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Prueba del Jeep Cherokee Overland 2.2 195 CV 9AT

Antes de comenzar con la prueba del Jeep Cherokee Overland 2.2 195 CV 9AT, déjame que 'naveguemos' un poco en su interesante historia. En 1974, apareció en escena una variante del Wagoneer que inició la crónica de los SUV actuales. Era el Cherokee SJ, la primera generación de un modelo que marcó un punto de inflexión en la industria automotriz.

Desde entonces han nacido cinco generaciones (SJ, XJ, KJ, KK y KL), todas ellas cumpliendo las premisas de amplio espacio a bordo y gran capacidad off-road.

Es la hora de probar el último Cherokee, que ha recibido una serie de cambios estéticos que ha mejorado muy mucho su imagen. Los más destacados se los llevan los grupos ópticos, desechando los faros divididos en dos alturas; aunque también suma a ese incremento de atractivo la nueva ubicación de la matrícula, que abandona el paragolpes para situarse en el portón.

Prueba del Jeep Cherokee Overland 2.2 195 CV 9AT

La unidad de pruebas del Jeep Cherokee equipa el acabado Overland, el más alto de la gama, que trae una serie de elementos con los que se muestra más sugerente. En el exterior llaman la atención las llantas exclusivas de aluminio pulido de 19 pulgadas -también el color 'Rojo Velvet' (1.177 euros) del catálogo y con el que me recuerda al burdeos que podía adoptar Cherokee XJ-. 

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Abro la puerta y me encuentro un interior tapizado en cuero en casi toda su totalidad. También equipa materiales gomosos y buenos ajustes con los que incrementa la calidad del habitáculo. En general da una sensación de solidez holgada. Se nota el salto de un Compass a un Cherokee -obvio, también, al tratarse de un segmento superior-. Acomodado en el asiento tipo bacquet calefactable y con ventilación, que en cuyo respaldo se ha sustituido la palabra Jeep por la de Overland con una tipografía retro que es todo un acierto, diviso el volante; la parte superior de éste es de madera de Zebrano, moldura con la que gana en elegancia. Eso sí, me cuesta acostumbrarme a sus dos texturas. Lo que sí que consigo hacerme rápidamente es a la posición de su volante, que es bastante inclinada. Y lo que no necesita periodo de adaptación es encender o apagar las funciones esenciales del vehículo, puesto que existen botones para todas ellas, algo que alabo profundamente.

Nuevo Jeep Cherokee

Doy el salto a las plazas traseras para encontrarme un hueco muy grande para las piernas y algo justo para la cabeza. Son dos dedos los que me separan de rozar con el techo -mido 1,78 m-. Pero, al César lo que es del César; el coche de pruebas equipa techo panormámico, que siempre resta espacio. Por su parte, la plaza central es cómoda y el túnel de transmisión no es alto, algo que se agradece, aunque no hay mucho hueco para colocar las piernas. La segunda fila se puede mover de forma longitudinal, permitiendo al maletero crecer de 448 litros a unos más que respetables 570.

Aprieto el botón de encendido y el asiento vuelve a su posición guardada. Su motor 2.2 comienza a girar, haciendo patente su funcionamiento a través del ruido que genera. No es de los más silenciosos, ni mucho menos, pero espera... Porque en marcha sí lo es. Gracias a su cambio automático de convertidor de par, que no es extremadamente rápido pero que tampoco peca de lento -parece más veloz cuando el motor va más revolucionado-, puede circular a 120 km/h a tan solo 1.750 rpm; ventajas de contar con nueve marchas. Además, el todocamino también genera poco ruido, tanto aerodinámico como de rodadura, por lo que le convierte en una buena alternativa para viajar. Si apoyas estas características con una suspensión confortable que filtra muy bien las irregularidades de la calzada, el norteamericano se convierte en una excelente opción para sumar y sumar kilómetros.

Como te comentaba anteriormente, el Jeep Cherokee de la prueba equipa el motor de 194 caballos. Tiene energía más suficiente, sobre todo a partir de las 2.000 rpm, cuya entrega se hace aún más intensa. Además, durante la prueba, tratando con cariño el pedal del acelerador, he logrado moverme con un consumo medio de 7'2 l/100 km.

Prueba del Jeep Cherokee Overland 2.2 195 CV 9AT

Por ciudad no se desenvuelve mal a pesar de su longitud; su altura ayuda a tener mejor visibilidad. Lo que sí se le pueden atragantar son los giros cerrados debido a su justo ratio, que te obliga a maniobrar; sus llantas de 19 pulgadas tienen parte de culpa...

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Lo que no le para son los terrenos complicados. No podía ser de otra forma tratándose de un Jeep, la marca con más historia en esto de los vehículos todoterreno. El Jeep Cherokee Overland 2.2 195 CV 9AT de la prueba, gracias a su cambio automático, permite equipar el sistema 'Active Drive II', que con una primera velocidad muy corta imita la función de una reductora. Para facilitar las cosas se suma la ayuda en descenso y los diferentes modos de conducción. Añade un ángulo de entrada de 21 grados, uno de salida de 27,3, uno ventral de 21,7, una altura libre al suelo de 208 mm y una de vadeo de 482,6 mm y tienes el candidato perfecto para pasártelo como un enano fuera del asfalto.

El precio de la versión probada, el Jeep Cherokee Overland 2.2 195 CV 9AT, es de 56.735 euros, una cifra elevada si lo comparas con otros SUV, pero que no cuentan con su capacidad off-road. También trae un generoso equipamiento de serie que incluye climatizador bizona, cuadro de instrumentos digital con pantalla TFT de 7", llantas de aleación de 19", acceso y arranque sin llave, techo solar panorámico, sistema Uconnect 8.4 con pantalla táctil, volante multifuncioón de cuero, entre otros elementos y múltiples sistemas de seguridad. Si quieres algo más económico tienes un Jeep Cherokee 2.0 Multijet 140 CV FWD Limited desde 44.385 euros.

Prueba del Jeep Cherokee Overland 2.2 195 CV 9AT

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En esta ocasión toca poner a prueba el Jeep Cherokee Overland 2.2 195 CV 9AT, el tope de gama en motor y equipamiento. ¿Es una buena opción?

Lo mejor

Capacidad 4x4. Baja rumorosidad a 120 km/h. Confort. Diseño respecto a modelo previo.

Lo peor

Rumorosidad a baja velocidad. Cambio automático de convertidor de par.

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