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Studebaker Avanti: ¡demasiado bueno para morir!

¿Qué comparte el Studebaker Avanti con la botella de Coca-Cola, las cajetillas de Lucky Strike o el emblema de la petrolera Shell?. Todos tienen algo en común con este clasicazo: un diseño firmado por el gran R. Loewy. Un muscle car que nunca tuvo el reconocimiento que merecía, un Studebaker que nació tarde, pero demasiado bueno para morir tan pronto...

El Studebaker Avanti fue un un coche avanzado a su tiempo, un deportivo único creado por la figura más importante del diseño industrial de la primera mitad del siglo XX: Raymond Loewy. Un gigante que diseño elementos que ahora son considerados mitos, como la botella de Coca Cola, el emblema de Shell, las cajetillas de Lucky Strike o la decoración del Air Force One. Un hombre con las ideas claras: "lo feo no se vende".

Raymond Loewy nació en París, pero tras la primera guerra mundial se trasladó a EEUU, nacionalizándose en 1940. Desde muy temprano el mundo del transporte le atrajo, y además pudo trabajar  para una marca que en aquellos tiempos era un referente, una de las más grandes, por no decir la que más: Studebaker. Fundada en 1852 en el estado de Indiana, esta empresa se convirtió en la marca con más solera de los primeros 50 años en el gigante americano. Sus productos de calidad y fiabilidad le dieron una gran fama. 

Así, pues, parece inevitable que dos monstruos como Loewy y Studebaker crearan algo único, algo rompedor y todo un éxito. Su nombre fue Avanti, Studebaker Avanti, que en italiano significa Avanzado. No fue el primer proyecto conjunto entre ambas marcas, ya que esta colaboración comenzó a principios de los años 30, pero sí el más interesante y, bajo mi punto de vista, atractivo de todos.

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La creación de un coche en la actualidad es un proceso largo, con cientos de ingenieros y diseñadores que calculan hasta el más mínimo detalle, especialmente en el ámbito económico. La concepción estética del Studebaker Avanti fue muy diferente: Raymond Loewy reunió a sus mejores hombres y se encerraron durante cinco semanas en un chalet en Palm Springs: sin teléfono ni relojes. ¿El resultado? Un diseño único, limpio y ligero, atemporal, sin estridencias. Una obra maestra que iba a producirse hasta prácticamente nuestros días.

Pero la historia del Studebaker Avanti se podría calificar casi como un melodrama. Como explicaba antes, esta marca fue un referente en la primera mitad del siglo XX, pero a partir de los años 50, sus tiempos de gloria habían quedado atrás y la marca sobrevivía a duras penas económicamente. Necesitaban un golpe de efecto, un diseño único y atrevido que resultara un tremendo éxito. Loewy había dibujado una obra maestra, pero tenían que darle la chispa y la base no estaba a la altura del diseño: el chasis se había tomado prestado del Studebaker Lark descapotable, concebido en 1953, mientras que la mecánica elegida fue un V8 con más de una década a sus espaldas. Lamentablemente en este caso sí se podía decir que el Avanti era una cara bonita y poco más, pero aun así, los ingenieros de la firma consiguieron darle mucho brío al propulsor.

¿Cómo lo consiguieron? Para empezar lo hicieron más grande, bastante más: pasó de 3,8 litros de cilindrada a 4,7 y se convirtió en uno de los más potentes del mercado: tenía 240 CV, 30 más que el Ford Mustang de la época. Así, pues, tenían en sus manos un diseño espectacular, un poderoso motor V8 y un chasis de hace más de diez años. Un cóctel exótico, que, al comienzo, funcionó. ¡Cómo no iba a funcionar! Su estética enamoró a muchos clientes que se afanaban por hacerse con ese nuevo deportivo espectacular: sus faros delanteros, su parrilla carenada, todo tan moderno. Pero justo al comenzar con la producción, surgió un problema que fue fatal para este modelo: el suministrador de piezas de fibra de vidrio para los paneles de la carrocería ejecutó mal los planos y las piezas no encajaban en la cadena de producción. Su peculiar diseño también les pasó factura con pequeños problemas de ajustes, especialmente en la luna trasera. Al final, Studebaker tuvo que fabricar la fibra de vidrio, retrasando la producción y dando al traste con muchas reservas ya hechas previamente.

studebaker avanti motor

En lo sucesivo aparecieron nuevos motores más potentes. La versión R2 montaba una evolución del V8 de 4.7 litros al que habían añadido un compresor Paxton para alcanzar 289 CV. El R3 aumentó la cilindrada y la potencia: 335 CV y en lo sucesivo fueron apareciendo prototipos cada vez más potentes. Con el Studebaker Avanti R5, con un motor V8 y un sistema de inyección aeronáutico, alcanzaron los 316 km/h en pruebas realizadas durante el verano de 1962. En lugar de ofrecer modelos nuevos, la marca fue actualizando el Avanti cada poco tiempo y en agosto del 63 se incorporaron los faros cuadrados.

Pero la creación de Loewy se iba a quedar sin tiempo. En diciembre de 1963 cesaba la producción en EEUU para trasladarla a su planta en Canadá. La política de la empresa cambió y los coupé dejaron de ser importantes: solamente 4.647 Studebaker Avanti se produjeron, el último de los cuales, un R3 de 335 CV con todos los extras, recibió una carta que los mecánicos depositaron bajo la alfombrilla, dando cuenta al comprador de su valor histórico.

El Avanti siguió muy vivo. Dos empleados de la marca decidieron seguir por su cuenta la producción del Avanti: hasta 2007 produjeron de manera artesanal estos coches, generalmente sobre base Chevrolet. Un coupé especial que no tuvo tiempo a triunfar... y que fue demasiado bueno para morir.

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