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Comparativa: Citroën C4 Aircross contra Nissan Qashqai

El Nissan Qashqai lleva años siendo el modelo más vendido dentro del segmento de los SUV compactos, pero los franceses son unos maestros creando modelos superventas. Ahora, con el nuevo Citroën C4 Aircross quieren desbancar al japonés... aprovechando una base de Mitsubishi.

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En esta comparativa se enfrentan el Citroën C4 Aircross contra el Nissan Qashqai, es decir, un japonés vestido de francés que pretende darle caña a un japonés con espíritu galo. Como puedes ver, el mundo del automóvil es global y las fronteras no existen. Me explico, el Citroën es exactamente el mismo automóvil que el Mitsubishi ASX. Es más, los japoneses fabrican el coche y lo único que han tenido que hacer los franceses es ponerle su logo y poco más. Se trata, por tanto, de un producto que transmite un tacto muy diferente al que nos tiene acostumbrados este constructor.

El caso del Nissan es parecido, pero no llega a estos extremos. Es un coche japonés que monta un gran motor diésel de origen Renault, aunque lo más importante es que en lo que llevamos de año es el cuarto modelo más vendido de nuestro país superando las 8.000 unidades. Sí, no es un SUV al 100%, pero tampoco es un turismo al uso. Este modelo ha encontrado una fórmula para ser un éxito. Por eso Citroën, que acostumbra a vender coches como rosquillas, quiere hacerle la faena a los japoneses.

Para triunfar en este segmento hay que llegar con dos cosas fundamentales: un buen motor y un habitáculo con espacio para toda la familia. En el caso del Citroën C4 Aircross tengo que decirte que he quedado encantado. Como te he comentado antes, es de origen japonés y esto quiere decir que ni el propulsor diésel es del grupo PSA. Solo tienes que echarle un vistazo a la ficha técnica y comprobar que en el apartado del motor aparece como constructor Mitsubishi y que su denominación es 4N13. Se trata de un cuatro cilindros diésel que ofrece 150 CV a 4.000 rpm y 300 Nm a 2.000 rpm. Me ha llamado mucho la atención que tenga distribución variable, algo muy usual en mecánicas de gasolina, pero extraño en los diésel. Su funcionamiento es suave, recupera con energía y solo es algo perezoso por debajo de las 1.700 rpm. Una vez superada esta cifra comienza a empujar con mucha energía. Además, me ha sorprendido su bajo consumo medio: 6,3 litros es una cifra bastante razonable para un coche que pesa 1,5 toneladas.

No obstante, tengo que reconocer que Nissan se presenta con un propulsor más redondo. Necesita menos cilindrada (es un 1,6 litros frente a los 1,8 de su rival) y potencia (tiene 130 CV) para obtener un mejor rendimiento. Eso sí, el nipón no se despega de su adversario gracias a su menor peso. Cuando subes al Nissan Qashqai a la báscula te das cuenta de que declara casi cien kilos más y, a pesar de ello, no muestra problemas para dejar clavado al francés cuando hay que pisar el acelerador a fondo. En la prueba del 0 a 100 km/h, el Nissan le saca casi un segundo al Citroën y en otras como la recuperación de 80 a 120 en sexta (simula el adelantamiento a un camión) se desmarca con otros dos segundos. Pero aquí no acaban mis piropos a este motor, ya que se pega el gustazo de consumir 0,2 litros menos (6,1 l). Como puedes ver, Renault ha hecho un trabajo sensacional con su nuevo bloque diésel y le sienta igual de bien a un Renault Mégane que a un Qashqai (Prueba Nissan Qashqai 130 CV).

No se luce tanto el Nissan en su comportamiento. No es que vaya mal del todo, pero no va tan fino como debería. Me explico, cuando lo pruebo veo que su dirección no es ninguna maravilla, no te transmite con precisión lo que sucede en el asfalto y la puesta a punto de la suspensión no pasará a la historia como el mejor 'set up'. La configuración no acaba de encontrar el punto justo entre dureza y confort. Es decir, en curva la carrocería se inclina más de lo deseable y la amortiguación tampoco resulta muy agradable. Además, la postura al volante es demasiado vertical y los pedales quedan muy escondidos. Como puedes ver, no me he sentido muy cómodo probando el Nissan.

El comportamiento del Citroën C4 Aircross me ha gustado mucho más; sin duda, alcanza ese toque dinámico que le falta a su rival. Lo que más me ha sorprendido es la precisión de su dirección. Aquí sí noto cómo pisan las ruedas y el modo en que se agarran al asfalto. Si a esto le añado que su conjunto muelle-amortiguador está más conseguido... ¡no hace falta que te diga más! Y eso que, siendo sincero, no va fino del todo en las zonas bacheadas, donde resulta algo seco.

Los dos cumplen con creces las necesidades de cualquier conductor medio, pero debo avisarte que ninguno llega al dinamismo que tiene un VW Tiguan o un Mazda CX-5 y, ni mucho menos, a la precisión de un BMW X1 o un Audi Q3 (que son muchísimo más caros). Porque, muy a mi pesar, han superado la prueba de la frenada de 100 a 0 con unos discretos 38 metros. No es un dato malo, pero al ser productos de última hornada deberían andar por los 37 metros de distancia.

En espacio interior se pone por delante el Nissan Qashqai en la comparativa, aunque no con una gran ventaja. Por ejemplo, las plazas delanteras del Citroën C4 Aircross son más amplias, ya que tienen más espacio a lo ancho y el asiento se puede regular mejor. Hablando de butacas, las del francés están más conseguidas. Lo noto en su respaldo, pues cuando empiezo a hacer kilómetros mi espalda dice antes "basta" en el Nissan. Lo que gana el Citroën en la zona delantera lo pierde en la trasera: tiene menos hueco para las piernas y la cabeza. Aunque intenta recuperar el terreno perdido con 16 litros más de capacidad en el maletero que tampoco te llevan a ningún lado. Además, cuando abates los respaldos de los asientos traseros, el Nissan vence de nuevo a su rival gracias a sus 1.513 litros frente a los 1.193 del Citroën. Al menos, el galo se luce con una superficie de carga completamente plana con la que sueña su rival. Y para redondear sus virtudes realiza esta operación con un solo movimiento, ya que la banqueta se desplaza de forma autónoma.

La lucha por ser el mejor no puede estar más competida y cuando empiezo a analizar la calidad de los interiores, el Citroën C4 Aircross vuelve a sacar buenas maneras y desbanca a su rival. No puede ocultar su origen oriental y, por supuesto, no encontrarás ningún elemento de control como los que tiene el tradicional Citroën C4. Lo único que ofrece tacto francés (Prueba Citroën C4 Aircross) es el volante con su tapizado en cuero, todo lo demás es 100% Mitsubishi. Y eso no es nada malo. Los plásticos de la parte superior del salpicadero están hechos para que gusten en Europa. Es decir, tienen un tacto blando y solo encontrarás algunos más duros en las zonas bajas. Pero lo que más me ha gustado de este coche es la solidez que transmiten todas sus piezas: no se escuchan crujidos, ni ruidos y las juntas están muy bien rematadas. Por ejemplo, los bordes de la guantera están muy cuidados y no hay zonas cortantes.

El Nissan Qashqai no está mal, sin llegar al nivel de su competidor. Utiliza plásticos de menor empaque y sus acabados son más discretos. También es cierto que cuesta bastante menos (unos 5.000 euros) y eso se termina notando en algunos apartados.

Llego la hora de valorar la inversión. El Nissan Qashqai con el acabado Visia que cuesta 25.150 euros. Sí, es un precio fenomenal para un coche que se mueve con un motor diésel de 130 CV y sistema 'Start-Stop', pero por 28.100 euros los japoneses venden el acabado Tekna

Sport que incluye navegador y un sistema de cámaras de 360 grados para aparcar (la imagen que ofrece es poco nítida), además de elementos como la conexión Bluetooth, llantas de aleación de 18 pulgadas o el climatizador bizona. Por ese dinero no te compras ni un Citroén C4 Aircross Seduction, con el que tendrás que pagar otros 2.200 euros más en opciones si quieres el navegador (forma parte de un paquete que incluye también el control de aparcamiento). Así, el precio final del Citroën llegaría a 32.700 euros. Sí, mucho dinero. Por eso el jefe se sigue manteniendo en su puesto, es el líder de la categoría.

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