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Mercedes GLK contra BMW X3 y Volvo XC60

El Mercedes GLK y el BMW X3 han sustituido sus seis cilindros por pequeños cuatro cilindros turboalimentados. Solo en Volvo siguen ofreciendo la primera configuración con el XC60. Y eso se paga

Motorizaciones comparadas:

¿También se ha vuelto la gasolina una opción tentadora en los SUV del segmento medio, tras décadas de dominio diésel? La respuesta es sí: por ejemplo en el BMW X3, modelo en el que hasta hace poco los motores de gasolina suponían un 3% de las ventas totales, y hoy van por el 10%, y creciendo. Tiene todo el sentido: por mucho que hayan evolucionado los diésel, por lo general saldrán perdiendo en apartados como el sonido y la suavidad de funcionamiento. La misma senda sigue el Mercedes GLK, y su otro contrincante en esta comparativa, el Volvo XC60, mantiene la anterior configuración de seis cilindros en línea. Enfrentamos a estos tres SUV. ¿Cuál es la mejor opción?

El aún joven motor turbo del BMW es un representante ejemplar de esta nueva generación gasolina. De dos litros y solo cuatro cilindros extrae nada menos que 245 CV y un par motor de 350 Nm a 1.250 vueltas. Al igual que en los modernos diésel, BMW lo logra por medio de un compresor e inyección directa de alta presión. Resultado: tan solo una mínima pausa del turbo antes de que el motor lo de todo y ya esté acelerando con garra desde bajas revoluciones. Precisamente, en esta fuerza desde las primeras vueltas radica el principal avance respecto a los antiguos y tragones motores de gasolina. El BMW se compromete con un bajo consumo, como demuestra la octava relación de su cambio, muy larga. A 130 km/h, este gasolina con espíritu diésel gira a solo 2.285 rpm. 

De esta manera, logra la sorprendente cifra de 8,6 litros de consumo cada 100 kilómetros, solo 2 litros más que su equivalente diésel. Pero el gasolina puede aún más: si el conductor opta por una conducción dinámica, puede estirar ese X3 hasta las 6.000 vueltas. Y ni con esas resulta muy ruidoso: tan solo un zumbido llegará a nuestros oídos.

La típica deportividad de BMW también se nota en el chasis: pasa con agilidad por curvas de todo tipo, aunque en línea recta por autovías rápidas se muestra algo nervioso. Eso sí: el confort de la suspensión es notable, sobre todo en un modelo de configuración deportiva como este.

El Mercedes GLK anima menos a una conducción rápida que el BMW, aunque en términos absolutos no sea mucho más lento. Aunque ambos llevan la misma configuración mecánica, en los últimos segundos de aceleración se nota que el Mercedes tiene 34 CV menos, aunque eso sí, su cambio tiene un funcionamiento más agradable y más orientado al confort, incluso cuando rueda a bajas revoluciones. El consumo, sea como fuere, supera al del BMW en 0,3 litros. 

También la dirección y el comportamiento general son más relajados que en el BMW. Lástima que no pueda decirse lo mismo de la suspensión: el GLK resulta inesperadamente rígido sobre terrenos bacheados.

Quien quiera confort de verdad, mejor que se decante por el Volvo: filtra cualquier irregularidad con total maestría, y los asientos, más blandos que los de sus oponentes, redundan en una mayor comodidad en el interior. Finalmente, el XC60 mantiene la antigua (y refinada) opción de seis cilindros en línea. Aunque su 50% más de cilindrada y sus 304 CV no se traducen en una gran ventaja en prestaciones. Y es claramente más bebedor que sus contrincantes de cuatro cilindros. El año que viene, la marca sueca se unirá a la tendencia generalizada y sustituirá su seis cilindros por un cuatro cilindros turbo, por eso se le perdona que consuma ahora en torno a tres litros más que los alemanes. 

La culpa de esto no solo la tiene su mecánica más grandes, también un peso mayor y, sobre todo, la configuración de su caja automática de seis marchas. Esta transmisión Aisin de Japón se empeña en llevar al Volvo alto de vueltas, cambia demasiado tarde hacia arriba y reduce demasiado pronto. Por último, el modelo escandinavo es el más caro de los tres. Cierto que también es el que ofrece mayor equipamiento de serie desde la versión básica, y en especial el BMW se pone a su nivel si igualamos la dotación. El Mercedes, sorprendentemente, es el más barato de los tres (¡inaudito!), con más de 6.000 euros de diferencia respecto al Volvo.

Mucho menos sorprende el GLK fuera del asfalto. Su escasa altura respecto al suelo lo penaliza, un apartado en el que el sueco puntúa alto, igual que el BMW con su acertada tracción.

CONCLUSIÓN

El BMW gana, porque tiene el motor más eficiente y la mejor transmisión: buenas prestaciones y un consumo contenido. El Volvo sorprende con su elevado nivel de confort, y un motor de seis cilindros muy suave, pero también muy bebedor. El Mercedes se queda entre los dos en estos aspectos… Pero arrasa con un precio claramente más bajo.

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