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Prueba Toyota i-Road: ¡menudo artefacto!

Olvida todo lo que conoces, esto es nuevo y es sorprendente. He podido conducir el Toyota i-Road, uno de los 'artefactos' más extraños que han pasado por mis manos, una mezcla entre coche y moto, pero que no tiene nada que ver ni con una cosa ni con otra. Agárrate que vienen curvas...¡y esto se inclina!

Tiene tres ruedas, volante y se inclina, ¿qué es? Nada que hayas visto hasta ahora. El Toyota i-Road es un 'artefacto' realmente curioso. Se mueve gracias a dos motores eléctricos situados en las ruedas delanteras, la rueda que gira es la trasera, se inclina al tomar las curvas y no mide más de 90 cm de ancho. He podido probarlo en la ciudad francesa de Grenoble, donde se incluye en la flota del proyecto de movilidad urbana 'CitéLib by Ha:mo'.

Reconozco que personalmente el Toyota i-Road era lo que más me atraía del proyecto 'CitéLib by Ha:mo' y al llegar a la ciudad de Grenoble, Francia, para acudir a la inauguración del citado proyecto de movilidad, rápidamente me acerque a una unidad para examinarlo de arriba a abajo. En el exterior lo primero que sorprende es su tamaño, muy compacto: 2,34m de largo y apenas 87cm de ancho. Para que te hagas una idea, en una plaza de aparcamiento convencional, caben cuatro de estos.

Destaca también la disposición de las tres ruedas: dos delante, realmente estrechas (80/90 R16) y que recogen los dos motores eléctricos de 2kW encargados de mover al i-Road y una trasera más ancha (120/90 R10) que se encarga de la dirección. Recopilando información: tenemos una carrocería estrecha y muy ligera (todo el conjunto apenas pesa 300 kg), dos ruedas delante con motores eléctricos integrados que mueven el coche y una rueda detrás que se encarga de girarlo. Su batería le otorga una autonomía de 50 km y tarda tres horas en cargarlas en una toma convencional. ¡La cosa promete!

Toyota i-Road

Toca ponerse a sus mandos. Es tan raro, que los chicos de Toyota me han preparado un circuito de entrenamiento, para que me acostumbre, especialmente, a su extraña manera de girar. Abro la puerta, que por cierto es bastante seria; tiene la parte inferior de plástico, pero parece más sólida que la del Renault Twizy, el único vehículo que podría considerar su rival directo, aunque poco tiene que ver una cosa con otra. En el interior encontramos un asiento y tras él, otro más pequeño. Tiene capacidad para dos pasajeros, aunque en la plaza trasera sólo viajará con un cierto nivel de comodidad un niño o alguien de baja estatura.

Me acomodo en el asiento y lo primero que sientes es la estrechez del habitáculo. La visibilidad desde el interior es muy buena, con una gran superficie acristalada. Ajusto el volante y muevo un mando situado a la derecha con el que doy vida al Toyota i-Road. Arranco. Un instructor me da algunos consejos, el principal es no pegarme mucho a los coches cuando vaya a tomar una curva. Sin duda la dirección es lo más 'problemático' de este coche y es que girar con la rueda trasera te hace reprogramar por completo tu manera de conducir.

Toyota i-Road interior

A la izquierda del volante están los tres mandos del cambio automático: D (hacia delante), N (neutral) y R (marcha atrás). Presiono la D y me dirijo al circuito lentamente, todavía con bastante respeto. Llegan los primeros 'zigzag' y mantener la trazada me resulta una tarea complicada. En los giros más lentos es difícil no tocar los conos con la parte trasera. Al terminar el circuito de pruebas tengo claro como tengo que conducir: 'conducción tipo compás'. Estarás pensando que narices es eso y tranquilo, me lo acabo de inventar, pero es así como se toman las curvas con un i-Road. Al girar tienes que fijar un punto imaginario en el suelo sobre el cual quieres que 'rote' el coche, como si fuera un compás en el que la punta son las ruedas delanteras y el lápiz la rueda trasera. Si esto ya resulta complicado de por si, ¡encima se inclina! todo un reto.

Las ruedas delanteras incorporan la tecnología 'Active Lean' de inclinación automática. Este sistema incorpora un motor y un engranaje de inclinación montados sobre la suspensión delantera y conectados mediante una horquilla. Una centralita electrónica calcula la inclinación necesaria en función del ángulo de la dirección, el sensor de giroscopio y la velocidad del vehículo. Tras analizar los datos el sistema mueve las ruedas hacia arriba y hacia abajo en sentido opuesto y aplica la inclinación más adecuada para contrarrestar la fuerza centrífuga del giro.

Una vez que te acostumbras a los giros de 'tipo compás' y eres capaz de controlar las distancias, la inclinación del vehículo es tremendamente eficaz y la verdad, resulta muy divertida. Decido salir a la vía pública, todavía con respeto. Piso el pedal derecho y el coche no es un prodigio en cuanto a prestaciones, acelera lentamente hasta alcanzar su velocidad máxima: 45 km/h. El radio de giro es muy bueno y me muevo entre el tráfico de la ciudad como pez en el agua. Toca afrontar la primera curva contundente, ¡sin problema! Poco a poco voy cogiendo confianza y voy tomando las curvas a mayor velocidad. La sensación es increíble, estas inclinado como en una moto pero sentado y agarrando un volante.

El Toyota i-Road es sin duda lo más raro que he conducido nunca y al bajarme del coche tengo la misma sensación que cuando te bajas de una montaña rusa y quieres más. Es tremendamente divertido plegarte en las curvas, eso sí, hay que tener cuidado en según que superficies, ya que las ruedas no son un prodigio en cuanto adherencia y si te pasas, el subviraje hace rápidamente acto de presencia. Por lo demás, se me antoja un gran vehículo para circular por ciudad. No obstante tiene algunos 'peros'.

Toyota i-Road trasera

Para empezar su tamaño no permite excesos en cuanto a habitabilidad. Esta pensado para ir sólo una persona y utilizar la plaza trasera o bien para llevar a un niño o bien para usarlo como maletero. Una moto mediana tiene más capacidad de carga. Lo segundo que me preocupa es cómo debe comportarse en situaciones de poca adherencia, por ejemplo con lluvia o nieve. En general me parece un vehículo más peligroso que un coche con cuatro ruedas y su peculiar dirección va a traer de cabeza a los habitantes de Grenoble.

Sólo el tiempo dirá si este sistema de movilidad es eficiente y seguro y si el Toyota i-Road también cumple perfectamente su función en los fríos y nivosos inviernos alpinos. La verdad es que pensar en conducir un i-Road con nieve sobre el asfalto me aterroriza y me atrae enormemente al mismo tiempo. Un producto único y quien sabe, quizás el futuro del transporte urbano.

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