasta alcanzar un sonido ronco y chirriante. ¡Aquí la música sigue viniendo del motor, no del escape! 

Pero recordemos: nada de excesos de velocidad. Así que levanto el pie del acelerador, y no puedo comprobar la ventaja de tracción de la tracción total.

Es mejor conducir relajadamente y saludar a los empleados de la fábrica. Tampoco ven el Calibra todos los días. Después de unas vueltas, lo devuelvo a la sala de clásicos. 

Estacionado frente a la puerta echo un vistazo final a este icono de los 90,y me embarga cierta melancolía. Puede haber coches clásicos más deportivos, rápidos y emocionantes. Pero el Calibra, definitivamente, es de los más ‘cool’ de su clase ¡Felicidades por tu trigésimo cumpleaños!