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Baja Aragón 2016: participamos como copilotos

Kike Bonafonte nos propone ser su copiloto en la Baja Aragón 2016, carrera mítica del off-road español. Como hay que acumular experiencias en la vida, decimos que sí. Una oportunidad así… no es para desperdiciarla.

No sé poner un reloj en hora. Y en la Baja Aragón 2016 (como en cualquier prueba contra el crono), tener un elemento sincronizado con el horario oficial de la carrera es imprescindible. Al igual que saber leer un libro de ruta, marcarlo correctamente o contar con un equipo adecuado. Y no poseo ninguno de esos superpoderes. Pero cuando Kike Bonafonte, piloto de Speed Energy, me propone sentarme a su derecha en su Dacia Duster proto para participar en esta cita de la Copa del Mundo de Rallys Cross Country –y de la Copa del Mundo de Bajas FIM-, le digo que sí. Como habría hecho cualquiera, supongo.

Recolecto cosas. El mono, los botines y la ropa interior ignífuga son de Aintzane Goñi, de talla similar a la mía. Un segundo juego de camiseta, calcetines y pantalones (en realidad son como los calzoncillos largos de tu abuelo, pero supongo que llamarlos pantalones es más digno) provienen de Borja Rozada, campeón del Mundo de Grupo N. El casco, de Diego Vallejo. Hablamos de tres de los mejores copilotos de España, así que la responsabilidad es tremenda; de hecho, Vallejo también participa en la Baja Aragón. El reloj Casio es del director de Top Gear España, Luis Guisado. Me dice que se pone en hora como un reloj Casio “de toda la vida”. No sé de qué me habla.

Al llegar a Teruel, sede de la también conocida como Baja Spain, nos acercamos a por la documentación necesaria para las verificaciones. Allí está el temido horario oficial. Bonafonte me indica que debería sincronizarlo con lo que llevo en la muñeca y, apretando todos los botones a la vez, sólo tardo diez minutos en lograrlo. Tras este pequeño triunfo personal, todo se precipita… Antes de seguir, gracias a todos los implicados en esto: piloto, equipo, copilotos, fotógrafos y patrocinadores de Bonafonte. Como suele decir él, sois lo más grande.

 

Lo que hay que preparar antes de que empiece la Baja Aragón

La formación portuguesa MRacing es la encargada del mantenimiento del Duster, un coche que se nota sólido y bien hecho. Tiene 280 CV; podrían ser más, pero la brida es de 32 mm, en lugar de los 36 que podría permitirse; se ha hecho así buscando la fiabilidad del motor. Está cuidado por un grupo de profesionales que saben siempre cómo colocarse para desarrollar su trabajo de forma precisa. Don Manuel es el jefe; su hijo, Manolinho, nos acompaña al pabellón en el que comprobarán que el vehículo se ajusta a la normativa de la Baja Aragón 2016 y que la ropa está homologada. Pasamos el filtro sin problemas; todo está listo.

Entrevista a Nani Roma: "Defiendo el Dakar en África"

 La carrera empieza el viernes por la tarde, así que “hay tiempo” (dice Bonafonte. Quizá el concepto de días necesarios para asimilar estos conocimientos es distinto para él y para mí) para que Manolo Navarro, otro copiloto de pro, me enseñe a marcar y leer el libro de ruta. Con el fin de evitar los entrenamientos ilegales, nos lo darán un par de horas antes del inicio de la Baja Aragón 2016. Navarro comienza prestándome otro reloj que también hay que poner en hora y llevar atado a la jaula de protección del coche, por si falla el de la muñeca. Saca un rutómetro antiguo y me explica símbolos, líneas, flechas. Lo había visto en el Dakar; a la prensa le dan algo similar para seguir la carrera. Pero no te juegas nada si te pierdes. Aquí sí.

Después, José Marques, navegante de Alejandro Martins (otro de los pilotos bajo la carpa de MRacing), me enseña a marcar el libro de ruta con colores distintos: uno para los peligros, otro para las distancias, un tercero para los controles de velocidad y de paso… Más las anotaciones pertinentes propias, como ya me había comentado Navarro. Las básicas, derecha o izquierda, claro. A partir de ahí, tan detallado como quieras. O como te dé tiempo.

 A mi terror de hacer que Bonafonte pierda tiempo si fallo leyendo el rutómetro o si penalizamos por adelanto o retraso en un control horario, se une otra preocupación: mi puesto de trabajo. Me pruebo la ropa ignífuga y el mono para ajustar el bacquet: imagina dos mantas zamoranas arropándote en pleno mes de julio y con 35 grados a la sombra. Me siento, me ato los arneses… y, como sospechaba, no llego a los pulsadores situados a mis pies para poner a cero los dos terra-trip, los aparatos que miden la distancia total y parcial del tramo y marcan cuántos metros o kilómetros hay desde una curva, un obstáculo o un punto peligroso a otro. Es necesario mover el bacquet hacia delante (implica desatornillarlo, desplazarlo por unas guías y atornillarlo de nuevo) y adosar varios cojines y refuerzos lumbares para evitar que los baches me sacudan en exceso, aún con los arneses apretados hasta que apenas puedo respirar. Los mecánicos se ríen ante todo este lío: “eres pequeña; la relación peso/potencia del coche ha mejorado mucho sin haber tocado nada”, me dicen. Es un consuelo saber que los kilos que estoy perdiendo en esta sauna no son en balde.

La etapa prólogo de la Baja Aragón 2016

Es hora de ponerse en marcha. Compruebo que lo llevo todo: biodramina con el fin de no marearme, gominolas para que no me dé una bajada de azúcar (el experto que me recomendó esto en vez de los geles para deportistas acertó de pleno), agua en las botellas situadas en las puertas. Cierto, la etapa prólogo es sólo de 9,5 km, pero nunca se sabe…

Una vez dentro del coche, a pesar de la ropa asfixiante encima, no se siente ni frío ni calor. Es lo que tiene la adrenalina, como me había dicho Navarro. Hemos llegado al inicio del tramo sin perdernos y entrando en hora en los controles; las sumas sexagesimales están saliendo bien (otro terror de mi lista). Bonafonte y yo chocamos las manos. Empieza mi primera especial como copiloto, nada menos que en la Baja Aragón. Apenas me lo creo.

Sólo funciona un terra-trip… y únicamente la distancia parcial; hay que apañarse con eso. Leo notas, paso páginas, aprieto botones. Me da tiempo a mirar la carretera lo justo para comprobar que no me equivoco, que el esquema de caminos que hay en las viñetas es el mismo que estoy cantando. Se me acumula el trabajo, las indicaciones vienen muy seguidas, sin descanso. Me pierdo y me encuentro. Apenas me doy cuenta de que nos vamos rectos en una curva; en un momento, Kike ha vuelto a subir el coche a la pista. Y acabamos. Nuevo choque de manos; Bonafonte me dice que le he dado confianza. Me hincharía si los arneses no me lo impidieran.

Entramos en la asistencia y, mientras revisan el Duster, comprobamos los tiempos: habíamos salido en el puesto 51º, ahora tenemos el 32º en el Campeonato de España… a pesar de una penalización posterior por llegar tarde al control horario del parque cerrado. El camino para sellar el carné de ruta no estaba bien señalizado y nos hemos perdido; varios participantes se quejan de la misma situación. Remitimos un escrito oficial al director de carrera para que se anule.

En la Baja Aragón, los días son muy largos... 

Pensaba que ya había pasado lo peor, esa barrera psicológica del primer tramo, pero estaba en un error. El libro de ruta para la etapa de mañana de la Baja Aragón es un cuaderno gigantesco con los 160 km de la primera especial y los 188 de la segunda. Y hay que marcarlos por la noche, claro, ya que el sábado empezamos temprano. Calcula una hora de marcaje por cada 100 km y haz la suma. Complicamos las cosas con modificaciones en el itinerario que vienen en unas hojas aparte; Marques me indica que las grape o las pegue con celo y me explica, con la claridad y la calma de los mejores copilotos, cómo solventar la papeleta de la mejor forma posible.

Ya en mi habitación, decido dormir al darme cuenta de que he apuntado tres veces una “D” enorme cuando la curva, claramente, va hacia la izquierda. Añade dislexia a mi incapacidad para ajustar relojes. El despertador suena tres horas más tarde y me quedan unos 120 km por marcar, pertenecientes al tramo de la tarde. Confío en tener tiempo en la asistencia de mediodía para acabar, sabiendo de sobra que no será así. Al menos, las zonas peligrosas y las distancias están señaladas.

Considero adecuado preparar a Bonafonte para lo que se le viene encima en esta Baja Spain: “Ayer hice el libro de ruta con Marques y con Chema (también copiloto, cuya misión actual es lanzarnos al estrellato en las redes sociales). Pero el de hoy lo he pintado yo sola y no he dormido mucho”, aviso por cortesía e instinto de supervivencia. Me dice que no me preocupe. Tampoco hay tiempo para eso, porque salimos a tramo en cinco, cuatro, tres, dos, uno…

Se supone que el segundo terra-trip estaba arreglado, pero no. De nuevo, sólo distancias parciales nos guían. Kike me pide, como ayer, que le avise en cuanto me pierda para saber que va ‘a vista’. “En tantos kilómetros, es imposible no equivocarte”, me recuerdo a mí misma. “Pero no la cagues”, añado. Y empezamos de nuevo. Nos salimos en una de las primeras curvas. Me pierdo a tres kilómetros del inicio, pero encuentro la referencia cuando estoy a punto de decirle al piloto que va sólo en este viaje. Y de repente, ese universo paralelo se normaliza. Todo pasa muy deprisa: los vadeos, los derrapes, los saltos que no se notan gracias a la suspensiones, la forma que tiene Bonafonte de colocar el coche antes de cada giro, las rectas que devoramos a 160 km/h sobre una gravilla similar a canicas. Me va animando constantemente, le confirmo que la ruta es buena, nos reímos de algo. No vuelvo a perderme.

 

Hacia el kilómetro 40, golpeamos algo en un bache y Kike se da cuenta al instante de que el diferencial está tocado; sólo hay propulsión trasera. En la terrorífica subida por un cortafuegos (tras una no menos terrorífica bajada), el Duster dice basta. Las transmisiones han aguantado hasta el kilómetro 122, quedaban 40 para el final del tramo. Tenemos la inmensa suerte de encontrar allí a cuatro espectadores que nos remolcan hasta el pueblo más cercano: Luis Valiente, Fernando Martínez, Ramón Sancho y Karina Fraga se convierten en nuestros ángeles de la guarda. Nos dan líquido frío (el calor ha aparecido de golpe. Hasta ahora no había sentido los 50º en el interior del coche) y se quedan con nosotros hasta que llegan los patrocinadores del equipo. Los habitantes de Alluvia, la diminuta localidad en la que estamos, abren el bar para nosotros. Más gente a la que agradecer tanto… La grúa nos lleva de vuelta a la asistencia. Nos retiramos de la Baja Aragón 2016.

¿Repetiremos en otra baja? 

Digo adiós a la carrera, a esa ropa ignífuga que debe ser una bendición en pleno invierno, al libro de ruta que no me iba a dar tiempo a terminar. Bonafonte no cogía el coche desde hacía un año, yo nunca había ejercido de copiloto y aun así estábamos en el 20º puesto de la clasificación general, el 5º del Campeonato de España, éramos terceros en nuestra categoría. La gente de Speed Energy (Joan Puig, que transmite buen rollo como dakariano de pro que es) está encantada con la progresión, eso sube un poco la moral. Kike me dice que lo siente mucho; quiere saber si hasta ahí lo he pasado bien. Debe estar de coña o no haber visto la sonrisa que hay en mi cara, sin rastro de sueño ya. Me pregunta si repetiría. Le digo que sí; esto engancha de forma brutal. Me ofrece el asiento en la Baja Portalegre (Portugal), a finales de octubre. Voy a aprovechar que ya sé poner un reloj en hora.

Fotos: Kico Moncada/Chema García

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