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El coche de Carrero Blanco

Se cumplen 40 años desde que ETA provocara el atentado que voló el coche de Carrero Blanco, un Dodge 3700 GT, por los aires y acabó con su vida. AUTOBILD Classic probó uno de aquellos Dodge que, al igual que el del almirante, salieron de la fábrica de Eduardo Barreiros en Villaverde: el Dodge Dart 270.

Hace 40 años que se produjo la 'Operación Ogro', un atentado de ETA que voló el coche de Carrero Blanco por los aires. El almirante viajaba en un Dodge 3700 GT que había salido de la fábrica de Villaverde (Madrid). AUTOBILD Classic tuvo la oportunidad de probar uno de los Dodge que salieron de aquel histórico lugar: el Dodge Dart 270. Aquí puedes conocer más detalles de ese coche.

Dodge Dart 270: el primer hijo de Villaverde

Los Dodge Dart se pusieron a la venta en 1965. Costaban entre 240.000 y 260.000 pesetas, cifras desorbitadas si se comparan con las 138.260 pesetas que costaba el hasta entonces rey del mercado nacional, el Seat 1500. El Simca 1000 parecía más razonable y funcionó mejor a pesar de rivalizar con el Renault 8 y el Seat 850 cuatro puertas. Tampoco cumplió del todo las expectativas, pero sus 32.000 unidades vendidas en 1964 (de las 55.000 previstas) eran más halagüeñas que las 742 de las ¡21.000 anunciadas del Dart para el primer año! 

El coche de Carrero Blanco

Aunque este no fue el coche de Carrero Blanco, el Dodge Dart 270 no puede pasar desapercibido: era robusto, aunque demasiado caro para la época

Al volante de dos 'sueños'

Uno también tiene una sensación agridulce al probar el primer Dodge montado en Villaverde. El Dodge Dart 270 debió de impresionar a los nuevos ricos que querían comprar el coche "más grande que haiga". No estaba mal hecho y tenía detalles impensables para entonces, como el aire acondicionado. Pero, definitivamente, no había mercado para él cuando el coche del momento (para quien se lo pudiera permitir) era el Seat 600.

El coche de Carrero Blanco

El interior del Dodge Dart 270 era impresionante: cambio arriba y ¡aire acondicionado!

Hoy, sorprende la poca fuerza de salida de su propulsor de 6 cilindros en línea, así como el lentísimo cambio manual de tres velocidades al revés (primera, hacia el cuerpo y abajo; segunda, hacia el tablier y arriba) con palanca en el volante. La frenada se queda justita y la dirección es tan blanda que resulta imposible no sentir en curva que uno va flotando en un trasatlántico con cinturones ¡de solo dos puntos! Como buen francés, el Simca en cambio parece una opción más sensata y manejable para aquella España. Sus 54 CV le daban el nervio prometido en las caras campañas de publicidad a la americana.

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