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Turborotondas, ¿qué son y cómo funcionan?

Turborotondas

Sus pros y sus contras.

Las rotondas son un elemento intrínseco de las carreteras españolas. A lo largo de las últimas décadas se han implementado con mucha frecuencia y a día de hoy es habitual verlas en muchos lugares, ya sea como alternativa a los cruces tradicionales con semáforo o como complemento a ellos. Sin embargo, ¿sabes que también existen las turborotondas? 

Aunque sea algo que a muchos conductores les suene a chino y con lo que muy pocos se han encontrado conduciendo en la vida real, no es algo precisamente nuevo y es que se inventó en los Países Bajos en 1996.

 

La idea de la que parten es la de una rotonda convencional, pero suponen una vuelta de tuerca al concepto para intentar lidiar con los problemas habituales de éstas, como es el caos generalizado que suele haber entre carriles (pues muchos conductores todavía no tienen claro cómo hay que circular por ellas).

Según explica la DGT en la revista Tráfico y Seguridad Vial, una turborotonda es “un tipo de intersección con un diseño especial que da un giro de tuerca al concepto convencional de glorieta. En ellas rige la misma norma: los vehículos que circulan dentro tienen prioridad sobre los que pretendan acceder”.

La rotonda está conformada por carriles más delimitados de lo que están en una rotonda convencional, con el objetivo de obligar a los conductores a que las utilicen como se supone que debería utilizarse de verdad: se circula por el carril interior hasta que se sale al exterior antes de tomar la salida correspondiente.

Este tuit compartido por la Guardia Civil es bastante claro al respecto:

Como se puede ver, en cada acceso a una turborotonda hay dos carriles distintos y, en función del diseño de la misma, el exterior puede ser exclusivamente para tomar la primera salida o, como mucho, la segunda, que es la que está en frente del punto de entrada.

De esta manera, el carril interior se deja para aquellos que van a tomar una salida más tardía, como una que suponga recorrer tres cuartas partes de la misma, o para quienes directamente quieren volver en el sentido opuesto al que llevaban al entrar.

En primera instancia, su diseño puede hacer que parezcan más complicadas que las normales, pero el hecho de contar con líneas continuas que (al menos sobre el papel) no se pueden sobre pasar, en realidad debería hacer que el funcionamiento fuera más sencillo.

Así, al limitar las opciones que tiene un vehículo, se consiguen dos cosas: la primera es que hay que ir con las ideas claras con anticipación, seleccionando el carril de entrada adecuado en función de a donde se quiera ir; la segunda es que se reduce la toma de decisiones de los conductores, lo que debería llevar a menos incidentes.

Lógicamente, el principal problema de este tipo de rotondas (también llamadas en ocasiones como turboglorietas) es que, si no se sabe cómo circular por ellas, puede ser un auténtico caos, y en términos generales en España a este respecto abunda el desconocimiento.

Es cierto que normalmente antes de la entrada en la turborotonda hay un cartel que señala qué carril hay que coger en función de la dirección que se quiera tomar, pero a pesar de ello, conforme se vayan implantando será necesario un tiempo importante de adaptación.

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