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Comparativa automáticos: Ford Fiesta, Nissan Note y VW Polo

Los coches automáticos resultan especialmente cómodos en ciudad, donde se realizan muchos cambios de marcha. Por eso hemos realizado esta comparativa entre estos tres utilitarios automáticos para comprobar cómo se comportan y si vale la pena optar por este tipo de versión.

El Ford Fiesta ofrece la propuesta más barata (siempre que cojas el nivel de equipamiento Trend, demasiado básico): por 17.200 euros y puede montar el cambio Powershift de seis velocidades. Para equipar la transmisión DSG de siete marchas y doble embrague en el Volkswagen Polo debes desembolsar 17.450 euros, mientras la moderna caja automática CVT japonesa que funciona por variador continuo, cuesta 19.790 euros en caso de que la quieras montar en el Nissan Note. En unos coches como los de este test, con precios sobre los 15.000 euros, parece demasiado gasto. La pregunta es: ¿merece la pena?

La respuesta: en dos de los modelos, absolutamente; en el otro, no es del todo necesario. Hay una cosa que está clara: incluso un cambio automático que no funcione de forma excepcional, ahorra esfuerzo al conductor. Por ejemplo en los atascos mañaneros entre semáforos, en los que nos detenemos y reanudamos la marcha una y otra vez, esto nos evita tener que bregar con el embrague.
 

Un automático siempre es una ayuda

Solo por esta razón, un cambio automático –da igual su concepción o la tecnología que emplee– es una ayuda siempre. Hablando de técnica, más adelante te explicamos las diferencias entre los sistemas que te presentamos.

Otra cosa que está clara es que el interés por ellos es creciente, por eso los fabricantes están reaccionando y cada vez incluyen el cambio automático en más modelos, también en utilitarios. Vamos a demostrar qué aporta en estos Ford, Nissan y Volkswagen.
 

Nissan Note, espacio de sobra

Nissan Note

Al primer vistazo casi parece un pequeño monovolumen y el segundo lo certifica por completo: el espacio en las plazas traseras que ofrece el Nissan Note es increíble. Además, los japoneses han pensado en muchos pequeños detalles: las puertas posteriores tienen un gran ángulo de apertura, lo que propicia un acceso muy cómodo, y la banqueta trasera se desliza hasta 16 centímetros, todo un plus de versatilidad. A eso añade un doble suelo en el maletero.
 
Lo que no nos ha gustado tanto es la combinación del motor 1,2 litros y el cambio automático CVT. Como suele pasar con este tipo de transmisiones, las reacciones son lentas: enseguida sube la aguja del cuentavueltas, pero tarda en coger velocidad. Es decir, como dice el refranero español: más ruido que nueces. Esto es algo habitual en los CVT y tampoco lo ha podido solucionar Nissan esta vez. El tres cilindros es un motor vivo que con este cambio se vuelve perezoso y lento. Desde luego, el Polo (y en especial el Fiesta) son coches mucho más ágiles en marcha.
 

Ford Fiesta, divertido pero pequeño

Ford Fiesta Powershift


Suele ser poco habitual, pero en ocasiones todos –y cuando digo todos, somos todos sin excepción– estamos de acuerdo en algo en la redacción. En este caso, es sobre el Ford Fiesta: a todos nos cae simpático. En parte porque es un modelo con casi cuatro décadas de historia (y de esos quedan muy pocos), de otro lado porque las líneas de su carrocería son más atractivas.

Fabricado desde 2008, no es precisamente nuevo, pero se sigue ganando el corazón de los probadores, que coinciden en tres adjetivos para definirlo: vivo, ágil y relajado como ningún otro coche de su tamaño. Se apoya en su extraordinario motor EcoBoost 1.0, que aporta la fuerza suficiente con sus 100 CV. Ese es el secreto del brillante rendimiento que tienen los Ford de última generación, si bien es cierto que el consumo se dispara cuando te pasas con el acelerador. Al igual que el Polo, recurre a un cambio de doble embrague, que no consigue la perfección del DSG, pero inserta las marchas con rapidez y precisión. Entonces, si cuenta con el mejor motor y una gran transmisión... ¿por qué no gana el Fiesta? Porque no es especialmente espacioso (sobre todo en las plazas traseras), ofrece poca visibilidad y las distancias de frenado son elevadas.
 

Volkswagen Polo, el más completo

Volkswagen Polo DSG

De acuerdo, Volkswagen no es una marca que guste a todo el mundo. A algunos les parece muy sosa, sobre todo por cuestiones de diseño. De hecho, con el Volkswagen Polo ha repetido una fórmula que cada vez usa más: casi no variar la estética de sus modelos cuando ejecuta un rediseño. Es algo que ha hecho con este Polo, que ya hizo con el actual Golf y que va a aplicar con el inminente nuevo Passat.

Salvadas las cuestiones de estilo, donde todas las opiniones son válidas, te propongo una prueba más objetiva: bájate de un Note (o de un Fiesta) y súbete inmediatamente después a un Polo. La sensación inmediata es que estás en un coche de un segmento superior. Eso se logra por la cuidada calidad de los materiales y los ajustes. Pero hay más: el manejo intuitivo de todos los dispositivos, unos asientos más grandes y cómodos, la mejor visibilidad y, en nuestra unidad de pruebas, el equipamiento más completo... Y el espacio es más que correcto, solo superado en las cotas de habitabilidad trasera por el Note (ese tanto hay que apuntárselo al japonés).

Como corazón lleva el motor 1.2 TSI, un motor suave y silencioso con buenas sensaciones en marcha, pero algo menos de temperamento que el EcoBoost del Fiesta. Eso sí: la mecánica de cuatro cilindros armoniza increíblemente bien con el cambio DSG de doble embrague y siete velocidades. Una de las pruebas reside en el consumo: con 5,2 litros está incluso por debajo de la variante de cambio manual de cinco velocidades (5,7 litros). En el Fiesta pasa al contrario (5,6 frente a 5,4 litros). Algo que puede ser decisivo para convencer a los más escépticos.
 

Conclusión

Comparativa urbanos automaticos

El Volkswagen Polo se impone a la competencia. No solo porque tenga el mejor cambio automático (que es el aspecto que más valoramos aquí), sino porque desprende la calidad de un segmento superior. Además, es el único con el que puedes recuperar el sobreprecio de que sea automático, ya que consume menos que el manual. El Nissan brilla con una gran versatilidad y espacio interior, pero decepciona en marcha. ¿Y el Ford? Le eclipsan los aspectos prácticos.

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